sábado, 19 de octubre de 2024

Publicado en HOY 19/10/2024

 

La cloaca del imperio (I)

Los terroristas de Hamás conocían perfectamente la respuesta de Israel cuando, en octubre pasado, entraron en su territorio para matar indiscriminadamente, sin limitaciones ni escrúpulos, a miles de civiles. La masacre, perfectamente planificada, buscaba lo que ha venido después, porque tampoco ignoraban que Israel no puede permitirse ni una debilidad en medio del avispero que la rodea. Su alternativa es responder ciento por uno o desaparecer.


Recordemos la Guerra de los Seis Días, contra Egipto, Siria y Jordania, en la que Israel acabó con la coalición en menos de una semana. Moshé Dayán, el general del «parche en el ojo», afirmó después que «con menos contención por nuestra parte podríamos haber acabado la guerra cuatro días antes». Esta guerra contra Hamás y aliados de Hezbolá, en Líbano, Siria, Irán... lleva un año y no parece que el final esté cerca, porque los terroristas usan a la población civil y a los secuestrados como escudos humanos y la mal llamada «comunidad internacional» se rasga las vestiduras si los judios bombardean un asentamiento terrorista camuflado en un hospital o en una escuela. Todavía, después de un año de conflicto, no se ha ofrecido ni una sola alternativa para que Israel se defienda sin causar víctimas civiles.


A los terroristas de Hamás no les importa la población civil de Palestina, aunque, para los de la fobia judía, Israel debe poner la otra mejilla, claudicar, no defender sus posiciones y, una vez más, abandonar una tierra que han hecho fértil regándola con su sangre. A Israel se le exige el «tancredismo» y la rendición incondicional para no agravar la situación de la población civil, de los secuestrados –¡que son israelitas!– y de los propios terroristas. ¿La alternativa de Israel es cruzarse de brazos? Los «anti» deberían leer algo de historia.


El laberinto de Judea es histórico, porque fue invadida por asirios, babilonios, persas, macedonios..., pero ninguno logró asentarse de forma definitiva. Los romanos, cansados de soportar escaramuzas continuas, acabaron expulsando de Judea a los judíos, que es un pueblo que nunca, jamás, se ha sometido. En la Roma imperial, a Judea se la consideraba «la cloaca del Imperio» por su conflictividad y allí enviaban a prefectos (subgobernadores) a los que convenía mantener lejos o castigar de algún modo, como fue el caso de Poncio Pilato. Los nueve prefectos que gobernaron Judea llegaron ignorándola y salieron aborreciéndola, fracasados y perdidos en aquel laberinto sin salida. Los judíos se diezmaron en sesenta intentos de rebelión para recuperar su soberanía a lo largo de ciento treinta años y en lo que hoy se denomina Franja de Gaza, ya surgieron grupos terroristas, como los zelotes, protegidos por los sacerdotes, el pueblo y los tetrarcas de Samaria e Idumea que, en apariencia, eran fieles a Roma. A estas alturas, después de la diáspora y el exterminio sistemático que ha sufrido el pueblo judío ¿espera alguien que Israel se ponga de perfil?


Lamentablemente, como estaba previsto por los terroristas, han caído y caerán muchas víctimas civiles, porque Hamás aprovecha la ayuda y los «corredores humanitarios» para fortalecer sus posiciones. Nadie ofrece una alternativa para que Israel pueda responder a la agresión sin bombardear los lugares donde los terroristas se refugian, «rodeados de niños». ¿Duelen los cincuenta mil muertos? Duelen, claro, pero, para evitar muchos más, que alguien ofrezca una solución que no sea la de pedir a Israel que salga corriendo. Porque no tienen adónde ir y porque eso más que a solución suena a cachondeo.

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