sábado, 11 de febrero de 2023

Publicado en HOY y NORTE de CASTILLA

 

Ardor guerrero

Parece que las facilidades que hay para tener acceso a relaciones carnales, que en mi juventud eran impensables, tienen ciertos recovecos de dificultad, pese a las redes, el acceso a plataformas programadas para ese fin, citas a ciegas, remedios para embarazos no deseados, reuniones multitudinarias en las que el idioma común es el sexo, dispositivos para citarse a golpe de dedo… Teníamos nuestros recursos, claro, y la dificultad no imposibilitaba encuentros placenteros, pero, por entonces, nos recreábamos en el mito de las suecas, que llegaban en verano desprovistas de prejuicios pueblerinos y, según nos contaban, se entregaban a los placeres carnales sin muchos miramientos… «Vale, vale, pero ¿dónde están las suecas?». ¡En Suecia! Aunque los sueños, sueños son, el mito de la rubia despampanante que recorría la península buscando al Alfredo Landa era muy recurrente. Hoy Internet ha desplazado a la imaginación.

 

Llevamos días con la tabarra del policía, al que han denunciado ocho sorprendidas porque no les había dicho que era policía. Dos sonetos, tres poemas y una jacarandosa ‘Acta follatorum’, a la altura de ‘El cipote de Archidona’, me han llegado sobre las andanzas amatorias del espía empotrador. El ridículo de las ocho seducidas por el infiltrado –dicho sea con doble intencionalidad–, es tan descomunal que solo puede justificarse por la estulticia imperante, donde incluso un fornicio consentido puede denunciarse como violación, acoso o abuso machista, si el que dijo que era general deviene en soldado raso. Dani, el policía ‘rabocop’ de la hazaña, debería ser propuesto por las querellantes para un ascenso como inspector de bastos y cobrar horas extras porque, en apenas dos años, se acreditó como un consolador viviente y sin necesidad de cargarlo.

 

Si durante el acto las ellas gritaron secretos inconfesables, no fue porque les torciera el brazo. Y ninguna pidió hojas de reclamaciones, aunque parece que hubo más de veinte, que nuestro James Bond es hombre de batuta acreditada. Nada de consoladores de oro, platino y diamantes, él es un «tirofijo» de manual, que iba por la vida repartiendo bendiciones a las necesitadas. Por algo las ahora «mocitas sorprendidas» se lo recomendaban unas a otras y parece que, al margen del ‘engaño’, incluso las que engañaban a sus maridos, concluían reclamando bises diarios, que recibían como maná del desierto: «A todo el mundo le gusta/ ser del gozo tesorero/ y a un policía no asusta/ darle trabajo a la fusta/ poniéndole ardor guerrero».

 

Hasta la incursión –valga también la doble intencionalidad–, del policía follarín, ¿ningún seductor se había hecho pasar por lo que no es? ¿En las redes sociales y en los portales de citas, todo el mundo dice la verdad, nadie oculta nada? ¡Menuda felonía, encamarse sin llevar un informe de la Guardia Civil, con tres testigos y refrendado por el párroco! Las querellantes ocultaron las hazañas a sus respectivas parejas, pero no es lo mismo, que va, ellas no engañan: «Y las ‘indepes’ heridas/ en su más íntimo fuero/ juran que fueron mentidas/ aunque fuera consentida/ la porra en el agujero».

 

Parece que Beckham le ha regalado a su mujer un vibrador de dos millones de dólares… ¡Pobre Victoria! El artilugio está hecho con platino y diamantes, pero no aclara si su efectividad justifica el precio. ¿Harán alguna exhibición pública para que se visualice la utilidad del derroche? Que aprenda Beckham del policía. De platino podían hacerse los tornillos que les faltan: «Nuestro poli/ ni platino ni diamantes/ repartía sus bendiciones/ con su espolón lacerante».

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