sábado, 21 de enero de 2023

RESEÑA EN HOY DE MOISÉS CAYETANO ROSADO

 

La fuerza narrativa de Martín Tamayo

Tiberio y Pilato. ‘Díptico romano’ destaca por la extraordinaria cantidad de aportaciones históricas que presenta de estos dos personajes en medio de intrigas y mediocridades

HOY
Tomás Martín Tamayo con un ejemplar de su obra.

Cuando leí ‘El enigma de Poncio Pilato’, editado por Tecnigraf en 2008 y por Planeta en 2010, quedé abrumado por la extraordinaria documentación histórica que sustentaba una obra bien tramada, conducida con amenidad, con un conocimiento del oficio narrativo fraguado a lo largo de muchas décadas de «oficio».


Siempre es difícil sostener un relato narrativo y más cuando ha de hacerse ajustándose a hechos históricos, y aún más a hechos históricos de un pasado tan remoto, a la Antigüedad fechada en el comienzo de nuestra era, dos mil años atrás. Todavía peor si se trata de hacerlo con un personaje central tan poco conocido y a la vez tan presente en la historia de la propia civilización cristiana: Poncio Pilato.


Como el propio autor dice, estamos ante la única persona que está presente con nombre y apellido en el Credo, pero al mismo tiempo sobre la que se carece de la mínima historiografía fiable que sustente un relato sobre su personalidad y actuaciones como prefecto de Judea. Por ello, su labor de búsqueda ha sido ingente, llevándole al autor varios años de trabajo. A esto hay que unir la tremenda dedicación que supone poner en orden las cientos de fichas escritas, y luego la dificultad de poner orden en este puzle, para darle consistencia, ilación e interés sostenido a lo largo de casi tres centenares de páginas.


El personaje que construye Tomás Martín Tamayo desmitifica al anodino, despegado, oscuro responsable de la muerte de Jesucristo por inacción, por «lavarse las manos» ante el atropello que con Jesús cometerían las autoridades judías, con las que no quiso enfrentarse. Poncio Pilato aparece como un eficaz jurista, eficiente gobernante en medio de la corrupción, los enfrentamientos cainitas que en Judea le tocó vivir, preocupado por el bienestar de la población, la transformación del desierto que gobernaba en una tierra fértil, con las obras públicas pertinentes para ello. Sabiendo que Roma no lo haría, forzó ser financiadas con los recursos que atesoraba la poderosa clase sacerdotal del Gran Sanedrín, que tanto lo odiaba, por sus innovaciones y por lo que, como romano, ejemplificaba: invasor, «prefecto de Roma», que no de Judea. Martín Tamayo se confesaba, tras su publicación, agotado del esfuerzo de investigación y redacción, preocupado por la mayor perfección estilística al tiempo que veracidad de lo narrado. E incluso se mostraba contrario a «seguir la aventura» de continuar investigando y «novelando» personajes históricos.


Antes que a Pilato había acometido el proyecto de hacerlo sobre Barrabás, dirigente zelote (facción extremamente violenta del judaísmo, enfrentada a otras facciones, que no dudaba en utilizar el terrorismo en sus acciones), preferido a Jesús por los propios judíos para salvarse de la muerte en la cruz. Rechazaría hacerlo al saber que el personaje ya estaba suficientemente estudiado, por lo que se decantó por el menos confrontado en su contexto histórico, Pilato. Pero Pilato le llevaría a otro personaje no menos atractivo y deficientemente investigado: Tiberio, segundo emperador romano, gran general, de enorme inteligencia pero despegado del poder político, que nunca asumió con voluntad. La figura de Tiberio presentada por Martín Tamayo es la de un hombre de extraordinaria formación militar y humanista, pero alejado de todos los oropeles de la corte, solitario, que incluso se retiró a Rodas tras sus grandes éxitos militares, cuando estaba a punto de asumir el mando del Este y convertirse en el segundo hombre más poderoso del Imperio, después de César Augusto. A la muerte de este, asume el mando sin convicción, cada vez más cansado de la política, recluyéndose en Capri.


Martín Tamayo nos detalla la vida disoluta de los jerarcas romanos, la crueldad de la corte, las intrigas, de las que tan asqueado estaba Tiberio, cuya figura queda realzada en la narración de esta segunda obra histórica, ‘La amargura de Tiberio’. Un poco nos recuerda al faraón Amenofis IV, que catorce siglos antes fue igualmente sobresaliente, incomprendido y finalmente eliminado por sus detractores.

Ahora, la Editora Regional de Extremadura saca a la luz ambas novelas históricas, la de Pilato en edición revisada y la de Tiberio, hasta ahora inédita, en un mismo volumen: ‘Díptico romano’. Ambas se leen con facilidad y agrado, tanto por su fuerza narrativa sostenida, como por la extraordinaria cantidad de aportaciones históricas que presenta de estos dos personajes tan relevantes, coetáneos y destacados en medio de un ambiente de intrigas, disolución y mediocridades.

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