EL ARTE DE VOMITAR
FANTASMAS
Tomás Martín Tamayo
Florián Recio
MORIRÁS EN SODOMA
Eride Ediciones
378 páginas
19 euros
En mayo pasado fui a un instituto de
Mérida, para charlar con los alumnos sobre escritores extremeños de hoy y me
preguntaron que quien o quienes de los actuales iba a quedar para la
posteridad. Ubicar la trascendencia de los autores extremeños en el futuro es
cuestión difícil de predecir, pero me aventuré a dar seis nombres y uno de
ellos fue Florián Recio, del que les había hablado minutos antes y del que no
sabían nada. ¿Por qué me atreví a incluir en una corta lista de posibles “trascendentes”
a un autor que, hasta ahora, no se ha visto como reclamo en los escaparates de
las librerías? Porque, además de escribir de forma impecable, tiene un estilo
propio, con incursiones constantes al sarcasmo, que es una de sus referencias.
Su temática queda al margen de lo solemos escribir todos los demás y su mundo
es tan complejo que escapa del común de los mundos. No lo incluí porque me
guste o me disguste, si no por ser diferente. Con Florián Recio me ocurre como
con Charles Dickens, sin que este auxilio explicativo sirva para compararlos.
Lo leo con prevención, pero reconozco que, como a Dickens, no puedo dejar de
leerlo. Si Dickens era el cronista de la miseria, Recio lo es del desarraigo.
El que busque una literatura para
recrearse bajo la tumbona o hacer más cercanas las estaciones del metro, que no
pierda el tiempo, ni el dinero, leyendo a Florián Recio, que asegura que “la
literatura también sirve para vomitar fantasmas”. Eso sí, que lo busque el que
quiera huir de las obviedades, el que persiga un estilo personal y definido, el
que quiera adentrarse en un mundo denso, tapiado, lleno de ramajes que apenas
dejan ver la claridad y en el que las salidas no dan a la estancia del confort
ni el recreo sosegado. Florián Recio escribe a su modo, dando vida a unos
espectros que no dan tregua ni entran en las alacenas de lo políticamente
correcto.
“Morirás en Sodoma” es un zoológico de
pesadillas y ambientes cerrados, en el que unos seres inocentes caen en las
garras de otros sin alma. Y muchos desalmados. Transmiten desolación y crean un
universo pegajoso, como el alquitrán caliente, que concluye por arrastrar al
desprevenido. Como lector, ese es mi caso. Me produce ansiedad porque siempre
he padecido claustrofobia respecto a las obras de puertas cerradas, con techo y
sin ventanas, pero lo adictivo de su obra me obliga a respirar hondo y a seguir
por esos pasadizos sin luz en los que apenas alumbra con una vela. Sus
ambientes y los personajes con los que los decora, como figuritas en un portal
de Belén, me resultan enormemente atractivos en su sordidez.
“Morirás en Sodoma” es una novela densa,
coral, que no da tregua ni atisbo para la esperanza, porque su mundo está como
cercado de tapias y concertinas electrificadas, que dificultan la entrada e
imposibilitan la salida. Se añora, al mismo tiempo que se desprecia un pasado
cercano, en el que la gente se entretenía leyendo, viendo películas o
contemplando inútiles obras de arte, que no aportaban nada, ni al individuo ni al
común. Muertos que se esfuman con su entorno, laboratorios en los que no hay
límites para la experimentación, violencia, carestías de lo esencial, fanatismo
religioso, poderes ocultos que mueven a sicarios como marionetas. Un mundo de
“sálvese el que pueda”, carente de solidaridad y sin unidad programática. El
catecismo del bien común, difundido desde la pantalla, adormece la ética médica,
alambra y pone una justificación en cualquier decisión aberrante. Se recuerda
con displicencia que hubo un tiempo en el que “la gente aún se movilizaba para
ayudarse los unos a los otros”. En “Morirás en Sodoma”, un mundo débil, no
caben esas debilidades.
¿Concluye “Morirás en Sodoma” con un
atisbo para la esperanza? Esa sería una renuncia en la que Florián Recio no cae.
Por eso lo incluí entre los pocos autores extremeños que pueden trascender.
También por su vocación de marginal y por su independencia. El lector que
busque algo diferente, aquí tiene una oportunidad.
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