domingo, 5 de diciembre de 2021

Publicado en EL NORTE DE CASTILLA 05/12/2021

 

Tan claro como el arrope

Lo que dice doña Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda del Gobierno, sobre algo y lo que yo entiendo:


 «Toda política es política climática. Un abordaje efectivo del cambio climático, nuestro principal reto como Humanidad, parte de entender que justicia climática y justicia social son dos caras de una misma moneda».

 O sea, un yo qué sé, pero lo aclara y así se entiende el éxito de ‘Las chicas de la Cruz Roja’.


«Por ello debemos exigir un pacto verde europeo que ponga el trabajo decente en el centro, que fomente un crecimiento inclusivo y sostenible y que apueste en todo momento por el ensanchamiento democrático de nuestras sociedades». 

Con esto ya es que no caben disculpas para no entenderla, porque poniendo el trabajo decente en el centro se resuelven los flecos que explican que los berberechos al purgarlos escupan como defensa. Entiendo que es su clarísimo alegato sobre lo irresoluble que se enmarca en la saudade. Sí, la saudade.


 «En portugués y en gallego tenemos un concepto único, difícilmente traducible: la saudade. De entre las muchas definiciones que han tratado de capturar esta idea tan escurridiza, me quedo con la ofrecida por Rafael Dieste, ya que para el escritor gallego la saudade es ‘la inquietud de no llegar y la alegría de seguir’.

 Está claro, nos invita a seguir aunque no lleguemos porque la idea de saudade, como bien dice, es escurridiza y puede deslizarse entre los dedos. Por eso aclara el fondo de la cuestión: ¿por qué las monjitas siguen haciendo dulces caseros?».


«La saudade nos habla así de la atención irresoluble entre presente y futuro, entre la incertidumbre y la esperanza». 

¡Ahora sí! La atención irresoluble entre la incertidumbre y la esperanza es equiparable al concepto igualmente irresoluble entre presente y futuro. Por eso el canto gregoriano no está en el reguetón. Pero la vice insiste y tira de recursos pedagógicos porque sabe que el pueblo que tanto la quiere y admira coincidirá con ella. Se explica.


 «Así, frente a la parálisis y anhelo, creo firmemente en esa saudade que dinamiza nuestro producto de transformación y nuestra labor de gobierno, a pesar de las dificultades y la resistencia movidas entre la discrepancia entre lo real y lo posible y centrado en objetivos concretos y metas ambiciosas».

 ¡Toma ya! La parálisis y anhelos del abordaje efectivo del crecimiento sostenible quedan claros y crea una irresoluble atención entre la incertidumbre y la esperanza, según yo veo, porque los conceptos entre presente y futuro son igualmente recalcitrantes. Dicho queda, Picasso pintó el ‘Guernica’ en blanco y negro porque se quedó sin colores.


Deben leerse todos los entrecomillados seguidos para que no se vea alteración en su discurso. Ahora se entiende que, según el exmaquiavelito Redondo, Yolanda Díaz es el futuro que nos espera, la más popular, querida y valorada. Ada Colau lo vio claro: «Nunca quisiste ser presidenta ni líder mundial, pero te ha tocado».

No fue una improvisación, lo llevaba escrito, lo había meditado y lo cantó calmosa, enfatizando y arrastrando las frases para hacerlas más entendibles. Algo innecesario porque cuando se habla, o se lee, con el corazón todo fluye como la saudade que acaricia nuestro empeño. Se hace imprescindible lo que propone doña Yolanda, un pacto verde europeo que acabe con los algoritmos filantrópicos, ubicuos y de esgrima balsámica. Yat’á.

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