sábado, 6 de marzo de 2021

Blog Cuentos del Día a Día: SINVERGÜENZAS

 

 

                     
La calma del encinar

                      SINVERGÜENZA Y SIN VERGÜENZA

 

                                                  Tomás Martín Tamayo

 

Los taquígrafos del Congreso de los Diputados llamaron a Agustín Rodríguez Sahagún para preguntarle si durante su intervención había querido decir “sinvergüenza o sin vergüenza”. Fue un caso curioso de la doblez que permite el lenguaje y la utilidad de las comas. Un diputado socialista había insinuado una irregularidad desde la tribuna y Sahagún se sintió aludido. ¿Dijo “Sinvergüenza, suba a esta tribuna y aclare lo que ha insinuado” o  dijo “Sin vergüenza suba a esta tribuna y aclare lo que ha insinuado?”. Rodríguez Sahagún no quiso desvelar su intención y lo dejó en un “lo dicho dicho está”. No sé finalmente que pusieron en el acta de la sesión, pero para no caer en la ambigüedad calculada de Rodríguez Sahagún, yo grito sinvergüenzas como adjetivo.

 

Sinvergüenzas porque, con la hipocresía propia de los desalmados, os estáis alineando con los terroristas callejeros que hacen la guerra urbana, dejando en angustiosa soledad y desamparo a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.  En una situación comprometida y de indefensión porque, hagan lo que hagan, lo harán mal y con exposición de la propia vida.

 

Sinvergüenzas porque estáis permitiendo que  los violentos imponga su fuerza bruta, agrandando la ruina de comerciantes, hosteleros, restauradores e industriales que, además de las consecuencias que se derivan de la pandemia, se ven desamparados por un Estado de Derecho que se pone de perfil y parece entender más y mejor a los cafres saqueadores que a sus víctimas.

 

Sinvergüenzas porque, ante la perplejidad de la Cataluña decente y de la España silenciosa, estáis haciendo de Barcelona un campo yermo, en el que solo crece la violencia, la anarquía, el pillaje y la ley del más bruto.  Arcadia de antisistema, ladrones y secesionistas, a los que alentáis desde las propias instituciones del Estado. Y ahora con franquicias en otros puntos de España.

 

Sinvergüenzas porque estáis afirmando la decadencia de una comunidad puntera, competitiva,  vanguardista y laboriosa, que se ve atacada desde las instituciones que deberían protegerla de los violentos que aprovechan el “rio revuelto” de vuestra inacción para expoliarla impunemente.

 

Sinvergüenzas porque estáis fomentando el odio a base de tolerarlo, justificarlo y entenderlo, dejando que los radicales -nazis al fin-,  impongan el matonismo,  siembren el terror y destrocen el mobiliario urbano porque de ellos es la calle.

 

Sinvergüenzas porque escenificáis el rechazo y la condena, siempre tardía y medrosa, de unos actos que alienta una parte del Gobierno. Para el insomne  progresista, “la violencia es incompatible con la democracia” pero mantiene al “vicemoñito”, que la justifica y la alienta. ¡A nadie engañáis con ese añejo juego de poli bueno y poli malo!

 

Sinvergüenzas porque reconocéis los motivos de los vándalos y  los justificáis al anunciar reformas legales para despenalizar su comportamiento salvaje. ¿Porque hay que garantizar las libertades? ¿Las libertades de quiénes, sinvergüenzas?

 

Sinvergüenzas porque  con casi cinco millones de parados y al amparo de una democracia tolerante por débil, estáis consintiendo que una minoría de mequetrefes sienten sus credenciales y practiquen el pillaje, el robo y el sabotaje, mientras vosotros libáis el néctar del poder como moscardones sedientos.

 

Y sinvergüenzas los que apoyáis a un Gobierno de coalición incapaz de gestionar con coherencia y unidad, que desprestigia a España y a sus instituciones. ¡Sinvergüenzas, lo estáis haciendo sin vergüenza!

 

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