La calma del encinar
SINVERGÜENZA Y SIN
VERGÜENZA
Tomás Martín Tamayo
Los taquígrafos del
Congreso de los Diputados llamaron a Agustín Rodríguez Sahagún para preguntarle
si durante su intervención había querido decir “sinvergüenza o sin vergüenza”.
Fue un caso curioso de la doblez que permite el lenguaje y la utilidad de las
comas. Un diputado socialista había insinuado una irregularidad desde la
tribuna y Sahagún se sintió aludido. ¿Dijo “Sinvergüenza, suba a esta tribuna y
aclare lo que ha insinuado” o dijo “Sin vergüenza suba a esta tribuna y
aclare lo que ha insinuado?”. Rodríguez Sahagún no quiso desvelar su intención
y lo dejó en un “lo dicho dicho está”. No sé finalmente que pusieron en el acta
de la sesión, pero para no caer en la ambigüedad calculada de Rodríguez
Sahagún, yo grito sinvergüenzas como adjetivo.
Sinvergüenzas
porque, con la hipocresía propia de los desalmados, os estáis alineando con los
terroristas callejeros que hacen la guerra urbana, dejando en angustiosa
soledad y desamparo a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. En una situación comprometida y de
indefensión porque, hagan lo que hagan, lo harán mal y con exposición de la
propia vida.
Sinvergüenzas porque
estáis permitiendo que los violentos
imponga su fuerza bruta, agrandando la ruina de comerciantes, hosteleros,
restauradores e industriales que, además de las consecuencias que se derivan de
la pandemia, se ven desamparados por un Estado de Derecho que se pone de perfil
y parece entender más y mejor a los cafres saqueadores que a sus víctimas.
Sinvergüenzas
porque, ante la perplejidad de la Cataluña decente y de la España silenciosa,
estáis haciendo de Barcelona un campo yermo, en el que solo crece la violencia,
la anarquía, el pillaje y la ley del más bruto.
Arcadia de antisistema, ladrones y secesionistas, a los que alentáis
desde las propias instituciones del Estado. Y ahora con franquicias en otros
puntos de España.
Sinvergüenzas porque
estáis afirmando la decadencia de una comunidad puntera, competitiva,
vanguardista y laboriosa, que se ve atacada desde las instituciones que
deberían protegerla de los violentos que aprovechan el “rio revuelto” de
vuestra inacción para expoliarla impunemente.
Sinvergüenzas porque
estáis fomentando el odio a base de tolerarlo, justificarlo y entenderlo,
dejando que los radicales -nazis al fin-, impongan el matonismo, siembren el terror y destrocen el mobiliario
urbano porque de ellos es la calle.
Sinvergüenzas porque
escenificáis el rechazo y la condena, siempre tardía y medrosa, de unos actos
que alienta una parte del Gobierno. Para el insomne progresista, “la violencia es incompatible con
la democracia” pero mantiene al “vicemoñito”, que la justifica y la alienta. ¡A
nadie engañáis con ese añejo juego de poli bueno y poli malo!
Sinvergüenzas porque
reconocéis los motivos de los vándalos y los justificáis al anunciar
reformas legales para despenalizar su comportamiento salvaje. ¿Porque hay que
garantizar las libertades? ¿Las libertades de quiénes, sinvergüenzas?
Sinvergüenzas
porque con casi cinco millones de
parados y al amparo de una democracia tolerante por débil, estáis consintiendo
que una minoría de mequetrefes sienten sus credenciales y practiquen el
pillaje, el robo y el sabotaje, mientras vosotros libáis el néctar del poder
como moscardones sedientos.
Y sinvergüenzas los que apoyáis a un Gobierno de coalición incapaz de
gestionar con coherencia y unidad, que desprestigia a España y a sus instituciones.
¡Sinvergüenzas, lo estáis haciendo sin vergüenza!
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