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La calma del
encinar
DESAPARECIDOS
Tomás Martín
Tamayo
Los anuncios
clásicos de la Navidad han desaparecido y no sigue ni el
conejito de
las alcalinas. Este año el que volvía a casa por Navidad y la
muñeca patosa
no han querido saber nada ni de la casa ni del Portal.
Se han
ahogado las burbujitas del cava y los que querían turrón-
turrón han
debido pasar a la dieta blanda. Hace años desapareció el
calvo de la
Lotería, llevándose la magia, para dar paso a unos
dramones que
nos hacen llorar. Tampoco ha venido la motera
pechugona que
buscaba a Jacq’s. Aquella deidad que paraba su moto
en una plaza
mojada, se bajaba la cremallera de la chupa de cuero
mostrando sus
razones, se quitaba el casco, movía su dorada melena y
decía: “Busco
a Jacq´s”. Siguen los anuncios de perfumes, todos
iguales, casi
todos franceses y con un guion que parece escrito por Poli
Díaz. Repiten
dos tan clásicos que los protagonistas deben estar
disfrutando
de la jubilación.
Uno: Un
maromo aparece en un acantilado, marcando paquete con un
mini bañador
blanco. Desde lo alto se ve la mar en calma y una barca
con moza
deslumbrada por el sol. El tipo se tira al agua con tan buena
suerte que
cae al lado, lo que ya es puntería. Sale del agua sin haberse
mojado, sube
a la barca y ella, con un bikini minúsculo, lo recibe
separando las
piernas. No hay preámbulos, huele a urgencias. El
paquetudo se
aproxima, se sitúa encima y la barquera se acomoda en el
suelo de la
barca y comienza a bajarle el bañador al tipo…. Cuando
parece que
las placas tectónicas van a chocar y que el seísmo es
inevitable,
un impertinente se interpone con una claqueta, ¡toma 69,
que
casualidad!, y cortan. ¿Qué anuncian? Creo que un perfume, pero
no sé si es
de “cushi-cushi Caleguín Heguer, el de guisi-guisi Dols
Gaban o el
saus-saus de Pac Roaban (léase en voz bajita y desganada).
Pero este no
es el más absurdo.
El otro: Hay
movida en el puerto y unos marineritos, con gorrito
blanco de
grumete, se están echando un pulso. De pronto el más guapo
mira hacia
arriba y ve a una rubia en la barandilla de un faro, con
bañador rosa
y tetamen en picos de bellotas. Ella, oteando el horizonte
y más ansiosa
que Obélix, canta una especie de “Avemaría”, que es lo
más normal
para la ocasión. El marinerito sale que se las pela, salta
fardos, se
pelea con los que se interponen, se sube literalmente por las
paredes,
atraviesa un camino de losetas que conduce hasta el faro y
sube una
escalera de caracol, como propulsado por un cohete. La
reclamante lo
arrincona contra la barandilla, le morrea con fiereza de
loba en celo,
se aprieta contra él, baja la mano y… ¡Lo mismo que con
los de la
barca! Cortan y otra vez el cuchi-cuchi, guisi-guisi, el saus-
saus y de un
perfume de no sé quién.
¿Motivan
estos anuncios para salir corriendo a comprarlos? Con el de
Jacq´s sin
dudas, porque allí estaba la rubia motera y porque, además,
era “el aroma
de los hombres más buscados”. Y Jacq´s sin enterarse.
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