sábado, 2 de mayo de 2020

Otra visión


La calma del encinar
                            OTRA VISIÓN

                                                Tomás Martín Tamayo
                                                tomasmartintamayo@gmail.com



El Covid-19 no ha llegado en paracaídas ni empujado por vientos caprichosos. Los  modelo políticos imperantes son una burla corrupta y los económicos una temeridad ramplona e inhumana. Hemos arrasado especies animales y vegetales, estamos derritiendo los polos, propiciamos sequías, inundaciones, terremotos, lluvias torrenciales, huracanes, hambrunas y millones de desplazados. Nuestro mundo está llegando a su estación término, está sentenciado y si no es  directamente por un patógeno, un tsunami o un meteorito, acabará, por podredumbre, precipitado con el soplido de un abanico.

El mundo ha cambiado muchas veces, pero tenemos poca memoria. En “El shock del futuro”, Toffer adelantaba  que “Los analfabetos del futuro serán aquellos que no sepan aprender, desaprender y reaprender”. Parece que “desaprender” es muy trabajoso y no ponemos mucho empeño en “reaprender”, por lo que, cíclicamente, algo nos arrasa.

¿Imaginan las dificultades  de los aventureros que arribaron al llamado “Nuevo Mundo”? No solo pisaban un suelo desconocido sino que, además, lo hacían con el lastre del que conocían. Eso era peor que partir de cero, porque llevaban una pesada carga de creencias, vicios y costumbres que dificultaban las posibilidades de escribir en  un folio en blanco. Iban tan cargados que llevaron incluso enfermedades allí desconocidas, pero lo difícil era “desaprender” con otra visión, partiendo de una realidad ingrata que exigía “reaprender”. Nunca lo hacemos.

Detrás de cada árbol se escondía un peligro, el crujir de las  ramas era una amenaza, las aves extrañas dibujaban en su vuelo malos presagios y el desconocimiento sembraba espectros fantasmales que, sumados a las supercherías, los llenaban de temores. Solo disponían del lastre que llevaban en el saco de la memoria, porque la medicina más socorrida era santiguarse y mirar implorantes al cielo. Casi como ahora.

Incapaces de empatizar con los nativos, tan sorprendidos como ellos, la solución más facilona fue enrocarse en la ignorancia, porque no pudieron separar la verdad de la mentira, ni mirar de otra manera lo que tenían delante. Casi como ahora.

Con la invasión del  Covid-19 -¿le llamamos conquista?- nuestro mundo, como aquel, ha sido zarandeado y, aunque con el tiempo recuperemos una aparente normalidad, acabamos de pisar una realidad que irá exigiendo nuevos modos, costumbres y creencias. Si no logramos levantar la mirada, quedaremos relegados porque el patógeno impondrá un cambio radical. Uno más en la historia de la Humanidad.

 Estamos en la antesala de un cambio global y va a ser muy difícil afrontarlo con una mentalidad vieja. El Imperio romano, al final, cayó por el óxido de las mismas armas que propiciaron su expansión. El atentado de las Torres Gemelas parece haberse superado, pero quedaron controles  que restringen movimientos y cercenan nuestra libertad. ¿La revolución francesa solo sirvió para poner  a los reyes bajo la guillotina? ¿La Segunda Guerra Mundial solo puso orden entre malos y buenos…?

¿Qué sabemos del Covid-19? ¿Afecta a los primates y a otros animales? ¿Estamos preparados para la avalancha de millones de inmigrantes que, en meses, llamarán a nuestra puerta? ¡Pero si ignoramos si su origen es animal o de laboratorio! Demostrado está que el hombre, para destruirse, no necesita el empujón de la naturaleza. Al revés, sí.

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