sábado, 9 de marzo de 2019

La ventanilla invisible


                           La calma del encinar
                           LA VENTANILLA INVISIBLE
                         
                                                          Tomás Martín Tamayo
                                                          Blog Cuentos del Día a Día
                                                          tomasmartintamayo@gmail.com


Existe una ventanilla invisible en la que se expiden certificaciones de fascistas, demócratas, franquistas, machistas… Unos cuantos/as  son ocupas de esas ventanillas, de las que se han apropiado por el civilizado procedimiento de la patada en la puerta. Ellos y ellas, con la acreditación académica de “porque yo lo valgo”, se han erigido en supervisores capaces de etiquetar a todo el mundo y son tan absolutamente zafios que una vez que emiten sus sentencias se creen su propio veredicto.

Si no les aplaudes: Fascista. Si les contradices: Dictador. Si les recuerdas lo que dijeron o lo que hicieron: Demagogo. Si respetas el himno o la bandera de España: Facha. Si muestras hastío por el bochornoso ordeño que se hace de Franco: Franquista. Si no comulgas con el feminismo impostor: Machista…  Machista es la acreditación más distribuida desde la ventanilla invisible, por las que esgrimen el título que ellas mismas se han otorgado. Y no hay alegación posible porque se convierten en primera y última instancia. Ellos/as instruyen la causa, aportan las pruebas, son los testigos, dictan las sentencias… ¡Ay, si pudieran ir más allá!

Ayer, en “Cartas a la directora” de HOY, Alba Morillo, escribía: “Esto no es una guerra ni un conflicto armado donde el principal enemigo es el hombre”. Una voz sensata. Días atrás seguí en una red social la diatriba entre un conocido y una que lo único que ha hecho en su vida es decir que es “feminista” y pasar cazo al feminismo. Decirlo, porque serlo es otro cantar. La verdadera feminista no busca  supremacías ni privilegios, no cae en abusos por el género, no quiere anular al varón ni reclama para conseguir la igualdad discriminaciones positivas. Aquella estaba tan limitada que veía más constitucional y democrático pactar con Bildu que con Vox, porque los de Abascal  quisieron revisar en Andalucía algunos chiringuitos feministas. Antes de que concluyera la batallita lo llamé para adelantarle el veredicto final: “Acabará regalándote el título de machista”.

Días después coincidí con él: “Tenías razón, acabó llamándome “machista de primera división y sin remedio”… ¿Sentencia dictada, asunto zanjado? “No, no supo responderme cuando le dije que yo tenía menos de machista que ella de machorra”. La señora “feminista” tenía establecidas divisiones, como en el fútbol, pero no estaba programada para un zasca imprevisto.

Ahora, con la irrupción de Vox, se ha abierto una nueva ventanilla, detrás de la que operan supervisores de guardia, que rastrean todo lo que se diga para encasillar, como de “extrema derecha”, al que no se posicione claramente, pero los excesos, los juicios sumarísimos y la cerrazón alimentan a un electorado creciente. Curioso, ¿la extrema necedad, haciéndole la campaña a la extrema derecha? No pasando mucho tiempo, algunos de los que hoy  demonizan a Vox lucirán orgullosos su escarapela como interventores y apoderados en las mesas electorales.

Ahora tenemos que ser muy puntillosos al emitir opiniones, porque si decimos algo que no sea favorable hacia un sector, de  inmediato nos afilian al contrario. Un sin vivir, cada semana nos adscriben a una cofradía diferente. En días se puede pasar  de “sanchista” a “riverín”, de “casadillo”  a “vuELve”.  Hemos retrocedido en libertades de todo tipo y, al mismo tiempo, hemos caído en excesos libertarios que aniquilan las libertades individuales, atacando creencias, símbolos religiosos, educación o banderas. Y todos somos sospechosos, no sé de qué, pero sospechosos.

La manifestación de ayer bien y me alegro, porque es necesario reivindicar la igualdad de derechos y acabar con unas diferencias que no se corresponden con el siglo XXI.


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