La calma del encinar
FRANCO CHUNDA,
CHUNDA
Tomás Martín Tamayo
Blog Cuentos del Día a Día
En el Congreso de los Diputados deberían establecer un par
de días al mes para discutir gilipolleces, gansadas, ocurrencias y puestas en escena.
Serían las jornadas más lúdicas y concurridas. Además de “puertas abiertas”
para los peatones, los debates
retransmitidos en directo y por todas las cadenas, como el mensaje navideño del
rey, pero divirtiendo al personal. La comisión parlamentaria de “Enredos,
saraos y jaranas” se encargaría de seleccionar y aglutinar las iniciativas
dignas de ser debatidas en esos días de
plenos memorables, a los que no faltaría ningún periodista acreditado. Los
palcos de invitados se ocuparían por sorteo y ante notario, ya que la demanda
superaría a la final de la Champions League.
-¿A qué hora entras mañana a trabajar?
- Mañana me pondré enfermo, no trabajo porque es el día de
las gilipolleces en el Congreso y eso no me lo pierdo. Después del debate
sobre “protocolo del gobierno en caso de
apocalipsis zombi”, me he hecho adicto y cuento las horas para ese
acontecimiento. ¿Viste el morreo que se pegaron el Iglesias y otro maromo? ¡Qué
tíos, cómo se lo pasan!
Mezclar gansadas y asuntos serios, debatiéndolos en la misma
sesión, es frivolizar lo serio pero sin dar seriedad a las tonterías, que son
las que finalmente acaparan titulares. Esta semana, el pleno del Congreso ha
vuelto a resucitar a Franco, para sacar sus restos del Valle de los Caídos. 198
votos a favor, uno en contra y 14 abstenciones a favor de la exhumación… ¿Que
qué más cosas se debatieron? Solo ha trascendido esa, que debió ser la más
importante, aunque a efectos prácticos solo sirve para perder el tiempo o como
testimonio, porque no es vinculante y Franco puede seguir en su panteón,
posiblemente carcajeándose de que tantos años después su nombre siga ocupando
debates y titulares. Franco, como el Cid, sigue vivo después de muerto. Y
ganando batallas.
¿Habrán averiguado ya que Franco fue un dictador, que nos
hizo marcar el paso, que restringió las libertades y salpicó las cunetas de
muertos? No lo parece porque en eso están desde hace 40 años, que son más de
los que duró su dictadura. Ni los franquistas más recalcitrantes han hecho
tanto por preservar la memoria de Franco como los desnortados de una izquierda
a la deriva, incapaces de ofertar un proyecto que no sea el recordatorio
permanente del dictador, anclados en un pasado que en la calle está superado.
Deberían establecer una fecha tope para dejar de ordeñar el tema, porque Franco
murió en 1975, cuando no habían nacido la mayoría de los diputados que hoy
parecen haber cogido el testigo de sus abuelos.
Que se pongan de acuerdo y establezcan un mes entero para
ponerlo a parir, día a día y pueblo a pueblo. Que caigan sobre Franco todas las
descalificaciones y epítetos que el diccionario reserva para los monstruos de
la humanidad, que durante ese mes hasta los nonatos se estremezcan en sus senos
maternos con las felonías del dictador, que no haya ave, planta ni pez que no
sepa el mal que hizo, pero que a partir de esa fecha se dejen de monsergas
franquistas, que están demostrando que Franco sabía lo que decía y llevaba
razón cuando proclamó aquello de “está todo atado y bien atado”. Franco vivo
dio cobijo a muchos vividores, pero Franco muerto sigue amamantando a otros
muchos, que viven para perpetuar su memoria. ¡Cuarenta años y sin pasar página!
¿Cuándo nos entretenemos con el próximo debate?
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