La calma del encinar
EL DEDO EN EL GATILLO
Tomás Martín Tamayo
Blog Cuentos del Día a Día
“Mire, don Tomás, yo le estoy agradecido porque me ha
ayudado mucho durante estos años, pero
pertenezco a ETA y si usted fuera un objetivo, le aseguro que no me temblaría
el pulso…”
Eso se lo oí a un alumno al que había ayudado y que, al
mismo tiempo que me manifestaba su agradecimiento, aclaraba sus disposición a
pegarme un tiro si la banda se lo ordenaba. Nada excepcional, por esto teníamos
que pasar. La historia de los últimos 40 años en España está plagada de
intrahistorias que difícilmente se cuenten, porque son miles de personas, de
decenas de colectivos, las que podrían rememorar vivencias similares. Recuerdo
a un funcionario al que un recluso de ETA le preguntó amablemente que si se
había divertido en la boda de su hermana, celebrada la tarde anterior. ¿Y cómo
interpretar la felicitación navideña que la mujer de uno de ellos envió a un
jurista de II.PP, a su domicilio particular?
Los familiares de un etarra le dijeron a un funcionario encargado de las
comunicaciones: “La próxima vez que vengamos, con un poco de suerte, no lo
veremos”…
Como maestro de
II.PP, mi experiencia con los presos de ETA no fue negativa porque eran alumnos
que generalmente se esforzaban, no faltaban a clase, no perdían la compostura,
tenían una constancia que no era frecuente entre los reclusos y siempre me
trataron con respeto y deferencia. No eran muy dados a mantener conversaciones
fuera de las estrictamente necesarias y tampoco a demostrar afectos o
desafectos, pero un alumno que llevaba conmigo varios años y que tenía muy bien
encarrilada su carrera de Derecho, tuvo la “debilidad” de ir a despedirse de mí
porque lo trasladaban a la prisión de Martutene . Yo le aconsejé que concluyera
sus estudios y se dedicara al ejercicio de la abogacía, que dejara atrás el
pasado… Él me miró pensativo, como si estuviera eligiendo las palabras y me
dijo lo que señalo al principio… Dos años después de salir de la prisión le
explotó una bomba que estaba manipulando. Había conseguido concluir la carrera
de Derecho.
España entera estaba en el punto de mira de ETA y daban sus
golpes para causar el mayor número de víctimas y el mayor perjuicio económico
posible, atentando contra objetivos turísticos en épocas concretas. Del
chantaje y la extorsión hicieron su bandera, obligando a cerrar industrias
punteras del País Vasco y golpeando a los propios vascos, sin importarles su
condición, edad o sexo. ¡Qué sarcasmo lo de aquella madre vasca que en el
entierro de su hijo y rota de dolor, gritaba!: “¿Por qué a mi hijo, si él es
vasco?”. Tampoco se estremecían por las víctimas colaterales, con decenas de
niños mutilados o muertos.
II.PP COMO OBJETIVO
No hubo un sector que se librara de la mordedura de la
serpiente y supieron “colectivizar” la ruina y el dolor, en medio de la
estupefacción que causaba su osadía, atentando contra el presidente del
Gobierno, la cúpula militar, las fuerzas del orden, políticos, jueces,
banqueros, fiscales, periodistas, médicos, funcionarios de prisiones… El miedo
también se colectivizó y, como una mancha de aceite, se expandió por toda
España, cubriendo el suelo de sangre porque ninguna provincia se libró del
zarpazo.
En 1989 los colectivos penitenciarios se convirtieron
en objetivo prioritario de ETA. Lo anunciaron solemnemente en un comunicado
que, como todo lo que de la banda procedía, ocupaba portadas y titulares. ETA
se hacía presente cuando quería y como quería, simplemente enviando una nota a
un medio cercano. A partir de ese año fueron asesinados seis funcionarios de
prisiones, además de un médico de la prisión del Puerto de Santa María. El
secuestro de Ortega Lara todavía produce escalofríos por su refinada crueldad.
Los que trabajábamos en II.PP recibíamos alertas constantes,
sugiriéndonos rutas alternativas para llegar a nuestro trabajo, cambiando las
matrículas de los vehículos, extremando las precauciones, mirando debajo de los coches antes de subir a
ellos, cediendo la titularidad a algún familiar, ocultando el domicilio, no
haciendo públicos nuestros desplazamientos, ni frecuentar los mismos sitios, a
las mismas horas… La costumbre hizo que asumiéramos el riesgo con naturalidad,
como si formara parte de nuestras obligaciones laborales. Es fácil imaginar
cómo vivirían los guardias civiles, policías, militares…
PARÍS BIEN VALE UNA MISA
El primer rey Borbón, Enrique IV, de confesión protestante,
para acceder al trono de Francia decidió profesar la fe católica,
justificándolo con una frase que ha
pasado a la historia: “París bien vale una misa”. En política se entiende
semejante bamboleo como una muestra de
acertado pragmatismo pero, sin tanta sofisticación, se está más cerca del
fraile que llevaba una puta al hombro, con la justificación de que “todo es
aprovechable en el convento”. Ahora ha tocado ser pragmáticos para sacar
rentabilidad a la supuesta rendición de
ETA y unos y otros, incluso los mismos etarras, enarbolan el éxito del
“desarme” como una victoria. Desarme no ha sido y rendición tampoco, aunque con
eufemismos todo se disfraza. La rendición puede incluso ser un acto romántico,
heroico y hasta patriótico, como el que refleja Velázquez en “La rendición de
Breda” o cuadro de las lanzas, pero los delincuentes no se rinden, a ellos se
les persigue, se les detiene, se les juzga y se les encarcela.
ETA fue y sigue siendo una organización terrorista,
utilizada por muchos para alcanzar objetivos que estaban fuera de sus
propósitos iniciales. Se prestó a poner el dedo en el gatillo y ejercer de
“tonto útil” en estrategias que se ocultaban tras las cortinas de la legalidad.
A fin de cuentas, una marioneta, como han reconocido muchos de ellos. Parece
que unos y otros se tenían bien repartidos los papeles porque sin la ayuda
externa la vida de ETA hubiera sido más corta y menos sanguinaria.
NOGALES Y NUECES
No olvidemos aquello
de que “unos mueven el nogal y otros cogemos las nueces” del presidente del
PNV, el ex sacerdote jesuita Javier Arzallus. El gran patriarca del
nacionalismo vasco justificaba implícitamente a los que movían el árbol para
que otros, como él, pudieran coger los frutos, poniendo sobre la mesa de
cualquier negociación los muertos que la banda iba dejando a su paso y, lo que
es peor, incluso los muertos futuros porque, como le dijeron al ministro Rosón,
“mañana puede ser peor que hoy”. ¿Y lo de Zapatero, llamando “hombre de paz” a
Otegui?
Aznar, el mismo que hablaba catalán en la intimidad y tenía
certezas incuestionables sobre el arsenal de armas de destrucción masiva en
Irak, se refirió a ETA con el eufemismo estúpido de “Movimiento Vasco de
Liberación”, poniendo sobre sus testas asesinas el laurel heroico de los que
luchan y mueren por liberar a su pueblo, pero
una idiotez no mengua su calibre por salir de la boca de un político
oportunista o ignorante. De todos modos la exclusiva de los dislates lexicales
no la tiene solo Aznar, porque por la ventanilla de ETA pasaron todos y, el
tiempo lo dirá, no me atrevería a asegurar que la banda no ha logrado una parte
importante de sus objetivos, altamente representada como está en las
instituciones y con serias posibilidades de lograr cotas de poder mayores.
¿Miremos para otro
lado y aceptemos con piadosa ingenuidad que -qué casualidad- los terroristas incrementaban sus crímenes
cada vez que se aproximaba una negociación entre el Gobierno vasco y el
Gobierno de España? No parece arriesgado deducir que ETA movía el nogal en el
momento preciso y, no me atrevo a decir que como contraprestación, tenía una
importante base de sustento emocional porque, gracias a sus “hazañas”, otros
podían hacer caja porque “París bien
vale una misa”.
El pistoletazo de salida, el primer asesinato no planificado
de la banda, lo dio un voluntarioso Txabi Etxeberrieta, que en un control de carretera, en junio de
1968, decidió acribillar al guardia
civil José Ángel Pardines Arcas. Supongo
que por semejante hazaña, porque no se le conoce otra, una avenida de la
guipuzcoana Leioa lleva su nombre, lo
que indica agradecimiento y reconocimiento a un hijo de la localidad… ¿Por los
servicios prestados? Desde luego no fue por sus publicaciones. ¡Otra vez las
nueces!
ETA, sin dejar de ser una banda terrorista tenía empapado de
sangre incluso el pasamontañas con el que se ocultaban sus voceros, contó con
la comprensión de sectores muy importantes, que la miraban con condescendencia.
Una parte notable del clero vasco, aglutinado en torno al obispo Setién, era
muy reacia a posicionarse claramente. Setién, durante los funerales prohibía dentro de las iglesias la bandera
española sobre los féretros de los guardias civiles asesinados por
ETA. El obispo siempre se mostró más comprensivo con los verdugos que con sus
víctimas y, con el cinismo que le caracterizaba, llegó a preguntar que "¿dónde está escrito que hay que querer a todos los hijos por igual?".
Mejor huérfano que con ese padre.
VIDAS PARALELAS
Yo inicié mi vida profesional casi al mismo tiempo que ETA
su actividad delictiva y, desde el principio, tuve el “privilegio” de tratar con ellos, porque en mi primer
destino, la prisión de Córdoba, ya me encontré con Izco de la Iglesia,
condenado por el asesinato del inspector Melitón Manzanas. Fue el primer acto planificado por la banda. En ese atentado participó también el Mario
Onaindía, que tras renegar de su pasado llegó a ser senador
del PSE-EE.
El colectivo de presos etarras, que fluctuaba entre los 500
y los 800 de los casi 4000 dispositivos que tenía la banda, estaba diseminado
por la práctica totalidad de los centros penitenciarios y en la prisión de
Badajoz siempre hubo un remanente. Como director de la Unidad Docente, en lo
relativo a la actividad académica, los
atendía yo. Es decir, que desde que comencé hasta mi jubilación, cuarenta y dos
años después, siempre tuve el “privilegio” al que aludía más arriba. Se puede
decir que comencé mi actividad profesional al mismo tiempo que ETA y que la
concluí cuando dejaron de matar. Toda una vida. Eso me permitió ver su
evolución, sus fluctuaciones, sus contradicciones, los quebrantos internos de la banda, que no siempre podía imponer un
criterio vertical al colectivo de sus presos y las simpatías con que algunos
los trataban.
Recuerdo que en una ocasión un profesor se desplazó hasta
Badajoz desde Bilbao, en taxi, para
examinar a un alumno de Filosofía del Derecho. El alumno no quería hacer el
examen, porque no había estudiado la asignatura, pero el profesor insistió,
insistió, insistió… Al salir le pregunté que si lo había aprobado y me
respondió que sí “porque no sabe
filosofía, pero sabe filosofar”. Nunca lo entendí, lo cuento por si alguien lo
entiende. Pero el asesinato de 829 personas y más de 5000 heridos y mutilados,
deberían impedirnos mirar para otro lado con la soflama del perdón y la
reconciliación antes que de la Justicia. Justicia que debería alcanzar a los
palmeros que tuvieron.
Hay que recordar los entierros nocturnos de guardias civiles
y policías, que salían por las puertas traseras de las iglesias y recibían
sepultura de madrugada, teniendo que contratar a sepultureros que no lo eran
porque los oficiales se negaban por miedo. Mientras tanto, los terroristas
fallecidos disponían de los bajos de la catedral del Buen Pastor de San
Sebastián, cedidos por Setién, sin
objeción alguna a las banderas que cubrían los féretros. Sé que recordar esto
puede resultar doloroso y hasta inoportuno, pero peor fue el dolor, silenciado
y mudo, de las víctimas que se vieron excluidas incluso de la solidaridad del
vecindario, mientras sus verdugos eran aclamados y daban nombre a calles,
avenidas y plazas. El mundo al revés. Nunca entenderé por qué el Gobierno vasco
pagaba los desplazamientos de los familiares de ETA hasta las prisiones donde
estaban sus presos y lo negaban a todos los demás. Si el recluso no era
terrorista, su familia no tenía ayuda. ¿Se pagaban así las nueces?
¿ESTUDIAR A LA FUERZA?
Como “París bien vale una misa”, quiero creer que más por
miedo que por identificación, sectores como el financiero, el industrial, el
político, una parte considerable de sus universidades, profesionales,
funcionarios e incluso fuerzas del orden público, sin olvidar un sistema
jurídico tan garantista que les permitía llevar siempre la iniciativa, el caso
es que ETA imponía su estrategia de terror. Todos los vientos eran favorables
para las velas del terrorismo, todo en detrimento de sus víctimas y de la
dignidad colectiva de un país que tragaba saliva y, en ocasiones, se ponía de
perfil, por temor a que la respuesta de los pistoleros se hiciera aún más agresiva. En una ocasión Suárez me
comentó que había noches en las que se despertaba sudando, después de una
pesadilla con atentados. Tenía que
levantarse y echarse agua fría en la nuca para desconectar del sueño y no
continuar inmerso en la pesadilla.
Los reclusos etarras tenían, supongo que siguen teniendo,
una postura colectiva al margen de los demás presos, con los que procuraban no
tener excesivo trato. Disciplinados, unidos en las formas, nunca llevaban el
paso cambiado y si decidían una huelga de hambre o de patio (negarse a salir de
la celda), lo seguía todo el colectivo, sin fisuras. Por su parte, ETA no los
abandonaba, cuidaba de sus familias, a las que incluso les asignaba una
cantidad mensual, los atendían, los visitaban, les pagaban asistencia letrada y, por decisión propia o
por imposición de la banda, casi todos estudiaban o al menos se matriculaban.
Muchos de ellos, que entraron en prisión como neolectores,
gente joven y sin oficio, salieron con una licenciatura, derecho, psicología y
periodismo fundamentalmente, aunque también algún matemático. Bien es cierto
que, hasta hace muy pocos años, aparentemente lo tenían más fácil que los
demás, porque se matriculaban en la Universidad a Distancia del País Vasco,
exclusiva para ellos. Los reclusos vascos que no pertenecían a ETA no tenían
acceso a la misma y si querían estudiar tenían que hacerlo por la UNED… ¿Por
qué? Buena pregunta. Era detectable cierta tolerancia en la calificación de los
exámenes, sin que con esto insinúe complicidad o dejadez por parte de los
profesores que los examinaban. Cuando está pervertido el todo, las partes
importan poco.
LA INFORMACIÓN ES PODER
Los presos de ETA estaban bien informados de lo que ocurría
en la calle, aunque es difícil saber cómo obtenían la información, más allá de
la correspondencia, la radio, la prensa y las visitas que recibían de
familiares, abogados y profesores. Una mañana, el bibliotecario me llamó porque
un recluso destacado, que incluso siendo preso preventivo se presentó a las
elecciones autonómicas y consiguió acta de diputado, insistía en que quería
hablar conmigo. Nada más verme llegar se acercó a mí, con una pregunta muy
lacónica y aparentemente inofensiva: “¿Mañana va Suarez a Jaén?” Yo no sabía
nada de los viajes de Suárez y en un principio no le di excesiva importancia,
pero pensándolo después… Lo comenté con el director de la prisión y
consideramos conveniente trasladarlo al delegado del Gobierno, que hizo lo
propio con el Secretario de Estado para
la Seguridad… El revuelo fue enorme porque era verdad que Suárez iba a
desplazarse a Jaén y, fuera de un entorno muy reducido, nadie lo sabía. ¿Cómo lo supo el preso etarra
y para qué quiso que supiéramos que él lo sabía? Naturalmente el viaje se
suspendió y por prudencia omito otras decisiones que se tomaron.
No siempre era fácil el trato con los reclusos de ETA
porque, a veces, solían pedir más de lo que les correspondía. Tuve una pequeña
discusión con uno por unas redenciones de estudio que no le correspondían. Estaba
matriculado, pero no se había examinado de ninguna asignatura y aunque no tenía
que aprobar para redimir, yo entendía que al no examinarse quedaba excluido.
Pareció aceptar mi criterio, pero lo trasladaron y me dejó un
regalo/recado/aviso, que me entregó otro recluso. Envuelta en papel de
periódico, sellada con cinta celo, recibí una piedra plana, ovalada, con dos
inscripciones artísticas, hechas con
rotuladores de colores. En una cara el nombre de mi hijo y en la otra el de mi
hija. Daban donde más dolía, eso sí que sabían hacerlo.
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