domingo, 4 de septiembre de 2016

                                        La calma del encinar
                              PRESCINDIBLE
                                                                                  Tomás Martín Tamayo
                                                                                    (martintamayo.com)  

Creo poder afirmar que  en estos cuarenta años de aparente democracia, ningún líder político ni ningún partido ha sufrido un acoso mediático como el que en estos días soporta Pedro Sánchez y el PSOE. Desde todos los frentes, incluso desde el propio frente socialista, sección “carcamal adocenado”, se presiona para convencernos de que Rajoy tiene que ser presidente del Gobierno sí o sí, sin remedio. Y lo curioso es que el propio Rajoy parece convencido de que es la solución “urbi et orbi” y no el problema. El argumento peregrino es que, aunque sea rechazado por la mayoría, al tener más votos y diputados cualquier solución tiene que pasar por su entronización como tal. Y hasta parece razonable, pero resulta que  nuestro sistema electoral prima a las mayorías, pero sin garantizarles un peso decisorio a la hora de lograr el poder. El electorado elige a los concejales, pero son los concejales los que eligen al alcalde y muchos de nuestros municipios, como Madrid o Valencia, tienen en la oposición al partido más votado porque a la hora de elegir alcalde, salió investido el segundo, tercero, cuarto e incluso quinto candidato. En las CCAA ocurre igual y, por ejemplo, Javier Arenas, habiendo ganado las elecciones autonómicas en Andalucía, no logró la presidencia. Y el sistema es el mismo para formar Gobierno, el electorado elige a sus diputados y son los diputados los que eligen al presidente. ¿Tiene que ser diferente, precisamente ahora, porque a los poderes fácticos les interese cambiar la visión de las reglas del juego?

No voy a defender un sistema que me parece malo por injusto y desproporcionado, pero creo que lo correcto es cambiarlo si no sirve, porque mientras esté vigente a él nos debemos. Y  si suena a chascarrillo cambiarlo con un fin concreto y puntual, para beneficiar a un candidato o a un partido, peor aún es tergiversarlo y manipularlo a la carta sin haberlo tocado. El PP ganó las elecciones, pero no ganó la presidencia del Gobierno y  las presiones sobre Pedro Sánchez o el PSOE solo sirven para evidenciar que son muchos los intereses que están en juego y que algunos - ¡Ay Felipe, Felipe!- hablan  como portavoces de intereses que a la mayoría se nos escapan. Este acoso estrafalario, con aliados como el Financial Times o el Parlamento Europeo, puede ser un revulsivo electoral si llegamos a las terceras elecciones, porque el electorado  en cada ocasión está más alerta y suele cambiar el rumbo de su decisión si le tocan los cataplines. Y nos los están tocando.



Desde el principio he tenido un signo de interrogación sobre Pedro Sánchez, pero con tanta presión me lo están cambiando en un signo de admiración. No es fácil soportar tal acoso y me parece admirable que, en medio de tanto chalaneo interesado, haya alguien capaz de mantener el timón en la dirección de lo que dijeron y prometieron. Llevaba razón el candidato socialista, cuando definió su reunión con Rajoy como “prescindible”. Unas terceras me parecen mucho mejor que un gobierno endeble, incapaz, sin apoyos y con el único resorte de convocar elecciones anticipadas cuando le convenga, al margen de lo que convenga a España. Y mejor votar de nuevo que un cambalache forzado de socialistas, podemitas, separatistas y oportunistas de todo pelo. ¿Tan fatigoso es votar? Me parece que es más fatigoso no hacerlo.





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