La calma del encinar
PRESCINDIBLE
Tomás Martín Tamayo
(martintamayo.com)
Creo poder afirmar que en estos
cuarenta años de aparente democracia, ningún líder político ni ningún partido
ha sufrido un acoso mediático como el que en estos días soporta Pedro Sánchez y
el PSOE. Desde todos los frentes, incluso desde el propio frente socialista,
sección “carcamal adocenado”, se presiona para convencernos de que Rajoy tiene
que ser presidente del Gobierno sí o sí, sin remedio. Y lo curioso es que el
propio Rajoy parece convencido de que es la solución “urbi et orbi” y no el
problema. El argumento peregrino es que, aunque sea rechazado por la mayoría,
al tener más votos y diputados cualquier solución tiene que pasar por su
entronización como tal. Y hasta parece razonable, pero resulta que nuestro sistema electoral prima a las
mayorías, pero sin garantizarles un peso decisorio a la hora de lograr el
poder. El electorado elige a los concejales, pero son los concejales los que
eligen al alcalde y muchos de nuestros municipios, como Madrid o Valencia,
tienen en la oposición al partido más votado porque a la hora de elegir
alcalde, salió investido el segundo, tercero, cuarto e incluso quinto candidato.
En las CCAA ocurre igual y, por ejemplo, Javier Arenas, habiendo ganado las
elecciones autonómicas en Andalucía, no logró la presidencia. Y el sistema es
el mismo para formar Gobierno, el electorado elige a sus diputados y son los
diputados los que eligen al presidente. ¿Tiene que ser diferente, precisamente
ahora, porque a los poderes fácticos les interese cambiar la visión de las
reglas del juego?
No voy a defender un sistema que me parece malo por injusto y
desproporcionado, pero creo que lo correcto es cambiarlo si no sirve, porque
mientras esté vigente a él nos debemos. Y si suena a chascarrillo cambiarlo con un fin
concreto y puntual, para beneficiar a un candidato o a un partido, peor aún es
tergiversarlo y manipularlo a la carta sin haberlo tocado. El PP ganó las
elecciones, pero no ganó la presidencia del Gobierno y las presiones sobre Pedro Sánchez o el PSOE
solo sirven para evidenciar que son muchos los intereses que están en juego y
que algunos - ¡Ay Felipe, Felipe!- hablan
como portavoces de intereses que a la mayoría se nos escapan. Este acoso
estrafalario, con aliados como el Financial Times o el Parlamento Europeo,
puede ser un revulsivo electoral si llegamos a las terceras elecciones, porque
el electorado en cada ocasión está más
alerta y suele cambiar el rumbo de su decisión si le tocan los cataplines. Y
nos los están tocando.
Desde el principio he tenido un signo de interrogación sobre Pedro
Sánchez, pero con tanta presión me lo están cambiando en un signo de
admiración. No es fácil soportar tal acoso y me parece admirable que, en medio
de tanto chalaneo interesado, haya alguien capaz de mantener el timón en la
dirección de lo que dijeron y prometieron. Llevaba razón el candidato
socialista, cuando definió su reunión con Rajoy como “prescindible”. Unas terceras
me parecen mucho mejor que un gobierno endeble, incapaz, sin apoyos y con el
único resorte de convocar elecciones anticipadas cuando le convenga, al margen
de lo que convenga a España. Y mejor votar de nuevo que un cambalache forzado
de socialistas, podemitas, separatistas y oportunistas de todo pelo. ¿Tan
fatigoso es votar? Me parece que es más fatigoso no hacerlo.
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