El son de
los asombros
DERECHO
A DESPERTAR
Tomás
Marín Tamayo
Blog Cuentos del día a día
Agustín Muñoz Sanz, en su enjundioso “Marco Aurelio”, dice: “La fe de
cada uno es patrimonio de cada cual. Un terreno inviolable, como las fronteras
de Roma…” No sé si hoy el emperador se atrevería a decir lo mismo respecto a
las fronteras de Hispania. En la “piel de toro” están tirando de todos sus
extremos y parecen más organizadas las fuerzas para desmembrar que las de
permanecer unidos. Artur Mas tiene el baile de San Vito y Rajoy óxido en todas
sus bisagras. Uno no para, va a piñón fijo y el otro que no arranca, parece que
pedalea con palos atravesados en las ruedas. Mas avanza, amaga y golpea,
mientras Rajoy pestañea y niega, sin moverse, sin salir del baldosín… ¡Es el hombre chotis!
Ahora, es justo reconocerlo, a su vuelta de China, “la estatua de
Pascua” se ha mostrado más resolutivo y Consejo de Ministros, Consejo de Estado
y Tribunal Constitucional se han reunido con celeridad para dar respuesta
adecuada, frenando en 48 horas la baladronada de Mas, pero, casi al mismo
tiempo, Rafael Catalá, el nuevo ministro de Justicia, catalán por más señas, se
despacha -¿a título personal?- con que él es partidario de reformar la
Constitución para que el nuevo texto recoja la singularidad de Cataluña.
¡Bueno, bueno, la burra vuelve al trigo! ¿Es que las otras comunidades no son
singulares? Como nadie se va a estar quieto, habremos de reconocer, dentro de
la singularidad autonómica, otras 19 “singularidades”, con lo que volveremos al
“café para todos”, pero para peor, porque, ¿qué hay más allá de de un sistema autonómico que ha vaciado al
Estado de casi todas las competencias? Solo fronteras y alambradas con
concertinas, que acabarán desgarrando más a los que quieren salir que a los que
desean entrar.
El caso es que Cataluña, tan laboriosa, emprendedora, industrializada y
rica, lleva decenios con los fuegos de artificio, arruinando su presente y su
futuro con el viaje a parte alguna de sus mandatarios, cogidos de los
cataplines por una ERC que es la que marca las rutas, arruinando a todos los
socios circunstanciales, mientras ella se catapulta en el electorado. Casi
acabó con el PSC y prácticamente ha devorado a una otrora poderosa CIU que,
entre los mangoneos trincones de los
Pujol y los devaneos de este Mas obnubilado, puede incluso desaparecer,
camino de una refundación que se avecina convulsiva. Si ellos reclaman el
“derecho a decidir” nosotros tenemos “derecho a despertar”. Mala suerte han
tenido los catalanes, pasando de las manos de un insaciable que creía que
Cataluña estaba en su ombligo, a la de una marioneta cuyos hilos mueven desde
ERC.
Implícitamente, el Tribunal Constitucional, al aceptar los recursos,
suspende todo el proceso, pero los obstinados mantiene su desafío y amenazan
con seguir su camino, al margen de una Constitución de la que se valen para
estar donde están y como están, pero de la que pretenden cachondearse
ruidosamente. Malo que nos quedemos en los cantos de sirena, fiándolo todo a
las resoluciones judiciales, porque en el fondo lo que subyace es un problema
político de difícil solución, porque, con el consentimiento cobarde de los diferentes
gobiernos de España, Cataluña lleva treinta y cinco años adoctrinando desde las
aulas para fomentar el odio y el separatismo. Si sigue el desafío y para
cumplir la suspensión cautelar del Tribunal Constitucional hay que recurrir a
la policía autonómica, a la Policía Nacional, a la Guardia Civil o al Ejército,
la confrontación puede superar cualquier previsión e incluso acelerar el
proceso. Eso es precisamente lo que pretenden sus impulsores, que buscan a la
desesperada una víctima. Entrar en Cataluña no es como entrar en la casa de un
roba bolsos para detenerlo. Si se suspende la autonomía catalana el ánimo de
secesión se incrementará y si se detiene a los culpables directos se les
victimizará y haremos héroes a mastuerzos y sabandijas. Eso solo es posible en
un estado fuerte y cohesionado. Y no es el caso. Agazapados detrás de las
matas, y a verlas venir, se frotan las manos los vascos, gallegos, canarios,
baleares… Yo no descarto presidir algún día la futura república independiente
de Campillo de Llerena, mi pueblo.
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