La calma del
encinar
INFECCIÓN
OPORTUNISTA
Tomás Martín Tamayo

¿Se acuerdan de la “marcha verde” de 1975, auspiciada por Hassan II? Pues fue pionera de
las infecciones oportunistas. El rey de Marruecos ejerció de patógeno y
organizó su pataleta catorce días antes de que Franco falleciera. Aprovechó la
confusión del momento, el vacío de poder y el desconcierto de una España
enferma y anclada en un signo de interrogación, para ensanchar la sangría y
chupar de ella. Antes no se hubiera atrevido y después hubiera sido tarde, por
lo que el alauita, patógeno irredento, aprovechó la enfermedad de España para sumar
a ella una infección oportunista que le permitiera ocupar el Sahara español,
sin declarar abiertamente la guerra y, como siempre hizo, dejando que el pueblo
marroquí, familias enteras con sus ancianos y niños, tomaran la iniciativa de
la “espontánea marcha”.
¿Otro patógeno del momento? El alguacil de Gibraltar, un tal Fabián
Picardo que, como hizo Hassan II, aprovecha la situación de debilidad de una
España debilitada para organizarnos otra marcha, pero ahora cambia el verde por
el gris cemento. Con un par y sabiendo que lo que mejor se nos da es ponernos
de perfil y lloriquear un poco para disimular, nos golpea con bloques de
hormigón para que, por la fuerza de los hechos, avanzar Gibraltar en la misma
medida que retrocede España. Bla, bla, bla, como saben que somos un cachondeo, se
divierten y se cachondean. ¿Imaginan la reacción de Inglaterra si España
hubiera osado tocarle un centímetro a Gibraltar? Pues eso.
Pero el gran patógeno de nuestros días es Artur Mas. El tipo se fuma un puro con la
Constitución, se carcajea del Gobierno, le hace cortes de mangas a leyes y
tribunales y mira al resto de España como el coyote al correcaminos. Como todos
los demás, nos tiene tomada la medida, sabe que estamos malitos y nos inocula
infecciones oportunistas. Y el gran Mariano, émulo del gran Zapatero, de
perfil, mirando al cielo y rezando para que escampe.
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