La calma del encinar
MOSQUITOS
DE GUARDIA
Tomás Martín Tamayo
L
Los mosquitos están haciendo su agosto desde junio y cada año son un poco más audaces porque ya no esperan ni al atardecer para salir de parranda. Son tantos y tan variados que el “desmosquitado” de sus hábitats preferidos, apenas reduce sus incursiones porque siempre queda un retén de guardia que cumple con los servicios mínimos establecidos. Este año no han salido todos a faenar juntos, pero está claro que se han organizado, distribuyéndose el día en varios turnos, para que nadie se sienta discriminado por no haber recibido el ronchón correspondiente. Están haciendo su trabajo a conciencia y con disciplina militar, respetando los relevos de tal forma que durante todo el día, pero sobre todo de nueve de la noche a siete de la mañana, siempre hay mosquitos de guardia.
Pero los mosquitos son los que tienen la fama porque las que de verdad
cardan la lana son las mosquitas. Ellas son las que salen a currarse el
chupeteo de cada noche ya que los mosquitos a los más que llegan es a hacer
ruido. Como suele suceder, mucho amagar, mucho sacar pecho y mucho zun-zun-zun,
pero a la hora de la verdad pocos picotazos. Los mosquitos no se comen una
rosca, es la historia de siempre. Sentado que son las mosquitas las encargadas
del trabajo de campo, se ha comprobado científicamente que ellas tienen muy
delimitadas sus preferencias y a la hora de dar el picotazo seleccionan muy
bien a la víctima. Una mosquita que se precie sólo pica a un negro
ocasionalmente, por extravagancia y si no hay alternativas cercanas. Las
mosquitas los prefieren blancos y sobre todo rubios y de piel transparente. Sus
gustos están tan perfilados que incluso dentro de los blancos antes le tiran
los tejos al sudoroso que al que acaba de salir de la ducha. Ven a un rubio en
pantalón corto, corriendo y sudando y se van a por él con ansia… Y entre las
mosquitas, -¡ay, ay, ay!-, hay una especie que
muestra una predilección especial por las mujeres en general y otra,
rarita ella, por las mujeres en su periodo menstrual, aunque la más abundante se
decanta por los jovencitos… Es lo que hay.
Todas estas aparentes tonterías mosquiteras, proceden del estudio
riguroso que ha hecho Andrew Spielman,
profesora de Harvard, que lleva treinta años analizando las conductas
selectivas de los hematófagos. Afirma en sus conclusiones que las mosquitas han
marcado en ocasiones incluso el curso de la historia porque su intervención fue
determinante en la expansión romana, en la guerra de secesión y en casi todos
los conflictos africanos, en los que se tiene muy en cuenta su intervención.
Napoleón siempre preguntaba a sus generales por los mosquitos. Además del
escozor y la hinchazón, transmiten la malaria, la filariasis, la encefalitis,
la fiebre amarilla… y aprovechan cualquier infección oportunista para
agrandarla. La señora Spielman ha catalogado hasta 2.500 variedades y en la
distribución que hace, a España le tocan 60 especies de las que 23 pululan por
Extremadura. Nuestras mosquitas están entre las que pican hondo y fuerte.
¿Trucos para evitar el acoso? No
sudar, no llevar olores florales y sobre todo estar muy cabreados. El cabreo es
algo que no soportan las mosquitas, por eso algunos ignoran lo que es un buen
picotazo.
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