La calma del encinar
LOS PUTOS AMOS
Tomás Martín Tamayo
Como cantaban los de Siniestro
Total son “los putos amos”.Cualquier tipillo que entra en la prisión con algún
eco mediático, se transforma por arte de birlibirloque en el puto amo del
patio, en el guía espiritual, en el gurú y en el héroe de la muchachada
habitual de los centros penitenciarios. ¡Qué capacidad de seducción, qué
facilidad para adaptarse a un medio adverso, qué inteligencia para doblegar la
natural hostilidad de delincuentes con muchas cicatrices, colmillos retorcidos
y años de condena! Llegan en el coche policial con ternos de alta costura,
descorbatados, sí, pero con camisas a medida y con sus iniciales bordadas, sus
zapatos de hebilla , repeinados… y nada más atravesar la primera puerta toda la
prisión se postra a sus pies. Y claro, el brillo de los tipos deslumbra tanto
que cuando a las 24 horas son trasladados a un módulo y entran en el comedor o
en el patio, todos se ponen de pie o le hacen la ola... ¡Vaya película, qué
risa!
Siempre, desde el caso Matesa, hace más de cuarenta años, ocurre lo
mismo y ya aquel Juan Vilá Reyes, el primer capitoste que ingresó en prisión,
se convirtió en el perro-guía (puto amo de ahora) de cara al exterior, porque
dentro no pasó nunca de ser un pagacafés, pagatabaco, pagatodo y paratodo. Allí
rozando la condición de chico de los recados del módulo y suministrador oficial
de pitillos para los verdaderos capitostes, pero proyectando hacia fuera una
capacidad de liderazgo que nos hace reír a todos los que conocemos ese submundo.
El caso más singular, porque él es singular en sí mismo, fue el de Mario Conde,
que nada más conseguir su primer permiso carcelario se dedicó a sacar pecho,
presumiendo de los colegas que había dejado dentro y del respeto que allí le
profesaban. Es como si en las prisiones se hubiera establecido un antes y un
después de Mario Conde.
Ahora el puto amo de la trena es Bárcenas. Los presos le piden autógrafos,
ropa y tabaco, lo consideran un héroe, lo buscan y protegen, le reservan un
sitio en el comedor, todos se disputan su cercanía y su consejo… ¡Otro puto
amo! Lo peor es que como entren todos los que están en rampa de salida -más
bien de entrada-, acabarán disputándose entre ellos la capitanía general de los
patios carcelarios… Yo no soy tan inteligente como Mario Conde, ni tan vivo
como Javier de la Rosa, ni tan sagaz como Manuel Prado y Colón de Carvajal, ni
tan listo como Bárcenas, ni, ni, ni.., pero después de cuarenta años trabajando
en prisiones algo he visto y algo sé del pan que allí se amasa y de lo que se
cuece en aquel horno. He tenido alumnos de todo pelo y color, atracadores,
estafadores, asesinos, proxenetas, violadores, etarras, grapos… y algo de
autoridad tengo para afirmar que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Al margen de las políticas y
politiquerías que la manosean, la prisión es de lo poco serio que nos va
quedando. Es dura, férrea, recia, inmisericorde y asfixiante. Y mientras más
cuello duro tenga el recluso peor lo pasa porque se hace mas abismal el
contraste. Allí los líderes, que los hay, no suelen ser conocidos ni tienen
apellidos sonoros y se forjan en la batalla de cada día. Todos estos personajes
son unos pringadillos que pagan a muy alto precio hasta por sonreír. ¿Los putos
amos? ¡Vamos, sí, claro, los putos amos!
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