La calma del encinar
EN DEFENSA DEL PERIODISMO
Tomás
Martín Tamayo
La caída del Imperio Romano no
hay que buscarla en el 480 dC, periodo del último y efímero emperador, Rómulo
Augústulo, un muchacho de 15 años al que no dejaban dormir porque, cuando
trascendía que se acostaba, sus adversarios movían cientos de cencerros para
que no pudiera conciliar el sueño. La descomposición se inició doscientos años
antes, aunque la inercia y el inmenso poder acumulado por Roma prolongaran la
agonía hasta caer en la indefensión total. Un liviano empujón de Odoacro,
general del ejército de los hérulos, fue suficiente para que la última torre
del Imperio cayera, figurando el desdichado Augústulo como el artífice de una
caída que tenía antecedentes muy lejanos.


Son los periodistas los que
han denunciado las tropelías de Bárcenas, los silencios de un PP que parece cogido
en una trampa mortal, las irregularidades que hacen caer gobiernos y
consejeros, los “sobres” que don Pepiño Blanco recibió del PSOE para reformar
su vivienda, el exilio del dinero de algún Puyol, el blanqueo por una amnistía
fiscal llena de trampas…Esta misma semana varios medios han difundido la noticia de que “con dinero
del erario público, la Casa Real acometió reformas por un valor superior a los
dos millones de euros, para acondicionar un palacete en el que ha vivido cinco
años una tal Corinna, al parecer amiga íntima del rey… ¿Alguien da más, alguien
se escandaliza con la difusión de unas noticias, cencerradas al fin, que ponen
en evidencia a los gobernantes, a la clase política y a la sociedad en general?
Son los medios de comunicación, los periodistas, los únicos que se atreven
a hacer la cencerrada que a Rómulo Augústulo le quitaban el sueño, pero que en
una España entregada y corrupta, no despiertan a nadie. ¡Qué felices seríamos
si los periodistas no hicieran sonar
unos cencerros que nos ponen frente al espejo!
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