La caída de la monarquía absoluta francesa no fue fruto de
un elemento aislado, como la rebelión del ejército, la sublevación de los artesanos
o las penurias del pueblo, sino de la coincidencia temporal de todos esos
factores y, sobre todo, de la desconexión entre la clase dirigente y la clase
dirigida. En el lenguaje de hoy podríamos decir que los políticos, empezando
por los propios reyes, “estaban fuera de cobertura”, porque habían caído en una
endogamia que los mantenía al margen de la realidad de la calle. Ellos
gobernaban un mundo al que no pertenecían. Confundieron los gritos con el
griterío y fueron incapaces de distinguir entre voces y ecos, por lo que no
supieron traducir los avisos que durante diez años les llegaron. Era evidente
que la clase política, instalada en una ficción permanente, no fue capaz de bajar
del escenario y confundió con aplausos lo que era pitos y pataletas… ¿De qué me
suena esto?
El corazón de la
calle latía con una frecuencia diferente a la de unos políticos instalados en
una torre tan alta que apenas les permitía oír un murmullo lejano. Ni veían, ni oían, ni
olían, ni sentían, ni padecían... Se hizo evidente que la necesaria y
obligatoria reforma no la podía capitanear un sistema anquilosado, oxidado y de
espaldas a la realidad y se asumió que las reformas de los políticos sólo
servían a los políticos. En las calles se agolpaban los mendigos que años antes
habían tenido prósperos negocios, campesinos que habían abandonado sus campos,
enfermos y lisiados, familias enteras... En Versalles, rodeando a la pareja
real, existía una cohorte instalada en la comodidad, aduladores y serviles
ocupando estamentos inútiles, cuyo sostenimiento suponía un alto porcentaje de
las riquezas del reino. Todo aderezado con una corrupción galopante y
generalizada, consentida porque era moneda de uso común. El esplendor y el lujo
de los políticos concitó la crítica popular que, indignada, fue movilizándose
contra una casta parasitaria a medida que la crisis económica se agudizaba,
golpeando a los más débiles… ¿De qué me suena esto?
La revolución francesa surgió como un estallido social,
cuya consecuencia inmediata fue la ruptura violenta de un sistema corrupto e
incapaz de modificar su errático deambular, incluyendo el derrocamiento de Luis
XVI, perteneciente a la Casa Real de los Borbones. La I República no surgió por
el impulso de los republicanos, sino como respuesta violenta a un régimen
agotado e incapaz de ver las pústulas sociales que estaba generando. Fueron
muchas las causas y no hay espacio para analizarlas pero una de ellas, tal vez
la principal, fue la demostrada incapacidad de la clase gobernante para hacer
frente a los problemas del Estado. Luis XVI se mostró tan indiferente e
indeciso que la traca popular le cogió de cacería. La justicia estaba al
servicio del poder y el clero en sus prebendas. Mientras la clase gobernante
seguía en su eterno ferial, los impuestos recaían sobre el campesinado,
trabajadores y pequeños comerciantes, con la consiguiente ruina que generaba
cada vez más pobres y desasistidos… ¿De qué me suena esto?
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