Creo
que son los inventos asociados a Internet más fascinantes, locos, dispares y
multidisciplinares del momento. La idea es en apariencia sencilla, como ocurre
con los cuadros de Miró, que cualquiera se atrevería a hacer algo semejante, pero fue Miró el que
acuñó el estilo y la estilística endiablada de sus colores, como fue Botero el
que recreó en sus bronces a los gordos/as hasta hacer de ellos diseños
estéticos. Yo he accedido recientemente a las dos redes sociales más populares,
Twitter y Facebook, y reconozco que me he visto inmerso en un mundo multicolor
y abierto, con diseños diferentes, pero con el aderezo común de que ambas
facilitan la comunicación inmediata sin que medie, al menos visiblemente,
censura alguna. ¿LÍmites? Yo no los conozco, porque he visto entradas que
ningún otro medio se atrevería a publicar. Lo peor de las dos redes es que
admiten “camuflados” que, escondidos tras los cortinajes, se dedican al
zancadilleo sistemático de una entrada o un titular, con una identidad falsa.
Lo mejor es que ambas, con la pulsación de una tecla los emboscados
desaparecen.
En
Twitter, con la limitación de caracteres, se exige concisión en el lenguaje, son
mensajes breves, fogonazos de actualidad o desahogos personales, publicados en
un correturno ilimitado que oxida la noticia casi al mismo tiempo que se
escribe, aunque si se tiene cierta habilidad en su manufactura y oportunidad,
puede sostenerse en el tiempo y multiplicarse en la difusión con la tentación
de los “retwittear”, porque una noticia que interesa puede llegar a varios
millones de usuarios simplemente porque unos cuantos se empeñen en su “reenvío”
inicial. Una marca de cosméticos hizo un seguimiento concreto y la noticia,
frase en este caso, llegó a diez millones de usuarios en apenas unas horas.
Twitter es más fugaz, pero también más directo y “profesional”. Los propios
medios de comunicación lo utilizan para adelantar lo que han colgado o van a
colgar en sus propias páginas digitales porque se saben superados por la
celeridad del sistema.
En
Twitter puedes seguir sin que te sigan, pero en Facebook, que es como el
periódico del mercadillo, tienes que compartir el seguimiento a base de
solicitar “amistad” a las interminables ofertas que la propia red de facilita.
En Facebook hay gente que cuelga una foto de su suegra, a la que en un descuido
playero se le ha salido una teta y gente que te enseñan la paella que acaban de
cocinar. Felicitaciones, pensamientos, poemas, cuentos, canciones… En esta red
me he encontrado a una especie que
debería estar protegida porque es imposible hallar gente más necia en ningún otro
medio de comunicación. Son los plastas que consideran que cualquier bostezo
suyo debe ser inmortalizado y te cuentan, casi minuto a minuto, su deambular
por la vida: “Saliendo de casa”,
“entrando en el bar”, “ante un cafetito con porras”, “hace frio” “hoy he
madrugado”. Incluso tenemos diputados que cuelgan al unísono, para que todo el
mundo se entere: “votando” “saliendo de la comisión” “aburrido” o como escribió
una durante el debate pasado, mientras intervenía Vara: “Habla Vara, pero yo
sigo a lo mío” ¿Qué se traería entre manos la ilustrísima?
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