Al rebufo de la caza del funcionario en general, interinos, Sanidad y
Enseñanza en particular, están promocionando un artilugio que puede controlar
hasta los suspiros. Yo tengo uno. Es un reloj-espía, con esfera luminosa que permite ver la hora en la
oscuridad. Aparentemente se trata de un reloj inofensivo, pero en sus tripas
esconde una hambrienta cámara de video que permite grabar durante horas todo lo
que se mueva en un radio de veinte
metros. Es un invento estupendo, aunque me está complicando la vida porque como
no tengo a quién espiar, lo he puesto delante de mi sillón y me espío yo solo. Tiene
el inconveniente, eso sí, de que para comprobar el potencial de la esfera
luminosa hay que apagar la luz, y como me da pena de que a algo tan útil, como
es ver la hora en la oscuridad, no se le saque rendimiento, no dejo de apagar y
encender la lámpara para ver cómo se ilumina la esfera. No es perfecto, viene
con un problema de diseño y es que la cámara de video se pone en marcha por el
movimiento que la rodea, pero necesita luz para grabar, lo que me obliga a
elegir entre espiarme o ver la hora en la oscuridad. Dilema mayúsculo porque,
como se sabe, las dos cosas son muy necesarias.
Bueno, pues creo que al Gobierno
de la Junta, o a la Junta del Gobierno, han llegado ocho relojes-espías, como
el mío, y uno de juguete para Juan Parejo, que anda mirando la hora todo el
tiempo: “¡Es la hora, es la hora, es la hora!”. ¿La hora de qué, Juan? “¡No lo
sé, pero es la hora, es la hora!”. Monago tiene problemas con su reloj-espía,
porque no sabe si quedarse a oscuras
para ver la esfera luminiscente de su ombligo o encender la luz para que el
video pueda grabarlo mientras se viste de lagarterana, que es la última
ocurrencia que está amasando la factoría. Al del consejero de Hacienda se le
han caído los números y no sabe si sobran horas o hacen falta minutos. Y el de Agricultura -¡ay Dios mío!-, se ha
perdido en el campo porque creía que era una brújula. En Sanidad, como no
tienen presupuesto, quieren sustituirlos por los fonendos, para vigilar a los malos, es decir,
a los médicos. El de Educación está parado, como su secretario general, y el
reloj de cultura, muy anticuado, hace tic-tac, cubriendo el Teatro Romano de
Mérida con el dedito encima de la ceja. El de la señora je, je, je, lo están tuneando, a juego su camisita y su
canesú. El de Fomento está parado.
Vara ha pedido uno, pero Monago
le ha dicho que mire el de la iglesia. Para el socio de IU tampoco hay reloj,
pero le han regalado una cámara fotográfica de pega que al apretar el botón
suelta un chorro de tinta que va directamente a los ojos. Escobar anda con la cara
amoratada todo el tiempo, pero sigue, clic, clic, con la ilusión de pelotear a
Monago para que le cambie la tinta azul por la roja. Criaturas.
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