miércoles, 11 de abril de 2012

POCO REFINADOS


Antes de que se hiciera pública la DIA sobre la refinería, tuve un encuentro con un amigo, involucrado directamente en el proyecto. Haciéndome portavoz de la evidencia, le anuncié que la declaración de impacto ambiental iba a ser negativa. Negativa a bocajarro o positiva con condiciones inviables que la harían igualmente negativa. Me escuchó con interés, pero seguía manteniendo una pizca de esperanza, basándose –¡ay Dios!- en la confianza que le inspiraba Monago… A veces, los visionarios capaces de ver una siderúrgica en Jerez, una cementera en Alconera o una refinería en los Santos de Maimona, no aciertan en la medida justa que separa la  heroica temeridad de la cornada certera y sufren atropellos, como el de Padilla. Si a esto se suma el supuesto conflicto de intereses en el que parece involucrado el propio ministro…

 Nueve años, dos partidos en el Gobierno, cuatro ministros y tres presidentes autonómicos han estado manoseando el proyecto según ha interesado en cada momento, mientras que el empresario se ha vaciado en una tramitación que le ha costado cincuenta millones de euros y en la que se le ha exigido casi que pinte las nubes de colores. Si el parque de Doñana estuvo ahí desde el principio ¿para qué tanta solicitud y tanta ampliación de costosos informes añadidos? ¿No podían haber tomado la determinación mucho antes? No, porque era, según las circunstancias, políticamente muy ordeñable. Política, política, política y política de principio a fin, aunque algunos se hicieron cruces cuando Alfonso Gallardo, al pan pan y al vino vino, cansado de tanto cachondeo, salió con unas declaraciones inusuales, afirmando que si los políticos querían la refinería obtendría una DIA favorable. Verdad incontestable, aunque la hipocresía al uso quiera vestir la declaración final como algo técnico en lo que no interviene ni política ni políticos. ¿Una declaración exclusivamente técnica? ¡Tía p´allá!
 El proyecto de la refinería nació politizado y su tramitación y desenlace final  ha sido político, además de descarado y desvergonzado. Con el empresario y con Extremadura, porque se han inventado exigencias por las que otros no han pasado para hacer lo mismo, con menos inversión y en menos tiempo. Ibarra, con la frivolidad que le caracteriza, la metió de rondón durante su debate de investidura de 2003, vendiéndola como algo estudiado y meditado que, además, iba a impulsar como perla del proyecto que estaba presentando. De entrada, ya puso a la mitad de Extremadura en contra, pero eso es algo que a él no le inquietaba, si podía conseguir titulares a su costa. Después de apadrinarlo, encabezando incluso una manifestación, no hizo nada porque más allá del bla, bla, bla él no llegaba.
Vara se la encontró entre la herencia y después de ganar las elecciones, dijo aquello de “la refinería es cosa juzgada”. Monago, pies para qué os quiero, se fue corriendo a Jeréz para hacerse una foto con el empresario, garantizándole su apoyo incondicional, aunque ahora, “si te vi no me acuerdo” porque, cogido por los cataplines, la incondicionalidad la reserva para preservar su silloncito. 
Han usado la refinería para limpiarse el… aunque el papel higiénico lo hayan puesto los técnicos. Vaya pepelón. El de unos y otros.

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