El nombramiento de Carlos Floriano como vicesecretario de Organización del PP, va a devolverle la sonrisa de unos cuantos recaderos que, considerándolo amortizado, casi lo habían borrado de su agenda. El más parlanchín y madrugador ha sido Manzano, el penoso presidente de la Asamblea, que estos días ha estado especialmente activo. El tipo se repite más que el ajo y si mañana ostentara un alto cargo la joven a la que denunció por escribirle unos acertados ripios, “a mi primo me lo arrimo”, Manzano los haría esculpir en mármol para demostrarle su amistad y cercanía.
Su habilidad más conocida es la de volverse en un baldosín, así se las gasta, qué penita, el excelentísimo señor. Muchos le oímos renegar de Monago: “Monago lo último, antes que Monago cualquier cosa”, para nada más ver que Monago estaba bendecido por Madrid, de inmediato pasar a ser el ultra monaguista furibundo que es hoy. Pero le va bien, por tan altos méritos es diputado, presidente del Parlamento y secretario general. Es difícil sacarle más a menos.
Sevilla tiene un olor especial, que convoca incluso a la selección española de fútbol cuando requiere apoteosis y baños de multitudes. PP y PSOE también se han dejado seducir por el aroma sevillano, que ahora ha sustituido el azahar por los efluvios electorales y hasta allí se han ido para celebrar sus congresos nacionales.
El PSOE, perdido, decidió alargar su exilio, presentando a los comensales dos platos únicos para degustar: la toxina botulínica, que hace fallar el sistema nervioso y provoca una muerte segura y la ricina, que causa fallos espasmódicos en el sistema respiratorio, de efectos irreversibles. Ante menú tan mortífero, los socialistas echaron la moneda al aire y salió cruz, cruz de toxina botulínica, cruz de calvario lento y doloroso, cruz de Rubalcaba.
No quisieron probar la ricina que les había cocinado doña Carma, pero ya van bien servidos con las salsas de Rubalcaba.
Satisfacción también en el PP que, con Rubalcaba como alternativa, debe hacer planes para tres legislaturas. “Sevilla tuvo que ser testigo de nuestro amor”, susurró Rajoy al oído de la mujer de nieve, olvidado ya el amargo cónclave de Valencia. “Je t´aime”, respondió la estatua de hielo que parece huida del festival de Sapporo y que ha oficiado en Sevilla su particular “topamí”.
La presidente de la Junta de Castilla-La Mancha, va a dedicar el tiempo que le quede libre a dirigir la orquesta del PP desde la secretaría general, a la que ha añadido la portavocía del huérfano González Pons. La nívea manchega, a la hora de repartir, se ha quedado con toda la baraja: la Secretaría Electoral, la coordinación de Estudios, la Secretaria del Comité Electoral, la de Sanidad y la de Agricultura. El “gordo” ha caído en Castilla-La Mancha y se vendió íntegramente en la administración de La Cospe.
Extremadura se ha quedado fuera del Gobierno y de la cúpula del PP, aunque ahora quieran arrimarse a la brasa de Carlos Floriano, que ha llegado por méritos propios, a su trote y conociendo muy bien al coro rociero, “Los manzaneques besucones”. Divertido.
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