Villafranco del Guadiana, pedanía de Badajoz, es uno de los pueblos de colonización mejor situados de Extremadura. A medio camino entre Badajoz y Talavera la Real, cerca del aeropuerto, del campo de golf, del hotel Confortel, del Cerro Gordo y a escasos metros de la autovía Madrid-Badajoz, ha duplicado su núcleo municipal en apenas cinco años. Tiene, además, un magnífico parque, mucho césped, mucho arbolado, mucha juventud, gente pelando la pava y una conciencia colectiva muy reconfortante, como se evidenció a principios de verano, cuando todo el pueblo salió en defensa de su parque. Aunque es un pueblo meramente agrícola, ofrece muchas ventajas como ciudad dormitorio por su tranquilidad, la hospitalidad de su gente, los servicios y la cercanía a Badajoz. Villafranco es un bálsamo que ofrece todas las ventajas del pueblo y todas las de la capital, pero…
Pero en Villafranco hay una soterrada inquietud. En voz baja, y sin señalar ninguna causa concreta, la gente comenta preocupada el elevado número de decesos por cáncer entre sus vecinos, que en muchos casos no superan los cincuenta años. Hay calles, de poco más de cien metros, en las que contabilizan hasta cinco muertes por cánceres diversos entre gente relativamente joven, además de los afectados por la enfermedad, que andan con los controles habituales para poner freno a la patología. Verdad, mentira, imaginación u obsesión, tal vez se debería hacer un estudio serio para aclarar, o desterrar, una preocupación que se incrementa con cada nuevo episodio.
Puede, y así se lo he dicho a algunos, que los índices reales de afectados no sean diferentes a los que cualquier otro núcleo de población similar. Y puede, será lo más probable, que la espiral de los cuchicheos acabe desencadenando un pánico tan colectivo como injustificado, pero el miedo es libre y hoy cada dolorcillo conecta las alarmas. Estos temores crecen más en los pueblos pequeños, donde todo y todos se conocen, que en las ciudades grandes, en las que las malas noticias se difuminan por su dispersión. Puede, puede y puede, pero los comentarios no cesan… ¿No se ha enterado usted? Pues en junio falleció otra vecina y dos más andan con la quimio…
El silencio no tranquiliza ni achica la preocupación de la gente, porque cada nuevo afectado, y parece que son muchos, despierta la inquietud y aviva los recelos. Las autoridades sanitarias deberían hacer un estudio casuístico de los decesos y de los afectados por diversos tumores en Villafranco, porque con los datos estadísticos que se tienen de la incidencia del cáncer, se podía establecer una comparación para descartar cualquier anomalía y tranquilizar a la población. O en el improbable caso de que haya una incidencia superior, buscar la causa y poner remedio para erradicarla. En los temas de salud, como en la honestidad de la mujer del César, además de serlo hay que parecerlo. ¿Qué pasa en Villafranco?, se preguntaban el domingo pasado en una churrería de Talavera? No se sabe si pasa algo, pero si no pasa nada debería saberse. Para tranquilidad de todos.
Pero en Villafranco hay una soterrada inquietud. En voz baja, y sin señalar ninguna causa concreta, la gente comenta preocupada el elevado número de decesos por cáncer entre sus vecinos, que en muchos casos no superan los cincuenta años. Hay calles, de poco más de cien metros, en las que contabilizan hasta cinco muertes por cánceres diversos entre gente relativamente joven, además de los afectados por la enfermedad, que andan con los controles habituales para poner freno a la patología. Verdad, mentira, imaginación u obsesión, tal vez se debería hacer un estudio serio para aclarar, o desterrar, una preocupación que se incrementa con cada nuevo episodio.
Puede, y así se lo he dicho a algunos, que los índices reales de afectados no sean diferentes a los que cualquier otro núcleo de población similar. Y puede, será lo más probable, que la espiral de los cuchicheos acabe desencadenando un pánico tan colectivo como injustificado, pero el miedo es libre y hoy cada dolorcillo conecta las alarmas. Estos temores crecen más en los pueblos pequeños, donde todo y todos se conocen, que en las ciudades grandes, en las que las malas noticias se difuminan por su dispersión. Puede, puede y puede, pero los comentarios no cesan… ¿No se ha enterado usted? Pues en junio falleció otra vecina y dos más andan con la quimio…
El silencio no tranquiliza ni achica la preocupación de la gente, porque cada nuevo afectado, y parece que son muchos, despierta la inquietud y aviva los recelos. Las autoridades sanitarias deberían hacer un estudio casuístico de los decesos y de los afectados por diversos tumores en Villafranco, porque con los datos estadísticos que se tienen de la incidencia del cáncer, se podía establecer una comparación para descartar cualquier anomalía y tranquilizar a la población. O en el improbable caso de que haya una incidencia superior, buscar la causa y poner remedio para erradicarla. En los temas de salud, como en la honestidad de la mujer del César, además de serlo hay que parecerlo. ¿Qué pasa en Villafranco?, se preguntaban el domingo pasado en una churrería de Talavera? No se sabe si pasa algo, pero si no pasa nada debería saberse. Para tranquilidad de todos.
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