Tengo un alto concepto de Guillermo Fernández Vara y una in disimulada simpatía hacia su persona. Es un hombre prudente y comedido, al que jamás le he visto perder los papeles. Se comporta siempre con educación y deferencia y sus modos parlamentarios están envueltos en tono sosegado y basados en el sentido común y afán didáctico. Además, ahora lo ha demostrado, es un político realista, que no está dispuesto a ordeñar el “lo que he sido” y, siendo todavía presidente en funciones, reclamó que se le apeara del tratamiento de presidente porque “desde el viernes soy Guillermo”. Brota espontánea la comparación con los nostálgicos que, incapaces de asumir que la comedia ha terminado y el telón ha bajado para ellos, siguen aferrados a la teta de un pasado que quieren perpetuar como presente. Pero, por ponerle un pero, Fernández Vara no parece muy al tanto de la prepotencia con la que se han comportado sus compañeros en los últimos treinta años. Prepotencia, altanería y chulería ha sido el pan de cada día.
Viene esto a cuento porque incluso los medios de comunicación se han visto sorprendidos por el “desahogo” parlamentario del portavoz popular durante los debates de esta semana. Yo no seguí las sesiones, pero la “escandalera” de Luis Alfonso Hernández me ha hecho buscar su intervención y, cuando la he oído, la he entendido, la he saboreado e incluso la he compartido. Y si se acude a los diarios de sesiones para ponerla al lado de las formas y maneras parlamentarias de Ibarra o Paco Fuentes, incluso resultará exquisita por comedida. El grupo socialista tiene que poner su reloj en hora para asumir que está en la oposición y que ya no cierra. Debe ser muy duro aceptar que no son los gallos del corral y que lo que sembraron ayer es lo que pueden recoger hoy. El recurso ramplón de que “hacemos lo que nos da la gana porque el electorado nos ha dado su confianza” no puede sostenerse y, aunque se revuelvan como jabalíes heridos, no es malo que por una vez prueben de su propia medicina.
Los aspavientos de la bancada socialista demuestran que no están curtidos para recibir los mamporros que han estado dando durante treinta años. Ay, cómo se resienten, como se duelen! Los socialistas tienen puño de acero pero mandíbula de cristal. Ahora se han vuelto exquisitos y apelan a la cortesía parlamentaria que jamás practicaron. Yo les recomiendo que lean las actas de sus propias intervenciones, una a una, aderezadas de gritos, descalificaciones grotescas, groseras y mal estilo. Paco Fuentes es el gran maestro del escupitajo parlamentario, seguido de cerca por el ahora portavoz socialista y por la práctica totalidad del gobierno, entre los que destaca “la nena del chicle”, la consejera de la mala educación, que incluso llegó a romper el micrófono con su iracundia.
Como declaración de principios, no me parece mal que el portavoz del ahora grupo mayoritario siente sus credenciales desde el primer día y esgrima los mismos recursos de los que tanto ha abusado el PSOE. Pero sin seguir por esa senda.
Viene esto a cuento porque incluso los medios de comunicación se han visto sorprendidos por el “desahogo” parlamentario del portavoz popular durante los debates de esta semana. Yo no seguí las sesiones, pero la “escandalera” de Luis Alfonso Hernández me ha hecho buscar su intervención y, cuando la he oído, la he entendido, la he saboreado e incluso la he compartido. Y si se acude a los diarios de sesiones para ponerla al lado de las formas y maneras parlamentarias de Ibarra o Paco Fuentes, incluso resultará exquisita por comedida. El grupo socialista tiene que poner su reloj en hora para asumir que está en la oposición y que ya no cierra. Debe ser muy duro aceptar que no son los gallos del corral y que lo que sembraron ayer es lo que pueden recoger hoy. El recurso ramplón de que “hacemos lo que nos da la gana porque el electorado nos ha dado su confianza” no puede sostenerse y, aunque se revuelvan como jabalíes heridos, no es malo que por una vez prueben de su propia medicina.
Los aspavientos de la bancada socialista demuestran que no están curtidos para recibir los mamporros que han estado dando durante treinta años. Ay, cómo se resienten, como se duelen! Los socialistas tienen puño de acero pero mandíbula de cristal. Ahora se han vuelto exquisitos y apelan a la cortesía parlamentaria que jamás practicaron. Yo les recomiendo que lean las actas de sus propias intervenciones, una a una, aderezadas de gritos, descalificaciones grotescas, groseras y mal estilo. Paco Fuentes es el gran maestro del escupitajo parlamentario, seguido de cerca por el ahora portavoz socialista y por la práctica totalidad del gobierno, entre los que destaca “la nena del chicle”, la consejera de la mala educación, que incluso llegó a romper el micrófono con su iracundia.
Como declaración de principios, no me parece mal que el portavoz del ahora grupo mayoritario siente sus credenciales desde el primer día y esgrima los mismos recursos de los que tanto ha abusado el PSOE. Pero sin seguir por esa senda.
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