Ibarra no se entera o juega al despiste. Como ha hecho durante toda su vida política, sigue buscando culpables, incluso para el dispendio de su “status” principesco. Ahora pasa la patata caliente a la Junta y a la Asamblea, porque “no han sabido aprovechar su experiencia y sus conocimientos”. Al parecer, eso justifica los privilegios que viene esnifando desde hace cuatro años. Una oficina montada con lujo, cuatro personas a su exclusivo servicio, escoltas, cuatro vehículos, móviles de última generación, informática puntera, regalos protocolarios y hasta los periódicos del día los pasa al contribuyente extremeño, pero él está al margen y todo ese tinglado, que no ha sido controlado ni supervisado por la Mesa de la Asamblea, es cosa de sus subordinados, porque él no sabe nada de esas tonterías mundanas. Más de 300.000 euros anuales se van por la barranquilla, como el caimán, pero a él que lo registren.
Incluso se hace el ofendido, nos bronquea y nos amenaza con no volver a sus despachos hasta que la Asamblea se aclare, aunque no ha dicho nada de bajarse de los cuatro vehículos oficiales, dos de alta gama, con los que viene practicando un ricachismo turístico difícil de sostener incluso para las grandes fortunas. La Ley aprobada en la Asamblea de Extremadura, con el voto en contra de IU y mi ausencia, no recoge el despilfarro que desde su oficina se ha venido facturando a la Asamblea, donde se pagó con tal sigilo que ni los miembros de la Mesa conocíamos los disparates que ha aireado la prensa. Si por agotamiento de los titulares o por la lógica alternancia, algún día tiene Extremadura cuatro o cinco ex presidentes, será necesario asfixiar el exiguo presupuesto de la Comunidad para atender el boato de tanto jubilado de oro. De momento solo tenemos a Ibarra, que en la actual situación ya debería haber renunciado, renunciado de verdad, a semejante canonjía, porque en estos cinco años han cambiado muchas cosas.
Es extraño que Ibarra, tan preocupado por su imagen pública, siga aprovechándose de esos estrafalarios privilegios en una Extremadura con 125.000 parados, con los comedores sociales haciendo turnos, con miles de familias que se han visto forzadas a entregar sus viviendas a los bancos, con los autónomos cerrando por derribo y en práctica banca rota. Ibarra debe renunciar o es necesario que se revise la Ley, porque hoy no es ético, ni moral, ni social, ni socialista que el ex presidente de la Junta siga cabalgando un potro tan costoso. Si su seguridad corre algún riesgo, -eso también ha cambiado- se le debe proteger, pero si a lo que se dedica es a montar pataletas, impartiendo dogmas, dando conferencias a buen precio, dirigiendo berrinches o rompiendo cristales, que lo haga de su bolsillo, como todos los demás, como lo que es y no como lo que ha sido, porque Extremadura no está para añoranzas tan costosas, dejando la luz encendida y el grifo abierto.
Si Ibarra descendiera del Olimpo al mundo de los mortales, se daría cuenta de que de la teta de Extremadura sale más sangre que leche. Pero a él plin.
Incluso se hace el ofendido, nos bronquea y nos amenaza con no volver a sus despachos hasta que la Asamblea se aclare, aunque no ha dicho nada de bajarse de los cuatro vehículos oficiales, dos de alta gama, con los que viene practicando un ricachismo turístico difícil de sostener incluso para las grandes fortunas. La Ley aprobada en la Asamblea de Extremadura, con el voto en contra de IU y mi ausencia, no recoge el despilfarro que desde su oficina se ha venido facturando a la Asamblea, donde se pagó con tal sigilo que ni los miembros de la Mesa conocíamos los disparates que ha aireado la prensa. Si por agotamiento de los titulares o por la lógica alternancia, algún día tiene Extremadura cuatro o cinco ex presidentes, será necesario asfixiar el exiguo presupuesto de la Comunidad para atender el boato de tanto jubilado de oro. De momento solo tenemos a Ibarra, que en la actual situación ya debería haber renunciado, renunciado de verdad, a semejante canonjía, porque en estos cinco años han cambiado muchas cosas.
Es extraño que Ibarra, tan preocupado por su imagen pública, siga aprovechándose de esos estrafalarios privilegios en una Extremadura con 125.000 parados, con los comedores sociales haciendo turnos, con miles de familias que se han visto forzadas a entregar sus viviendas a los bancos, con los autónomos cerrando por derribo y en práctica banca rota. Ibarra debe renunciar o es necesario que se revise la Ley, porque hoy no es ético, ni moral, ni social, ni socialista que el ex presidente de la Junta siga cabalgando un potro tan costoso. Si su seguridad corre algún riesgo, -eso también ha cambiado- se le debe proteger, pero si a lo que se dedica es a montar pataletas, impartiendo dogmas, dando conferencias a buen precio, dirigiendo berrinches o rompiendo cristales, que lo haga de su bolsillo, como todos los demás, como lo que es y no como lo que ha sido, porque Extremadura no está para añoranzas tan costosas, dejando la luz encendida y el grifo abierto.
Si Ibarra descendiera del Olimpo al mundo de los mortales, se daría cuenta de que de la teta de Extremadura sale más sangre que leche. Pero a él plin.
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