La caída libre en la que se encuentra el PSOE está abriendo varios melones sucesorios, porque se da por concluida la etapa de Zapatero y se da por perdido el Gobierno que, al margen del candidato socialista, pasará a manos del Partido Popular si Rubalcaba no saca algún conejo de la chistera. En el PSOE tienen asumido el coste que deberán pagar por la inopia gubernamental del tío del talante, pero “del mal el menos” intentan que la sangría no llegue al límite de una humillación que dificultaría la recuperación del poder en mucho tiempo. El presidente castellano-manchego lo resumió en una frase: “Perdamos el poder, pero no perdamos la capacidad de recuperarlo en ocho o doce años”. La sucesión está abierta y con la experiencia de la debacle que sufrió Trinidad Jiménez por ser su candidata, no parece que esté en manos de Zapatero imponer al Rubalcaba más grotesco. Con g de GAL.
Muchos le aconsejan adelantar las elecciones, pero sin hacerlas coincidir con las municipales y autonómicas, para evitar la contaminación, pero Zapatero confía en poder recuperarse con un golpe de suerte y está pendiente de la decisión que pueda tomar ETA, con otro comunicado de mayor calado. El optimista antropológico cree que los brotes verdes de la recuperación pueden despuntar antes de que concluya la legislatura y con un empujoncito adicional de la banda terrorista, presentarse como el ave fénix que se considera. Mientras tanto se ha enrocado y prefiere que sean otros los que pongan cara a los problemas para poder repartir el desgaste de una situación de la que no se considera único culpable. En eso lleva razón, todo el PSOE es culpable.
Ante el vacío de poder, Rubalcaba, el oportunista que todo lo ve y todo lo oye, cogió la batuta dispuesto a dirigir la sinfonía de la fetidez que viene componiendo desde hace treinta años. Y fueron muchos los músicos que se apresuraron, ofreciéndose para figurar en su orquestina. Algunos, como Fernández Vara, se ofrecieron por triplicado: “Alfredo, Pérez y Rubalcaba”, pero después de la exaltación franquista del pasado fin de semana en Zaragoza, se han quedado colgados del instrumento y ya no saben si mirar a Rubalcaba, sonreír a Zapatero, acariciar a Pepiño, piropear a Chacón o hacer un guiño a Bono, que ya señaló a Rubalcaba como “liebre falsa”. Con f de faisán.
Las flores funerarias que Pepiño y Chávez regalaron a Zapatero en Zaragoza, pueden marchitarse antes de que el gran iluminado se de cuenta de que le abandonó su desodorante y hasta sus lacayos más serviles le están señalando la puerta. Los niños siempre tienen una ilusión y Zapatero se ve como Rambo, con el cintillo en la cabeza, parando a pecho descubierto las balas de una realidad que no acepta. Ahora espera que ETA, la ETA asesina de siempre, proteja su vida política, ofreciéndole en el pico una ramita de olivo. Zapatero tiene la cabeza tan llena de ruidos que no oye nada que no sea la trompetería estridente de sus ensoñaciones. Zapatero morirá matando. A España y al PSOE.
Muchos le aconsejan adelantar las elecciones, pero sin hacerlas coincidir con las municipales y autonómicas, para evitar la contaminación, pero Zapatero confía en poder recuperarse con un golpe de suerte y está pendiente de la decisión que pueda tomar ETA, con otro comunicado de mayor calado. El optimista antropológico cree que los brotes verdes de la recuperación pueden despuntar antes de que concluya la legislatura y con un empujoncito adicional de la banda terrorista, presentarse como el ave fénix que se considera. Mientras tanto se ha enrocado y prefiere que sean otros los que pongan cara a los problemas para poder repartir el desgaste de una situación de la que no se considera único culpable. En eso lleva razón, todo el PSOE es culpable.
Ante el vacío de poder, Rubalcaba, el oportunista que todo lo ve y todo lo oye, cogió la batuta dispuesto a dirigir la sinfonía de la fetidez que viene componiendo desde hace treinta años. Y fueron muchos los músicos que se apresuraron, ofreciéndose para figurar en su orquestina. Algunos, como Fernández Vara, se ofrecieron por triplicado: “Alfredo, Pérez y Rubalcaba”, pero después de la exaltación franquista del pasado fin de semana en Zaragoza, se han quedado colgados del instrumento y ya no saben si mirar a Rubalcaba, sonreír a Zapatero, acariciar a Pepiño, piropear a Chacón o hacer un guiño a Bono, que ya señaló a Rubalcaba como “liebre falsa”. Con f de faisán.
Las flores funerarias que Pepiño y Chávez regalaron a Zapatero en Zaragoza, pueden marchitarse antes de que el gran iluminado se de cuenta de que le abandonó su desodorante y hasta sus lacayos más serviles le están señalando la puerta. Los niños siempre tienen una ilusión y Zapatero se ve como Rambo, con el cintillo en la cabeza, parando a pecho descubierto las balas de una realidad que no acepta. Ahora espera que ETA, la ETA asesina de siempre, proteja su vida política, ofreciéndole en el pico una ramita de olivo. Zapatero tiene la cabeza tan llena de ruidos que no oye nada que no sea la trompetería estridente de sus ensoñaciones. Zapatero morirá matando. A España y al PSOE.
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