miércoles, 1 de diciembre de 2010

TENEMOS LO QUE VOTAMOS



Tuve un tío que, pese a su condición de semianalfabeto, era muy inteligente y disponía de una enorme capacidad analítica. Tal vez por eso, a los pocos meses de comenzar la Guerra Civil, lo ascendieron en el bando republicano de soldado raso a sargento, teniente y capitán, en apenas un año. Para alguien como él, que acababa de dejar el vareo de los olivos y el ordeño de las vacas, era una carrera meteórica dentro de las milicias, pero mi tío no se dejó deslumbrar por las estrellas en la bocamanga y sacó sus propias conclusiones. Muchos años después me lo contaba con cierta resignación: “Cuando me hicieron capitán, yo supe que íbamos a perder la guerra. ¿Cómo íbamos a ganar si tenían que recurrir a un ignorante como yo para mandar a la tropa?”.

Me he acordado de mí tío siguiendo la campaña electoral que mañana concluye en Cataluña: ¿Qué “guerra” puede ganar Cataluña votando a los que ofrecen jadeos, culos, rupturas, separatismo y descalificaciones? La política se ha llenado de frivolidades e inconsistencias, porque el electorado es frívolo e inconsistente y cuando lo que se compra es ruido, es ruido lo que se vende. Ningún tendero despliega exquisiteces sobre el mostrador sabiendo que su clientela demanda casquerías. Hubo una eurodiputada italiana que logró su escaño por enseñar las tetas y, en España, Ruiz Mateos logró dos con un “¡que te pego leches!” a Miguel Boyer. Incluso se asegura que una gritona, parroquiana con estrellas de la telebasura más fétida, podría situarse como tercera fuerza política si concurriera a unas elecciones generales.

El electorado es el que marca la demanda y la clase política, ni buena ni mala, oferta lo que tiene salida en el mercado político. Los catalanes querían un poquito de cachondeo después de Pujol y llevan ocho años degustando cacas merengadas. La consecuencia más inmediata es que han dejado de ser un referente de seriedad y pragmatismo para convertirse en una comunidad antipática, manirrota, empobrecida, que se dedica a poner embajadas, a perseguir lo español y a barrer pobres de sus calles. España estaba cansada de la eficaz antipatía de Aznar y, con el empujoncito de las bombas, se volvió hacia un solemne vacío, inútil y reaccionario, que causa hipo en España y risas en el mundo.

“El que al cielo escupe en la cara le cae” y lo que el lunes va a recibir Cataluña es el escupitajo que el domingo deposite en las urnas. Un día para votar y cuatro años para lamentarse suele ser la consecuencia que pagamos por la modorra irresponsable con la que se vota. Acabo de recibir un manifiesto de gente “de la cultura catalana” a favor de la candidatura de Carmen de Mairena, que engloba su programa electoral en “como soy mujer madura, en el c… me he puesto una cerradura”. ¡Qué guay! Si votamos paro, ruido, culos y tetas, no podremos reclamar al que nos da tetas, culos, ruido y paro. O sea, que sí, que tenemos una clase política manifiestamente mejorable, pero que responde a un electorado que está a la altura de su clase política. O al revés.

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