Las multinacionales del cáncer han seguido en España el mismo protocolo que ya ensayaron, con desigual fortuna, en otros países. Primero comenzaron lanzando la especie de que restringir espacios público a los fumadores era un limitación de su libertad y de sus derechos, luego apelaron a la economía y, mientras tanto, se emplearon a fondo, en reuniones de todo color y pelaje, con los legisladores, con el Gobierno y con las autoridades sanitarias. Hicieron lo mismo cuando se tramitaba la que entró en vigor el 1 de enero de 2006 y, con astucia, topos interpuestos y mucho dinero, lograron abortar su objetivo, porque el resultado final no sirvió absolutamente para nada y dejó todo como estaba, pero con una ley garantista que curiosamente protegía el derecho de los fumadores a seguir ahumando al vecino. Pocos establecimientos colgaron el cartelito de “prohibido fumar” y pocos, muy pocos, adecuaron sus locales. Cinco años después aquella ley es un papel con el que los fumadores se encienden un pitillo.
A la vista de los pobres resultados, por los argumentos inapelables del Centro Nacional de Prevención del Tabaquismo (CNPT) y bajo el influjo ejemplar de un centenar de países que han impuesto normas más eficaces, se comenzó a elaborar la que finalmente entrará en vigor pasado mañana. y que no permite fumar en ningún establecimiento y se encamina directamente a preservar de humo el castigado sector de la hostelería. La tolerancia de muchos fumadores consiste en ahumarte el pescado, la tortilla, el vino… Como no pueden alegar nada sobre los efectos perniciosos del tabaco, los negociantes del cáncer, se han volcado en la economía del sector de la hostelería, con tan apocalípticos como infundados informes sobre la merma que va a sufrir. Según vociferan, a partir del próximo dos enero, los bares, cafeterías y restaurantes se van a quedar solos por el boicot de los fumadores. ¡Vaya memez!
Ya es bastante inmoral anteponer el euro a la salud, pero la radical merma económica que vaticinan los mercaderes del humo no se ha producido en ningún sitio, porque los fumadores son fumadores pero no son idiotas. Me juego un pitillo a que, salvo los cerriles e irredentos, ninguno va a dejar de tomarse una caña porque en el local no se pueda fumar. Y habrán ganado ellos, los sufridos camareros, a los que nunca se les reconoció un canon de riesgo laboral, y toda la parroquia, que podrá tomarse un pincho sin el aderezo de humos, malos olores, toses y esputos de todo pelaje. El tabaco mata a 60.000 personas cada año en España y si tenemos que aceptar que libremente cada uno elija, debemos impedir las tres mil muertes anuales de fumadores pasivos, obligados a pagar las funestas consecuencias del tabaco. ¡Qué inmoralidad, hablar de economía!
Como la Ley aprobada se hará realidad pasado mañana, la última vuelta al torniquete de las tabaqueras es apuntar la posibilidad de la rebelión de los fumadores y de la hostelería contra la norma. Es decir, hacer caso omiso y seguir fumando, como si nada. Bueno, eso tiene un precio que, como siempre, pagarán los más ingenuos.
A la vista de los pobres resultados, por los argumentos inapelables del Centro Nacional de Prevención del Tabaquismo (CNPT) y bajo el influjo ejemplar de un centenar de países que han impuesto normas más eficaces, se comenzó a elaborar la que finalmente entrará en vigor pasado mañana. y que no permite fumar en ningún establecimiento y se encamina directamente a preservar de humo el castigado sector de la hostelería. La tolerancia de muchos fumadores consiste en ahumarte el pescado, la tortilla, el vino… Como no pueden alegar nada sobre los efectos perniciosos del tabaco, los negociantes del cáncer, se han volcado en la economía del sector de la hostelería, con tan apocalípticos como infundados informes sobre la merma que va a sufrir. Según vociferan, a partir del próximo dos enero, los bares, cafeterías y restaurantes se van a quedar solos por el boicot de los fumadores. ¡Vaya memez!
Ya es bastante inmoral anteponer el euro a la salud, pero la radical merma económica que vaticinan los mercaderes del humo no se ha producido en ningún sitio, porque los fumadores son fumadores pero no son idiotas. Me juego un pitillo a que, salvo los cerriles e irredentos, ninguno va a dejar de tomarse una caña porque en el local no se pueda fumar. Y habrán ganado ellos, los sufridos camareros, a los que nunca se les reconoció un canon de riesgo laboral, y toda la parroquia, que podrá tomarse un pincho sin el aderezo de humos, malos olores, toses y esputos de todo pelaje. El tabaco mata a 60.000 personas cada año en España y si tenemos que aceptar que libremente cada uno elija, debemos impedir las tres mil muertes anuales de fumadores pasivos, obligados a pagar las funestas consecuencias del tabaco. ¡Qué inmoralidad, hablar de economía!
Como la Ley aprobada se hará realidad pasado mañana, la última vuelta al torniquete de las tabaqueras es apuntar la posibilidad de la rebelión de los fumadores y de la hostelería contra la norma. Es decir, hacer caso omiso y seguir fumando, como si nada. Bueno, eso tiene un precio que, como siempre, pagarán los más ingenuos.
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