Supónganse ustedes el escenario, una cola que da la vuelta a la manzana para entrar en un comedor social de Cáritas y, a medida que van consiguiendo acomodo dentro del comedor, ven y escuchan en el televisor al presidente del Gobierno que, con la seguridad, seriedad y rotundidad que le caracteriza, afirma mirando a las cámaras que en España se vive mejor que en 2004, cuando él llegó. Si creemos al presidente del Gobierno, debemos dejar de creer en la necesidad de esos dos millones de personas, familias enteras, que cada día se ven forzadas a acudir a estos locales improvisados para poder alimentarse. ¿Es mentira el hambre o es mentira lo que dice Zapatero? Semejante afirmación sólo puede ocurrírsele a un alucinado o a un desalmado. En ese comedor social al que hago referencia, comenzaron a abuchear y a una señora, con dos hijos a su lado, la tuvieron que detener para que no arrojara un vaso contra el televisor.
El mismo Zapatero que negó la crisis hace tres años, se niega a ver ahora una de las consecuencias de su patológica ceguera. Pissarides y Mortensen, dos premios Nóbel de Economía, aseguran que si el gobierno de España hubiera sido realista, aplicando las reformas oportunas a la situación, podría haber evitado el efecto desastroso de la crisis, fundamentalmente en lo referido al desempleo. Ni vio aquello ni ve ahora estas colas que desmienten cualquier fanfarronada del optimista antropológico. No me extrañaría que Rubalcaba, el goebbels del régimen, estuviera estudiando desplazar los comedores sociales al extrarradio y ocultar las colas con un espeso cortinaje, porque, ahora más que nunca, “ojos que no ven, corazón que no siente”. De momento ya han lanzado la especie de que hablar de pobreza, de necesitados y de comedores sociales, es hacer demagogia y que los que entran por esos vericuetos es “porque quieren aprovecharse de la necesidad ajena para hacer una política de tierra quemada a costa de los más vulnerables”. Quieren silenciar el hambre, como quieren silenciar los abucheos a Zapatero. Todo se andará.
La ficción y la realidad volvieron a encontrarse ayer y al mismo tiempo que Zapatero vendía en el Congreso de los Diputados su última ocurrencia: “los españoles viven hoy mejor que en 2004”, el secretario general de Cáritas, Sebastián Mora, hacía pública la memoria anual de la organización, denunciando el crecimiento en espiral de la pobreza en España. Con datos concretos, ajenos a las ensoñaciones del presidente del Gobierno, habló de las colas de la necesidad y del creciente número de españoles que acuden para pedir ayuda, porque carecen de lo más básico. En 2009, un año mejor que 2010, sólo Cáritas facilitó ayuda con productos de primera necesidad a 800.000 personas. ¿Piden por pedir? ¿Piden por descaro? ¿Piden porque no quieren trabajar? Alguien debería haberle preguntado a Zapatero si también viven mejor los casi cinco millones que han perdido su trabajo o sus empresas. El discurso de ayer, jaleado festivamente por sus compañeros socialistas, debería llevarlo personalmente a los comedores sociales y a las colas del paro. ¡Seguro que también lo aplaudirían!
El mismo Zapatero que negó la crisis hace tres años, se niega a ver ahora una de las consecuencias de su patológica ceguera. Pissarides y Mortensen, dos premios Nóbel de Economía, aseguran que si el gobierno de España hubiera sido realista, aplicando las reformas oportunas a la situación, podría haber evitado el efecto desastroso de la crisis, fundamentalmente en lo referido al desempleo. Ni vio aquello ni ve ahora estas colas que desmienten cualquier fanfarronada del optimista antropológico. No me extrañaría que Rubalcaba, el goebbels del régimen, estuviera estudiando desplazar los comedores sociales al extrarradio y ocultar las colas con un espeso cortinaje, porque, ahora más que nunca, “ojos que no ven, corazón que no siente”. De momento ya han lanzado la especie de que hablar de pobreza, de necesitados y de comedores sociales, es hacer demagogia y que los que entran por esos vericuetos es “porque quieren aprovecharse de la necesidad ajena para hacer una política de tierra quemada a costa de los más vulnerables”. Quieren silenciar el hambre, como quieren silenciar los abucheos a Zapatero. Todo se andará.
La ficción y la realidad volvieron a encontrarse ayer y al mismo tiempo que Zapatero vendía en el Congreso de los Diputados su última ocurrencia: “los españoles viven hoy mejor que en 2004”, el secretario general de Cáritas, Sebastián Mora, hacía pública la memoria anual de la organización, denunciando el crecimiento en espiral de la pobreza en España. Con datos concretos, ajenos a las ensoñaciones del presidente del Gobierno, habló de las colas de la necesidad y del creciente número de españoles que acuden para pedir ayuda, porque carecen de lo más básico. En 2009, un año mejor que 2010, sólo Cáritas facilitó ayuda con productos de primera necesidad a 800.000 personas. ¿Piden por pedir? ¿Piden por descaro? ¿Piden porque no quieren trabajar? Alguien debería haberle preguntado a Zapatero si también viven mejor los casi cinco millones que han perdido su trabajo o sus empresas. El discurso de ayer, jaleado festivamente por sus compañeros socialistas, debería llevarlo personalmente a los comedores sociales y a las colas del paro. ¡Seguro que también lo aplaudirían!
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