viernes, 11 de abril de 2008

Un juez de chivo expiatorio



Por decirlo desde el principio, el “frus-frus” de las togas me produce escalofríos. El movimiento piramidal de la Justicia para buscar un chivo expiatorio, al que colgarle las deficiencias de un sistema que permite que un pederasta ejerza su perversión con total impunidad, me parece meritorio para figurar en la portada de la enciclopedia del cinismo. En el caso de Mari Luz, la niña asesinada por un fulano condenado por delitos de igual naturaleza, hay tantos “agentes necesarios” que más que una cara, habría que buscar un calidoscopio. El juez Rafael Tirado, que dictó la sentencia y se olvidó de ella, puede merecer un varapalo del Consejo General del Poder Judicial, pero si se cierra en él el desastre de un sistema tan viciado, a otras muchas “mariluz” les espera la misma suerte.

Todos estamos bajo el imperio de la Ley, pero no parece tan claro que la Ley esté bajo el imperio de la Ley. ¿Quién vigila al vigilante que vigila al vigilante?
El juez justificó su inopia en la ausencia de una funcionaria, pero en su caso llueve sobre mojado, porque anteriormente había incurrido en la misma dejadez y ahí seguía, al frente de un juzgado en el que se acumulaban los casos hasta apuntalar el techo. Por su inoperancia fue sancionado con 50.000 pesetas y el CGPJ debió quedar muy satisfecho, porque lo dejó al frente del juzgado para que pudiera seguir practicando el deporte de mirar para otro lado. En noviembre fue nuevamente inspeccionado, pero los inspectores judiciales, qué sagaces, no detectaron nada, con lo que ya tenemos otras caras para unir al desaguisado.

No hace falta ser ninguna lumbrera judicial, para deducir que en la muerte de Mari Luz intervinieron muchos factores. Diez años después de cometer abusos sobre su propia hija, Santiago del Valle aún no había comenzado a cumplir la condena porque, según dicen, estaba en “paradero desconocido”. Tenía domicilio fijo, cuenta bancaria, pagaba luz, agua y teléfono y se presentaba en el mismo juzgado cada 15 días, pero mire usted que pena, no eran capaces de localizarlo. Los antecedentes de pederasta eran conocidos por sus vecinos y cuando Mari Luz desapareció fue detenido y puesto en libertad por falta de pruebas… ¿Paradero desconocido? Sería para reír si no fuera para llorar.

Parece que nadie se percató de lo extraño que resultaba que un fulano, que había violado a su hermana, al que tuvieron que quitarle a sus propias hijas y que tenía que estar en la cárcel, anduviera ojeando niñas por las puertas de los colegios.

¿Pretenden ahora cerrar el círculo con otra sanción de pitiminí? ¡Algunas togas deberían caerse de vergüenza!

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