A veces dudo sobre si las cosas que dice Ibarra hay que enmarcarlas en la indecencia más absoluta y la falta absoluta de escrúpulos y principios o simplemente en la enajenación mental de alguien que ha aprendido a digerir sus propios vómitos, y generalmente me inclino por la segunda posibilidad. A Ibarra le engordan sus mentiras, porque está tan poseído de sí mismo que cree que cualquier disparate que él diga tiene que hacerse verdad. Yo creo que Ibarra no está bien de la cabeza y esta creencia es el único asidero que tengo para no catalogarlo como absolutamente inmoral.
El pasado jueves Ibarra escenificó en la Asamblea de Extremadura su más patética representación, al empeñarse en contarnos una historia sobre la transición que no cabe más que en su mollera de iluminado con complejos de redentor. ¡Pero si prácticamente la transición la dirigió él! Pincelada tras pincelada nos fue dibujando un lienzo tan surrealista que incluso sus compañeros se miraban avergonzados por las historietas que contaba el “cuentacuentos”, con la seriedad de alguien que, al menos en apariencia, parecía convencido de lo que estaba diciendo. Para justificar su claudicación y sus tragaderas con la política de pasteleo de Zapatero con ETA, se inventó claudicaciones de gobiernos anteriores, porque es de los que cree en la eficacia del ventilador de la mierda.
Sacó dos o tres veces a Suárez, del que aseguró que había dimitido para evitar un golpe de Estado. Aseguró que por la liberación de Rupérez pagó el Gobierno 300 millones de pesetas y la libertad de 15 etarras y se relamía de egolatría cuando afirmaba que todos los presidentes del Gobierno, incluido Aznar, habían acudido a él para solicitarle su ayuda, su socorro y sus declaraciones. Y que él, patriota, leal y fiel, siempre había puesto los intereses de España por encima de los personales o partidistas. Y como este hombre cuando se dispara es una metralleta sin fin, nos endosó un rosario de paridas infumables, pero vamos a centrarnos en las descritas más arriba.
1ª) Es absolutamente falso, deshonesto y tendencioso que Suárez dimitiera para evitar un golpe de Estado. A Suárez siempre le irritó ese bulo, engendrado en la barriga de los guerristas, y poca veces lo vi tan enérgico a la hora de desmentir una patraña. La dimisión de Suárez, que él nunca quiso explicar del todo, no tuvo nada que ver con ningún golpe de Estado, con amenazas ni chantajes terroristas. ¿Lo sabe Ibarra? Yo creo que sí, pero para él la verdad hace mucho que no tiene ninguna importancia.
2ª) El Gobierno no pagó absolutamente nada por la liberación de Rupérez, aunque esta afirmación no niegue que ETA cobró. Cobró, pero no del Gobierno. Cobró como lo hizo con todos los secuestrados a los que liberaron, a excepción de los que liberaron las Fuerzas de Seguridad, como fue el caso de Ortega Lara.
3ª) Cuando se le ha comentado a Aznar lo que Ibarra va diciendo, Aznar se ha reído abiertamente: “¡Pero si ese señor incluso se permitió la deslealtad de insinuar que un coche bomba que detectamos era un ardid del Gobierno para presumir de eficacia!”
Como colofón de estas reflexiones, yo creo que Ibarra debe descansar, pararse un poco, respirar hondo, dormir mucho, pescar y darse largos paseos entre los encinares. Su cabeza se lo agradecerá.
El pasado jueves Ibarra escenificó en la Asamblea de Extremadura su más patética representación, al empeñarse en contarnos una historia sobre la transición que no cabe más que en su mollera de iluminado con complejos de redentor. ¡Pero si prácticamente la transición la dirigió él! Pincelada tras pincelada nos fue dibujando un lienzo tan surrealista que incluso sus compañeros se miraban avergonzados por las historietas que contaba el “cuentacuentos”, con la seriedad de alguien que, al menos en apariencia, parecía convencido de lo que estaba diciendo. Para justificar su claudicación y sus tragaderas con la política de pasteleo de Zapatero con ETA, se inventó claudicaciones de gobiernos anteriores, porque es de los que cree en la eficacia del ventilador de la mierda.
Sacó dos o tres veces a Suárez, del que aseguró que había dimitido para evitar un golpe de Estado. Aseguró que por la liberación de Rupérez pagó el Gobierno 300 millones de pesetas y la libertad de 15 etarras y se relamía de egolatría cuando afirmaba que todos los presidentes del Gobierno, incluido Aznar, habían acudido a él para solicitarle su ayuda, su socorro y sus declaraciones. Y que él, patriota, leal y fiel, siempre había puesto los intereses de España por encima de los personales o partidistas. Y como este hombre cuando se dispara es una metralleta sin fin, nos endosó un rosario de paridas infumables, pero vamos a centrarnos en las descritas más arriba.
1ª) Es absolutamente falso, deshonesto y tendencioso que Suárez dimitiera para evitar un golpe de Estado. A Suárez siempre le irritó ese bulo, engendrado en la barriga de los guerristas, y poca veces lo vi tan enérgico a la hora de desmentir una patraña. La dimisión de Suárez, que él nunca quiso explicar del todo, no tuvo nada que ver con ningún golpe de Estado, con amenazas ni chantajes terroristas. ¿Lo sabe Ibarra? Yo creo que sí, pero para él la verdad hace mucho que no tiene ninguna importancia.
2ª) El Gobierno no pagó absolutamente nada por la liberación de Rupérez, aunque esta afirmación no niegue que ETA cobró. Cobró, pero no del Gobierno. Cobró como lo hizo con todos los secuestrados a los que liberaron, a excepción de los que liberaron las Fuerzas de Seguridad, como fue el caso de Ortega Lara.
3ª) Cuando se le ha comentado a Aznar lo que Ibarra va diciendo, Aznar se ha reído abiertamente: “¡Pero si ese señor incluso se permitió la deslealtad de insinuar que un coche bomba que detectamos era un ardid del Gobierno para presumir de eficacia!”
Como colofón de estas reflexiones, yo creo que Ibarra debe descansar, pararse un poco, respirar hondo, dormir mucho, pescar y darse largos paseos entre los encinares. Su cabeza se lo agradecerá.
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