El Gobierno espera carta de ETA y la espera desesperadamente. Desde que iniciaron el mal llamado “proceso de paz”, léase “proceso de rendición”, anduvieron con cabildeos y dilaciones para ganar tiempo, pero el atentado terrorista del 30 de diciembre, en la T-4 de Barajas, poniendo dos muertos más encima de la mesa de negociación, sacó a Zapatero de su talante aletargado y, desde entonces, el acelerón que han dado al proceso no lo superan ni los ferraris. Pocos días después del aviso etarra, el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) sacaba sus primeras conclusiones, que se traducían en una caía electoral del PSOE y una subida paralela del PP. Era obvio que ETA tenía el torniquete electoral en sus manos y que sus atentados serían apuntados en el “debe” de Zapatero/Gobierno/PSOE.
Ante esta perspectiva, el Gobierno se atrincheró en un esperpéntico “mantenella y no enmendalla” cediendo al chantaje y aceptando las facturas que ETA le pasaba, liberando a De Juana Chaos y colocándose en una situación de difícil salida, porque si los chantajistas son insaciables, mucho mas insaciables son los chantajistas asesinos cuando ven un atisbo de debilidad. A la desesperada intentaron que la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo resolvieran su situación, pero como la Justicia no se avino al enredo de considerarlo “enfermo terminal”, tomaron la determinación de dar la cara y, contra todo juicio sensato, resolvieron mandar a De Juana a su casa y que fuera el ministro del Interior, Rubalcaba, el que asumiera a título personal el desgaste de la decisión.
La calle no se tragó el anzuelo de los “motivos humanitarios” y arreciaron las protestas generalizadas, aunque los medios cercanos al poder, intentaron poner sordina sacando del archivo “la foto de las Azores”, la guerra de Irak y hasta el chapapote del Prestig. Han pasado dos semanas y cuando el pulso parecía que se normalizaba, ETA pasa nueva factura, ahora exigiendo que el fiscal retirara los cargos imputados a Arnaldo Otegi por exaltación al terrorismo, porque si el juicio se celebra y caen sobre él nueva condena, esta se acumula a las pendientes y concluiría ingresando en prisión. Así es que el Gobierno paga la nueva factura de ETA porque por los dos intentos anteriores de que la Justicia le quitara la patata caliente de la excarcelación de De Juana, consideraron que era mejor no dejar el asunto en manos de los jueces y que era más expeditivo que el fiscal cortocircuitara el proceso retirando los cargos. Así es que Otegi, que viajó de Bilbao a Madrid en el avión que suele utilizar el ministro del Interior, volvió a Bilbao con la V de la victoria entre sus dedos.
Pero mientras que Otegi se relamía de gusto oyendo de boca del fiscal su exculpación en Madrid, sus compañeros de Batasuna comenzaban a rellenar la nueva factura para pasarla al Gobierno: acercamiento y libertad de los presos, Navarra, la configuración de un nuevo estado y la autodeterminación como salida final. Los terroristas saben que el tiempo juega a su favor y que en estos dos meses que restan hasta las elecciones del 27 de mayo, el Gobierno anda con respiración asistida, porque un nuevo atentado puede ser desastroso en las municipales y autonómicas. Si se sostienen es cediendo y si no ceden el coste puede ser tan elevado que después de un desastre electoral no tendrían otra salida que las elecciones generales anticipadas, con lo que, nuevamente las pescadilla que se muerde la cola, volverían a estar en manos de ETA.
Ahora esperan una carta, un comunicado de ETA que les de oxígeno y justificación para dos meses, pero aunque llegue, que llegará muy pronto, la situación no va a cambiar porque ETA tiene hoja de ruta y Zapatero pone talante donde debería poner talento.
Y es que negociar, fiándose de los réditos del talante y en situación de debilidad con terroristas que tienen sus postulados inamovibles, es suicidarse buscando el abrazo del oso. ETA y Batasuna van a los suyo y lo suyo es conseguir por la vía de la violencia lo que vienen reclamando desde hace treinta y cinco años, clavando 818 cruces en el camino. Con ETA hay que acabar para que ETA no acabe con nosotros. Estas cesiones la envalentonan, la crecen, la legitiman en su mundo y la convencen de que sus crímenes no sólo no son inútiles, sino que en ellos radica su fuerza y nuestra debilidad. Mantenerse en el poder pidiendo permiso a los terroristas es algo tan incalificable que, ya lo verán ustedes, acabará por romper al PSOE. Se va a ver muy pronto.
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