No voy a criticar que en los grupos políticos haya coherencia y unidad de criterio a la hora de votar, porque, al margen de las ideas personales, si se está en un colectivo debe armonizarse una postura única. O sea, que sí, que veo bien, lo de votar en grupo, pero lo de la disciplina de partido es otra cosa, porque la disciplina es un recurso castrense y, en su ámbito, la voz de mando lo invade todo. El soldado debe avanzar cuando se lo dice su superior, pero en el voto, además del partido, entra también el electorado, la conciencia y la responsabilidad. Para resumir y que se me entienda: los que ostentan un cargo representativo por decisión del electorado, no pueden traicionar ése voto de confianza. No se puede estar en una institución representando a Extremadura y votar contra Extremadura ¿Por qué todo esto? Lo explicaré.
En la Asamblea de Extremadura, se han analizado las consecuencias negativas que para España y Extremadura tiene la reforma del Estatut catalán. Y allí durante el debate, a Ibarra se le cayó la careta y en uno de sus lapsos disparó a bocajarro que aunque el Estatut no le gusta, él lo apoya por disciplina de partido. O sea, lo que muchos ya sabíamos y otros muchos ignoraban: para Ibarra está antes el PSOE que Extremadura. El salvapatria, que se presenta así mismo como héroe patriota y que monta su circo mediático en cada ocasión, es capaz de mirar para otra parte si a su partido le interesa. Ua lo dice incluso él mismo. Ibarra sabe, porque nunca he dicho que sea tonto, que Zapatero está vendiendo a España por parcelas y que el Estatuto catalán agranda las diferencias y rompe la solidaridad tan necesaria para regiones como Extremadura. Ibarra sabe que Extremadura es la región más pobre y atrasada de España, la de mayor paro, menor PIB y menor RPC, pero, aún así, vota contra Extremadura si su partido tiene algún negociete contra otra comunidad, llámese Cataluña, País Vasco o Galicia, donde los nacionalistas sostienen al PSOE y a Zapatero. Ibarra sabe que lo que es lo es por Extremadura, pero no tiene inconveniente alguno en reírse de Extremadura y usar el voto de los extremeños, para tirar un cable a su partido porque como ha dejado claro, lo primero es el PSOE, que Extremadura, pese a la situación que soportamos, puede esperar otros 25 años. Ibarra sabe que esa claudicación en beneficio de su partido hace daño a Extremadura, pero no duda en abusar de la confianza en él depositada, para coger tejas de nuestro tejado y ponerlas en Cataluña.
A Ibarra no le gusta el Estatut catalán, porque conoce sus consecuencias y el desastre en cadena que vendrá tras él, que no se quedará sólo a la hora de romper la baraja. A Ibarra no le gusta el Estatut, pero vota el Estatut, predica el Estatut y organiza desde el PSOE una campaña de difusión y defensa del Estatut. ¿Cabe mayor contradicción? ¿Cómo puede alguien que preside una Comunidad, con respaldo mayoritario durante seis legislaturas, saltarse el principio de fidelidad? Ibarra lo hace porque está convencido de que haga lo que haga, tiene segura la fe ciega de los extremeños. Extremadura es para él una añadido de su partido y como lo primero es lo primero, a la hora de elegir no tiene duda y ocurra lo que ocurra, hace lo que, por disciplina su partido le señala. La disciplina es del partido y no de Extremadura. Ya lo sabíamos muchos, pero ¿se habrán enterado los que todavía lo ignoraban?
Ayer lo dejó claro: entre Extremadura y el partido, se impone la disciplina militante y vota por el partido. Y como él todos los demás, diputados y senadores que fueron capaces de apostar, sin un atisbo de duda, contra los que le dieron el voto. Extremadura, por fin, ya tiene una confesión de parte, llegada directamente del que lleva 24 años en el poder con el voto de los extremeños. Ibarra lo tiene claro, pero ¿lo tiene claro Extremadura?
En la Asamblea de Extremadura, se han analizado las consecuencias negativas que para España y Extremadura tiene la reforma del Estatut catalán. Y allí durante el debate, a Ibarra se le cayó la careta y en uno de sus lapsos disparó a bocajarro que aunque el Estatut no le gusta, él lo apoya por disciplina de partido. O sea, lo que muchos ya sabíamos y otros muchos ignoraban: para Ibarra está antes el PSOE que Extremadura. El salvapatria, que se presenta así mismo como héroe patriota y que monta su circo mediático en cada ocasión, es capaz de mirar para otra parte si a su partido le interesa. Ua lo dice incluso él mismo. Ibarra sabe, porque nunca he dicho que sea tonto, que Zapatero está vendiendo a España por parcelas y que el Estatuto catalán agranda las diferencias y rompe la solidaridad tan necesaria para regiones como Extremadura. Ibarra sabe que Extremadura es la región más pobre y atrasada de España, la de mayor paro, menor PIB y menor RPC, pero, aún así, vota contra Extremadura si su partido tiene algún negociete contra otra comunidad, llámese Cataluña, País Vasco o Galicia, donde los nacionalistas sostienen al PSOE y a Zapatero. Ibarra sabe que lo que es lo es por Extremadura, pero no tiene inconveniente alguno en reírse de Extremadura y usar el voto de los extremeños, para tirar un cable a su partido porque como ha dejado claro, lo primero es el PSOE, que Extremadura, pese a la situación que soportamos, puede esperar otros 25 años. Ibarra sabe que esa claudicación en beneficio de su partido hace daño a Extremadura, pero no duda en abusar de la confianza en él depositada, para coger tejas de nuestro tejado y ponerlas en Cataluña.
A Ibarra no le gusta el Estatut catalán, porque conoce sus consecuencias y el desastre en cadena que vendrá tras él, que no se quedará sólo a la hora de romper la baraja. A Ibarra no le gusta el Estatut, pero vota el Estatut, predica el Estatut y organiza desde el PSOE una campaña de difusión y defensa del Estatut. ¿Cabe mayor contradicción? ¿Cómo puede alguien que preside una Comunidad, con respaldo mayoritario durante seis legislaturas, saltarse el principio de fidelidad? Ibarra lo hace porque está convencido de que haga lo que haga, tiene segura la fe ciega de los extremeños. Extremadura es para él una añadido de su partido y como lo primero es lo primero, a la hora de elegir no tiene duda y ocurra lo que ocurra, hace lo que, por disciplina su partido le señala. La disciplina es del partido y no de Extremadura. Ya lo sabíamos muchos, pero ¿se habrán enterado los que todavía lo ignoraban?
Ayer lo dejó claro: entre Extremadura y el partido, se impone la disciplina militante y vota por el partido. Y como él todos los demás, diputados y senadores que fueron capaces de apostar, sin un atisbo de duda, contra los que le dieron el voto. Extremadura, por fin, ya tiene una confesión de parte, llegada directamente del que lleva 24 años en el poder con el voto de los extremeños. Ibarra lo tiene claro, pero ¿lo tiene claro Extremadura?
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