domingo, 16 de abril de 2023

 

La calma del encinar/La ventana indiscreta

APAGA LA LUZ

 

        
                         Tomás Martín Tamayo

 

Los últimos sondeos para las elecciones generales indican que Cs ha entrado en  etapa de descomposición. El partido liberal-centrista agota, ya con respiración asistida, sus últimos días. Los entiendo y me solidarizo con ellos, porque he hecho esa travesía en dos ocasiones, con UCD y con CDS y sé que es dolorosa. A propósito, he recordado un episodio que con Cs puede repetirse: ¿Quién apaga la luz? Puede que entre en el capítulo de las leyendas, pero una vez se lo pregunté a su protagonista, Íñigo Cavero y no lo negó. Estábamos comiendo en una venta y se limitó a sonreír: “Se dicen tantas cosas…”.  Cuando UCD esperaba que se agotara el plazo de la legislatura para desaparecer -como ahora Cs-, algunos de sus promotores iniciales se pusieron de perfil y los más, iniciaron un peregrinaje frenético para buscar nuevo cobijo.


 Una tarde, cuando ya se había leído el capítulo final de la coalición, casi una misa de funeral, con la evidencia de un electorado adverso y todos los sondeos anunciando el finiquito, doce personas se reunieron en la sede central, que todavía lucía el “donut”, con las siglas de UCD en su fachada. Era el capítulo final de una fuerza política que, desde el Gobierno, había asumido el coste de la transición y capitaneado la reconciliación. Aquella tarde, cuando amigablemente se despedían los “doce apóstoles”, al salir, uno de los presentes se dirigió a Íñigo Cavero: “Íñigo, apaga la luz”. Íñigo Cavero, además de apagar la luz, la pagó y ese último recibo lo tuvo guardado mucho tiempo.
España es centrista y parece que en el centro confluyen los partidos que tienen vocación de gobierno, es decir, PSOE y PP, aunque, por un extraño sortilegio, el mismo electorado que se declara centrista acaba votando opciones que no lo son. El centrista que se sitúa a la izquierda, vota PSOE y el que se posiciona en la derecha, vota al PP. ¿Quién vota al centro? El centro tiene más feligreses que votantes y más aplausos que electores, por eso Suárez se quejaba: “Me aplauden mucho, pero me votan poco”. Después de UCD surgieron opciones que aspiraban a ocupar su sitio, pero apenas pudieron levantar el vuelo y, salvo el CDS, todos fueron globos que explosionaron mientras los inflaban. El CDS, que capitaneó Adolfo Suárez, concitó ciertas expectativas, como lo evidenciaban los ataques permanentes de Alianza Popular y PSOE. Durante un tiempo, Alfonso Guerra tuvo su mochila llena de obsesiones contra el “CDSuarez” y Felipe y Aznar se turnaban para clavarle sus dardos. CDS era el adversario común.


El voto del centro hoy no tiene un referente claro, porque Cs. está buscando a un Íñigo Cavero que le apague y pague la luz. PP y PSOE intentan acercarse a su electorado, pero creo sinceramente que el PSOE de Pedro Sánchez, el de los extremos, las cesiones aberrantes y los pactos vergonzosos lo tiene muy complicado. El PP de Feijoó lo está intentando, pero no deja de mirar a su derecha, por la sangría que puede hacerle un VOX empeñado en jugar a la gallinita ciega y con estupideces continuas, como la moción de censura, que pasarán a los anales del disparate político.


 UCD, CDS, PDP, PSDE, PRD, UPyD, Cs…Una vez más, los centristas saldremos a votar como Diógenes, con un farolillo, para encontrar el centro perdido. 

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