La calma del encinar/La ventana
indiscreta
APAGA LA LUZ
Tomás Martín
Tamayo
Los últimos
sondeos para las elecciones generales indican que Cs ha entrado en etapa
de descomposición. El partido liberal-centrista agota, ya con respiración
asistida, sus últimos días. Los entiendo y me solidarizo con ellos, porque he
hecho esa travesía en dos ocasiones, con UCD y con CDS y sé que es dolorosa. A
propósito, he recordado un episodio que con Cs puede repetirse: ¿Quién apaga la
luz? Puede que entre en el capítulo de las leyendas, pero una vez se lo
pregunté a su protagonista, Íñigo Cavero y no lo negó. Estábamos comiendo en
una venta y se limitó a sonreír: “Se dicen tantas cosas…”. Cuando UCD
esperaba que se agotara el plazo de la legislatura para desaparecer -como ahora
Cs-, algunos de sus promotores iniciales se pusieron de perfil y los más,
iniciaron un peregrinaje frenético para buscar nuevo cobijo.
Una tarde, cuando ya se había leído el capítulo final de la coalición,
casi una misa de funeral, con la evidencia de un electorado adverso y todos los
sondeos anunciando el finiquito, doce personas se reunieron en la sede central,
que todavía lucía el “donut”, con las siglas de UCD en su fachada. Era el
capítulo final de una fuerza política que, desde el Gobierno, había asumido el
coste de la transición y capitaneado la reconciliación. Aquella tarde, cuando
amigablemente se despedían los “doce apóstoles”, al salir, uno de los presentes
se dirigió a Íñigo Cavero: “Íñigo, apaga la luz”. Íñigo Cavero, además de
apagar la luz, la pagó y ese último recibo lo tuvo guardado mucho tiempo.
España es centrista y parece que en el centro confluyen los partidos que tienen
vocación de gobierno, es decir, PSOE y PP, aunque, por un extraño sortilegio,
el mismo electorado que se declara centrista acaba votando opciones que no lo
son. El centrista que se sitúa a la izquierda, vota PSOE y el que se posiciona
en la derecha, vota al PP. ¿Quién vota al centro? El centro tiene más
feligreses que votantes y más aplausos que electores, por eso Suárez se
quejaba: “Me aplauden mucho, pero me votan poco”. Después de UCD surgieron
opciones que aspiraban a ocupar su sitio, pero apenas pudieron levantar el
vuelo y, salvo el CDS, todos fueron globos que explosionaron mientras los
inflaban. El CDS, que capitaneó Adolfo Suárez, concitó ciertas expectativas,
como lo evidenciaban los ataques permanentes de Alianza Popular y PSOE. Durante
un tiempo, Alfonso Guerra tuvo su mochila llena de obsesiones contra el
“CDSuarez” y Felipe y Aznar se turnaban para clavarle sus dardos. CDS era el
adversario común.
El voto del centro hoy no tiene un referente claro, porque Cs. está buscando a
un Íñigo Cavero que le apague y pague la luz. PP y PSOE intentan acercarse a su
electorado, pero creo sinceramente que el PSOE de Pedro Sánchez, el de los
extremos, las cesiones aberrantes y los pactos vergonzosos lo tiene muy
complicado. El PP de Feijoó lo está intentando, pero no deja de mirar a su
derecha, por la sangría que puede hacerle un VOX empeñado en jugar a la
gallinita ciega y con estupideces continuas, como la moción de censura, que
pasarán a los anales del disparate político.
UCD, CDS, PDP, PSDE, PRD, UPyD, Cs…Una vez más, los centristas saldremos
a votar como Diógenes, con un farolillo, para encontrar el centro
perdido.
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