sábado, 29 de octubre de 2022

 
Publicado en HOY y NORTE de CASTILLA

La calma del encinar/La ventana indiscreta

SOBRESATURACIÓN

 

                         Tomás Martín Tamayo

 

¿Hubo en España persecución de los homosexuales durante el franquismo? A mansalva.  Yo tuve alumnos en la prisión de Badajoz a los que le habían aplicado la Ley de Peligrosidad Social, más conocida como “de vagos y maleantes”, por minucias legales que hubieran sorteado sin su inclinación. Incluso por sus ademanes afeminados, aunque, para justificarlo, se envolvía el atropello con algún delito como el escándalo. Además, ayer, como hoy y como mañana, las leyes se ajustaban a los códigos de conveniencia social, de tal forma que no era igual un “mariquita de bien”, apellidos de abolengo, pañuelo de seda italiana y chachas en la cocina, que un “maricón callejero”, de los que mientras más lejos mejor. Negar una evidencia tan cercana es como negar las puestas de sol. Además, al disparate se le daba una mano de cientifismo estrafalario, que consistía en separar a los homosexuales pasivos, encerrados en la prisión de Huelva, de los activos, que estaban en Badajoz… ¿Se ríen ustedes? No es para menos, pero aquello tenía poca gracia.

 

Y escrito lo escrito, justifico el título de “sobresaturación” que, según la RAE, “Se refiere a una solución que ha pasado el límite absoluto que el solvente puede admitir”. Es decir, si a una comida sosa le añadimos la proporción adecuada de sal, la equilibramos, pero si seguimos añadiendo sal y más sal, la sobresaturamos y el solvente, la comida, se resiente hasta dejar de ser lo que era. Y eso es exactamente lo que está ocurriendo con los excesos reivindicativos y puntillosos hasta el ridículo, de los colectivos LGTBI y demás ramificaciones. Entiendo que estén en plena ebullición, que después del silencio y el tapado propendan a cierto despendole público, que exhiban su condición sin reservas, que defiendan los avances conseguidos y que estén vigilantes para no retroceder ni un paso, pero creo que hay ciertos excesos y que están cayendo en la sobresaturación, que puede deteriorar e incluso desprestigiar el “solvente” básico. Flaco favor se hace al colectivo enfatizando groseramente que una cadena de televisión es de “rojos y maricones”.

 

Se ha impuesto el temor a la represalia hasta el punto de que los chistes de “mariquitas” se cuentan en voz baja y mirando de reojo. Chistes de religiosos, políticos, bajos, altos, tartamudos, heterosexuales, funcionarios, viejos, albañiles, torpes, ricos, pobres…, sí, pero cuidadín con hacer humor con cualquiera de los colectivos de LGTBI, porque te pueden anatematizar hasta llegar a persecuciones tan estúpidas como las que ellos padecieron. Los excesos cansan, agotan, aburren y desmotivan, porque la sobresaturación militante hace señalamientos injustos y pone barreras innecesarias incluso a los que, sin pertenecer el colectivo, como heterosexuales normales, no vamos de machos ni machorros y tenemos una actitud abierta, cercana y comprensiva. Y no digo tolerante porque, además de que no hay nada que tolerar, tengo que elegir cuidadosamente verbos, pronombres y adjetivos para no caer en falta. Un poco ridículo.

 

Que cada mochuelo elija su olivo y haga el nido con quien le plazca, pero que antes de caer en señalamientos, generalistas e injustos, consulten con expertos que puedan ayudarles a no echar azúcar en el café hasta que el café, por sobresaturación, sea imbebible. El colectivo LGTBI gana más haciéndose respetar con el argumento inapelable de sus razones, que pintando frentes a brochazos y haciendo listados a los que poder condenar por cualquier nimiedad. Como, por ejemplo, no ser de LGTBI.

 

 

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