La calma del encinar
CULPABLE
Tomás Martín Tamayo
Suelo
dejar puertas abiertas y eso, que es un defecto de fábrica, me ha pasado facturas,
que he pagado por ingenuo y confiado. En lugar de dar diez créditos y preservar
noventa, confío y lo hago al revés. Culpable.
Abandoné Facebook porque, ignorando el
patatal en el que me metía, mordí anzuelos que resultaron comprometidos. Y
porque me aburría. Deberían dar un curso a los no iniciados, antes de permitir el
acceso a la red. Lo lamentable es que, inconscientemente, fui yo el que se
metió en los charcos, para que se cumpliera el “si vas de codorniz y caes en la
red, no culpes a quien la puso”. Culpable.
Me irrité al saber que la consejería de
Cultura había organizado un campamento de verano para niños, que incluía en su
programación “Buscar restos óseos de la Guerra Civil en las inmediaciones de
Castuera”. Manifesté mi indignación descalificando semejante disparate, pero
utilicé la expresión “debería darles vergüenza utilizar a los niños para buscar
huesecitos por los campos de la Serena” … ¡Huesecitos, qué horror y qué error!
Los “huesecitos” lo utilizaron como una expresión peyorativa, despreciativa
hacia las víctimas y sus familiares. Culpable.
Empezaron a llegarme correos, con
mensajes reiterativos de gente que quería conocerme, concertar una cita… Era
raro, porque coincidían en un tiempo muy corto y algunos, por osados, eran muy
explícitos. Mi hija se encargó del tema y averiguó que figuraba en una
aplicación de “ligoteo”, foto e historial profesional incluidos, con el error
de que me presentaba como periodista, de Cáceres y con diez años menos. Después
de tres días, logró bajarme de un portal del que ignoraba su existencia.
Culpable.
Un amigo me avisa/pregunta: “¿Estás dando
“me gusta” a un perfil de Twitter que exhibe mujeres semidesnudas?”. No, pero
pude comprobar que algunas de esas entradas tenían mi “me gusta”. Una bobada
porque puedo dar mi aprobación a lo que me dé la gana, pero pregunté a los que
saben y, después de escuchar versiones y remedios, me encontré tan perdido como
al principio: He regalado “me gusta” a algo que no he visto, de alguien que no
conozco. Aunque, dicho sea de paso, las señoras exhibidas estaban muy bien
seleccionadas… Culpable.
No tenía empatía alguna con el exalcalde
de un pueblo grande que, después de haber pasado por casi todas las
instituciones públicas, sigue mandando mucho en el PP cacereño. Me sorprendió que
la concejala de Cultura, por indicación suya, me invitara a hablar de mi obra en
la “feria del libro”. Bajé la guardia, aparqué mis reticencias y, a la hora
convenida, me presenté en la Casa de la Cultura, con mi cartera y mis libros. No
había nadie. Nada se había organizado y nadie se presentó… ¡400 km. y una tarde
de sábado perdida, para regocijo de un cacique que, seguro, disfrutó al verme
llegar, esperar y marcharme. Culpable.
Me enviaron la historia de un pobre hombre
que padecía una enfermedad rara y necesitaba ayuda urgente para someterse a un
tratamiento carísimo en EE.UU. Fotos, adhesiones, tratamientos, facturas… Me conmovió
y materialicé mi solidaridad en euros. Todo mentira, un caradura que se reía de
los panolis que habíamos mordido su anzuelo. El tema explotó por un video del fulano
y cada vez que lo veía sentía vergüenza por haber sido tan ingenuo. Y tan culpable.
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