sábado, 27 de febrero de 2021

 

Versos desgarrados

El libro de Martín Tamayo está construido con poemas de amor que ha sido destrozado por el terrible viento de una pandemia arrasadora

Cuando en el año 1975 se prodigaron los recitales poéticos por toda la geografía extremeña, Tomás Martín Tamayo fue uno de los promotores que organizó actos y los difundió en la prensa, dándole visibilidad a un fenómeno literario inusual del que fue uno de los protagonistas más activos.

Después formaría parte del grupo literario empeñado en crear una editorial independiente en una región donde apenas se publicaban libros institucionales por parte de organismos públicos poco abiertos a nuevos escritores: la editorial ‘Esquina Viva’, que se abrió paso en medio de las dificultades oficiales del momento y fue decisiva en un cambio de rumbo editorial.

En tanto, escribía sin parar. Ha seguido escribiendo sin parar, y publicando con una gran variedad de registros, en los que destacan el artículo periodístico, la narración corta y la novela, sin faltar entregas poéticas, aunque con menos presencia pública que los demás géneros.

Ahora, casi medio siglo después de aquellas primeras frecuentes apariciones, nos ofrece una obra poética, escrita en 2020, con base en los sucesos más trágicos para el mundo de ese año terrible: la pandemia de la covid19.

Presentada al Premio de Poesía Ciudad de Badajoz de ese mismo año, en que quedó finalista, se publica con la pulcritud a que esta editorial nos tiene acostumbrados: Tecnigraf Editores.

Hay un hecho que motiva todo el poemario, que es su hilo conductor, su base argumental, su impulso vital para contar poéticamente el acontecer de la separación traumática que significa la muerte por una infección asustadora, que no deja siquiera efectuar una despedida cercana a los más directos allegados, a los propios hijos, a los hermanos, a los familiares y amigos entrañables.

Y como en esa separación traumática todo es imprevisible, urgente y desmedido, queda el vacío de la pérdida lleno de huellas domésticas que laceran aún más por la impotencia del recuerdo donde no habían cabido otros adioses que alguna nota escrita, dejada en el entorno familiar.

Esa es la base del libro que Tomás Martín Tamayo ha forjado en versos desgarrados: ‘El dolor confinado’ es un testimonio que golpea con unos versos secos, austeros, telegráficos, narrativos.

Se lee de un tirón, como se va la vida que nos presenta de un tirón también. Se nos mete por dentro el vacío que transmite («el vacío que dejaste»), la falta de colores («colores apagados»), la ausencia de esperanza («hoy no amanece/ nos ha mirado el desconsuelo»), la soledad irremediable («y en soledad dejaste tu lecho»), la infructuosa, dolorosa búsqueda («duele la búsqueda»), que conducen finalmente al completo desaliento: «No importa, madre, las huellas,/ el ayer se ha cortado de improviso,/ nada parece alumbrar un amanecer/ que se ha cerrado con tu ausencia».

Sí, estamos ante un libro de poemas desgarrador, construido con versos de amor que ha sido destrozado por el terrible viento de una pandemia arrasadora. Pero en medio de la añoranza y los recuerdos, late el hermoso testimonio de lo que fue vivido, por lo que es bueno que el autor nos diga que «abro puertas y ventanas/ ahuyentando fantasmas/ que corretean el recuerdo/ y anclan las pesadillas». Y que lo haga con versos fraternales y hermosos, que son un bálsamo en estos tiempos de borrasca.

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