sábado, 18 de abril de 2020

PERROS DE MAJÁ



                                   La calma del encinar
                                   PERROS DE MAJÁ


                                                            Tomás Martín Tamayo
                                                            tomasmartintamayo@gmail.com
 
                                  
Los perros de majá están de guardia permanente e incluso cuando duermen, se levantan ladrando ante cualquier presencia extraña. Ladran para ahuyentar,  corretean los límites de la finca,  avisan a sus amos, y a los intrusos de que han sido localizados y de que corren un peligro inminente si osan acercarse al terreno vallado. La contraprestación que exigen es un mendrugo de pan, unos huesos, algo de agua y, de tarde en tarde, alguna caricia del amo. Ah, para que no se vea discriminación machista, caigo en el despropósito de proclamar que, cuando me refiero a los perros, también incluyo a las perras. A las perras de majá.

Estoy aprovechando el confinamiento para poner orden en papeles y biblioteca, y para bloquear, en la única red social que uso, a unos cuantos perros y perras de majá, que andaban por ella aturdiéndome con sus ladridos. Si no son tiempos para la lírica, tampoco lo son para los plastas, los cansinos, los “jartimbres”, modorros y modorras de piñón fijo, incapaces de un mínimo de criterio personal. ¡Siempre agazapados tras alguna mata para ladrar incluso al silbido del viento! No los soporto, creo que, por necios, los perros y perras de la majá ideológica son todavía más perniciosos que los propios dueños. Y los veo tan rematadamente zoquetes que su empecinamiento cegato me produce  menos conmiseración que desprecio.

¿Tienen los perros de majá que justificar cualquier parida del Gobierno/amo, barnizar sus torpezas, sus pedos, sus eructos, contradicciones y mentiras? Lo hacen y lo hacen sin pudor, sin parpadear, poniéndose al servicio del disparate que llegue desde arriba porque lo suyo es ladrar. Y en el caso de algunos medios y emisarios, cobrar.

¿Recuerdan cuando Ivancito Rasputín Maquiavelillo inventó para Monago  el bochorno de  “Curro de Camas” y “Paco de Zafra”? Pues siguiendo el mismo manual, porque todo lo que está haciendo es lo que aquí hizo y todas las memeces que pone en la boca de Pedro Sánchez ya la puso en la de Monago,  ahora ha rescatado al “Capitán A Posteriori”, que pretende poner en evidencia a los que  critican la gestión del coronavirus. Los perros y perras de majá, acogieron la “genialidad” con entusiasmo y, para difundirla, ladraron hasta a las piedras del camino. ¡Pobres y pobras, porque no se les ha hecho ni puñetero caso!

El cierre de filas, sin un mínimo de raciocinio, y  tragárselo todo como manjar exquisito, es propio de mentes endebles, de brutos, de gente servil y vacía, adoctrinada para el  vasallaje e incapaces  de elaborar una idea propia. Vienen a ser la subespecie, la carne que vaticinaba Aldous Huxley en “Un mundo feliz”.

¿Adónde van con esa idiotez de que a los discrepantes nos mueve el odio? ¿Y de llamarnos fascistas y de extrema derecha a todos los que tenemos un criterio propio? Precisamente uno de los postulados más aborrecibles del fascismo es el alineamiento, la verticalidad en el mando, la obediencia jerárquica, la sumisión,  la pleitesía y la incapacidad de pensar. El fascista más cercano que tienen los perros y perras de la majá ideológica es el que llevan encima. En el “Chavo del 8” lo resumirían: ¡Chusma!

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1 comentario:

Antonio AJA dijo...

Realmente me resulta magnífico tu artículo por lo bien que describes a esa “casta” de segunda fila que goza de privilegios, aunque menores (mendrugos de pan), por el seguimiento incondicional e interesado que dispensan al “amo”. Privilegios menores pero suficientes para condicionar su pensamiento apartándolo de todo sentido común. No en vano saben que su subsistencia depende, como la del mastín, de la máxima racionalista “pienso, luego existo”. Y como para el mastín ese “pienso” es el mendrugo de pan.