sábado, 7 de diciembre de 2019

VELAQUÍ LO NUESTRU



            La calma del encinar
            VELAQUÍ LO NUESTRU

                                          Tomás Martín Tamayo
                                          Blog Cuentos del Día a Día
                                          tomasmartintamayo@gmail.com


Las singularidades entre los distintos medios de comunicación se están estrechando tanto que, cuando abrimos un periódico, en papel o digital, lo único que los diferencia es el sesgo ideológico de la línea editorial. Las noticias comunes se sirven  con total asepsia, pero cambia la forma de titularlas y la manera de contar las de contenido político. Eso  ocurre en los medios con disposición ideológica definida pero, afortunadamente, en la mayoría de los periódicos, regionales, provinciales e incluso locales, lo que prima es la noticia por la noticia. Para informarse de las consecuencias de “la gota fría” en el Levante, da igual El País que La Razón, pero a la hora de vender los posibles pactos para la formación de Gobierno, el sesgo ideológico se hace muy notable.

Suelo “ojear” una docena de periódicos todos los días y aunque el grueso de la información lo conozco por las ediciones digitales, la radio, la televisión…, cada día tengo  más aversión a los que cocinan las noticias con un interés frentista. Quiero que me informen sin manipularme. Digamos que yo me manipulo solo.

La semana pasada, en un instituto de Badajoz me preguntaron que cómo y dónde elegía las noticias que comentaba en este espacio y cual era mi fuente de información. Yo me paseo por toda la prensa, respondí,  pero leo el HOY, que es el que me ofrece lo singular por cercano. El 60 o el 70% de su contenido es común a todos los demás, pero lo que ocurre en Miajadas, Zafra, Trujillo o en mi pueblo, Campillo de Llerena, no lo encuentro en otro medio y ninguno tiene un plantel de columnistas como los que firman en HOY. Después de cuarenta y dos años y más de tres mil artículos publicados en HOY, algo debo de saber de los que aquí vierten sus opiniones, de los pasados y de los presentes. De algunos prescindo y en otros apenas me detengo, pero hay una docena de columnistas (¿y columnistos?), que me aportan, me guían, me refrescan y me enseñan. Hoy voy a detenerme en uno, Alfonso Callejo, al que le he “robado” el título de este artículo: “Velaquí lo nuestru”, que publicó el pasado miércoles. Reseño la fecha para que lo busquen porque es un trabajo que merece marco.

De principio a fin, Alfonso Callejo, sin levantar la voz, desmonta lo artificioso de algunas pretensiones lingüísticas, que se nos venden como diferencias abismales, por las que exigen tratos singulares, mayores aportaciones económicas e incluso derechos que exceden el amplio marco de nuestra Constitución. Y Alfonso lo hace con sencillez, casi de puntillas y en “castúo”, en el “extremeñu de la Extremaura” que podíamos y deberíamos defender, porque es nuestro y emana de nuestras raíces. ¡Y no es un invento! En una ocasión propuse en la Asamblea de Extremadura que se constituyera una comisión para estudiarlo, pero un supuesto lingüista, que hacía las veces de director general del Cultura, se carcajeó de mi pretensión, a la que calificó de disparatada. Si el tal leyera la columna de Alfonso Callejo, se daría cuenta de que lo disparatado es el desprecio que demostró.

Parece que hoy, incluso los extremeños, estamos de vuelta de que eso de la solidaridad interterritorial es un camelo y que se impone el realismo de que, para exigir con eficacia, hay que poner a trabajar nuestro voto de otra forma y en otros andamios, porque regalarlo, como hasta ahora, no hará que cambie nuestra situación, pese a que tenemos mucho que decir. Incluso en castúo.
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