La calma del encinar
VELAQUÍ LO NUESTRU
Tomás
Martín Tamayo
Blog Cuentos
del Día a Día
tomasmartintamayo@gmail.com
Las singularidades entre los
distintos medios de comunicación se están estrechando tanto que, cuando abrimos
un periódico, en papel o digital, lo único que los diferencia es el sesgo ideológico
de la línea editorial. Las noticias comunes se sirven con total asepsia, pero cambia la forma de
titularlas y la manera de contar las de contenido político. Eso ocurre en los medios con disposición
ideológica definida pero, afortunadamente, en la mayoría de los periódicos,
regionales, provinciales e incluso locales, lo que prima es la noticia por la
noticia. Para informarse de las consecuencias de “la gota fría” en el Levante,
da igual El País que La Razón, pero a la hora de vender los posibles pactos
para la formación de Gobierno, el sesgo ideológico se hace muy notable.
Suelo “ojear” una docena de periódicos
todos los días y aunque el grueso de la información lo conozco por las
ediciones digitales, la radio, la televisión…, cada día tengo más aversión a los que cocinan las noticias
con un interés frentista. Quiero que me informen sin manipularme. Digamos que
yo me manipulo solo.
La semana pasada, en un
instituto de Badajoz me preguntaron que cómo y dónde elegía las noticias que
comentaba en este espacio y cual era mi fuente de información. Yo me paseo por
toda la prensa, respondí, pero leo el
HOY, que es el que me ofrece lo singular por cercano. El 60 o el 70% de su
contenido es común a todos los demás, pero lo que ocurre en Miajadas, Zafra,
Trujillo o en mi pueblo, Campillo de Llerena, no lo encuentro en otro medio y
ninguno tiene un plantel de columnistas como los que firman en HOY. Después de
cuarenta y dos años y más de tres mil artículos publicados en HOY, algo debo de
saber de los que aquí vierten sus opiniones, de los pasados y de los presentes.
De algunos prescindo y en otros apenas me detengo, pero hay una docena de
columnistas (¿y columnistos?), que me aportan, me guían, me refrescan y me
enseñan. Hoy voy a detenerme en uno, Alfonso Callejo, al que le he “robado” el
título de este artículo: “Velaquí lo nuestru”, que publicó el pasado miércoles.
Reseño la fecha para que lo busquen porque es un trabajo que merece marco.
De principio a fin, Alfonso
Callejo, sin levantar la voz, desmonta lo artificioso de algunas pretensiones lingüísticas,
que se nos venden como diferencias abismales, por las que exigen tratos
singulares, mayores aportaciones económicas e incluso derechos que exceden el
amplio marco de nuestra Constitución. Y Alfonso lo hace con sencillez, casi de
puntillas y en “castúo”, en el “extremeñu de la Extremaura” que podíamos y
deberíamos defender, porque es nuestro y emana de nuestras raíces. ¡Y no es un
invento! En una ocasión propuse en la Asamblea de Extremadura que se
constituyera una comisión para estudiarlo, pero un supuesto lingüista, que
hacía las veces de director general del Cultura, se carcajeó de mi pretensión,
a la que calificó de disparatada. Si el tal leyera la columna de Alfonso
Callejo, se daría cuenta de que lo disparatado es el desprecio que demostró.
Parece que hoy, incluso los
extremeños, estamos de vuelta de que eso de la solidaridad interterritorial es
un camelo y que se impone el realismo de que, para exigir con eficacia, hay que
poner a trabajar nuestro voto de otra forma y en otros andamios, porque regalarlo,
como hasta ahora, no hará que cambie nuestra situación, pese a que tenemos
mucho que decir. Incluso en castúo.
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