La
calma del Encinar
FRANCO,
PROGRAMA ELECTORAL
Tomás Martín Tamayo
Blog
Cuentos del Día a Día
Me cuenta el mío Jaime
Álvarez Buiza de un hortelano que, con su burro, fue a por melones al huerto.
El hombre no andaba muy sobrado de luces y puso todos los melones en un serón,
por lo que la carga amenazaba con caer y tirar al pobre animal. Para
equilibrarla tuvo la ocurrencia -¡menos mal!- de agarrarse como contrapeso en
el serón del otro lado y arrastrándose, sudando y agotado por el esfuerzo,
llegó a su casa. Su mujer, al verlo llegar así, supuso lo que había pasado y le
increpó: “So cacho zoquete ¿no se te ha ocurrido poner la mitad de los melones
en un lado y la otra mitad en el otro? ¡Incluso podías haberte montado en el
burro!”. El hortelano, mientras a duras penas descargaba los melones, miró a su
mujer: “Las mujeres desde casa lo veis to mu fácil”.
Me he acordado de esto porque
los últimos sondeos electorales, con excepción del de Tezanos/PSOE, vaticinan
que el hortelano de las ocurrencias, puso todos los melones en el serón del
adelanto electoral, incrementando el peso con la exhumación de Franco y la
sentencia contra los separatistas catalanes. El genio que Monago sacó de una
lámpara sigue trotando y, como detrás de un botarate siempre hay otro mayor, la
cita con las urnas se hizo inevitable. Pedro Sánchez desoyó las voces de alerta
que le llegaban desde su propio Gobierno y para justificar el adelanto
electoral, puenteó cualquier entendimiento con Podemos. Está claro que las
ofertas para que los morados se sentaran en el Consejo de Ministros eran barcas
con agujeros, que habrían naufragado, sí o sí, durante la travesía.
¿Y ahora? Las urnas las carga
el diablo y poner las manos en el fuego por ellas es jugar a quemarse. El
Tribunal Supremo dictó una sentencia salomónica que no contentó a nadie, porque
defraudó las expectativas de unos y resultó excesiva a otros. El rugido de la
marabunta en Cataluña tampoco supieron preverlo en el laboratorio de
ocurrencias y la indignación de España por el vandalismo callejero, que no
supieron ver ni evitar, tendrá consecuencias no previstas por el maquiavelito.
Contentos pueden estar en el PSOE si logran el 10-N los 123 escaños que hoy tienen.
Quedaba el as de la
exhumación, pero la fecha y la escenografía montada para la ocasión no convencieron
a nadie. Han sido tan malos actores que lo que podía ser un gesto de reparación
histórica, lo convirtieron en un descarado vodevil electoral. La presencia
estrambótica de una ministra, de luto y con cara luctuosa, para que se visualizara
la “acción” del Gobierno y la solemne incursión de Pedro Sánchez con su “un
paso de gigante para la democracia”, han logrado que incluso los más
recalcitrantes, de uno y otro lado, censuren la ocurrencia de pretender ordeñar
electoralmente a un muerto al que no dejan de resucitar. Franco es su programa
electoral. Lo que han conseguido es que, como ha dicho Miguel Ríos, “el
exhumado está más presente que en los años 80”, que se hable de él, que se
despierte el franquismo adormecido y que se reedite un viejo “¡viva Franco!”
que estaba, como su momia, bajo una pesada losa. Los de Vox deberían enviarle
bombones al ocurrente.
Resulta
extraño que Pedro Sánchez no haya tenido algún compañero en Extremadura que le
alerte de las consecuencias de seguir a semejante flautista. ¡Y de lo bien que
le fue a Monago poniéndose en sus manos! ¿Ahora sí? Ya veremos.
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