La calma del
encinar
LLEGAR TARDE
Tomás Martín Tamayo
Blog Cuentos del Día a Día
Rajoy es como Conchita, una
comadrona famosa en Badajoz porque llegaba tarde a los partos. “Es porque no me
gusta molestar”, decía a modo de justificación. Ella dejaba que la naturaleza
resolviera sus problemas, convencida de que el parto que llegara torcido se
enderezaría solo y si no se enderezaba pues “no estaría de Dios”, que la
resignación cristiana tiene mucho recorrido. Eso sí, estaba siempre a la hora
de lavar a la criatura y llevársela a su madre, peinada y perfumada, para que
esta visualizara su presencia y diligencia.
La pereza o pasividad de
Rajoy es “un problema singular”, como podría decir el ministro de Justicia. Él
cree que los problemas se resuelven solos, lo que tal vez sería bueno para un
eremita dedicado a la oración y al sacrificio, pero fatal para quien luce en
sus tarjetones la leyenda de “Presidente del Gobierno”, obligado a tomar
decisiones, resolver problemas y anticiparse a los conflictos. Lo suyo es
llegar siempre tarde, mirar, ponerse de perfil y dejar, como Conchita,
que la naturaleza o el óxido resuelvan. Su incapacidad para tomar
decisiones no se corrige, pero se contagia hasta el punto de que tenemos
un Gobierno dedicado al maquillaje de la criatura, pero incapaz de resolver
ningún problema del parto.
Rajoy mira y parpadea,
poniendo cara del que se ha tragado el palo de una fregona, pero como es
indolente y relativista, impone en el Gobierno, y en el partido, la
velocidad punta del oso perezoso, en medio de la competitividad supersónica. A
él nada le afecta, no se ve concernido por ningún acontecimiento y, para no
complicarse la vida, se encoge de hombros y justifica corrupciones e
irregularidades que le obligarían a tomar decisiones, sacándolo de su sesteo
permanente. Bendijo, besucón, el “mastericidio” de Cristina Cifuentes, como
antes lo había hecho con todos los casos de corrupción que están lastrando al
partido, contaminando incluso a los que nada tienen que ver con prácticas
corruptas.
A Rajoy todo le
sorprende, le sobrepasa y le puede, pero sigue siendo el timonel del Partido
Popular y, lo que es más grave, el guía de un Gobierno timorato, incapaz y
desperdigado. El electorado, que pasará al Partido Popular una minuta muy alta,
tiene que esperar hasta las elecciones, pero ¿cómo es posible que en el PP no
tengan capacidad para atajar un mal como Rajoy, convertido en picudo de
palmera, que lo llevará a la ruina con la misma certeza que Zapatero arruinó al
PSOE? Está comprobado que en los grandes partidos, con sus prebendas y
verticalismo cegato, hay más rebaño que militancia activa y efectiva. Hasta el
papa Francisco tiene más contestación en la Iglesia que los líderes de los
partidos en la militancia. Rajoy no está, PP chitón en boca, Gobierno ni mu.
Y cuando se mueven, peor.
Montoro ayudando a los separatistas... La ministra de Trabajo tiene tal
capacidad de convocatoria que, con una carta, logró sacar del letargo a diez
millones de pensionistas, que esperan para darle el oportuno acuse de recibo,
pero la doña, que parece gemela de Millán de “Martes y trece”, sin
gracia, sigue de ministra. ¿Y el ministro de Justicia, con declaraciones
desquiciadas, propias de alguien que tiene “un problema singular”?. Deberían
estar cesados pero la decisión es de Rajoy y eso lo obligaría a tomar
decisiones. ¡Imposible, qué pereza, mejor dejar que se cesen solos! O no.
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