La calma del encinar
ABRIRSE DE PIERNAS
Tomás Martín Tamayo
Blog Cuentos del Día a Día
Tan extremas son las feministas iracundas que acaban en la
misandria como los antifeministas ceporros que concluyen por rechazar cualquier
propuesta, por sensata que sea, que proceda del feminismo. Esta semana ha sido
noticia que dos asociaciones madrileñas, “Mujeres en lucha” y “Madres
estresadas” han promovido una iniciativa para que los usuarios masculinos del
servicio de autobuses urbanos no se “desparramen” en sus asientos y respeten el
espacio de los demás. Muy delicado me parece el término de la solicitud, porque
el correcto, el que recoge el DRA, es despatarrarse y nada tiene que ver con el
machismo ni con el feminismo, porque es un tema que debe circunscribirse al
ámbito de la educación, la sensibilidad, la delicadeza y el respeto a los
demás.
Ocupar un espacio que no nos corresponde, abriendo las
piernas hasta invadir el indeterminado pero lógico de los asientos contiguos,
es un acto incívico, una agresión a los
derechos de los demás y da igual que el agredido sea una mujer, un hombre o que el invasor sea un hombre o una
mujer. Lo verdaderamente llamativo es que algo tan lógico tenga que solicitarse
desde una pegatina, en la que un muñeco -¿por qué no una muñeca?-, ocupa el
asiento propio y parte de los otros dos. ¿Qué tiene que ver esto con el feminismo?
Personalmente aplaudo la iniciativa de los dos colectivos feministas, me sumo a
ella y hasta me agradaría que siguieran señalando obviedades que, por mal
educados, solemos olvidar, porque la invasión del espacio del vecino no solo se
da en los autobuses.
¿No se han encontrado nunca en un cine a un mastuerzo que,
además de ocupar todo el reposabrazos que debe ser compartido, mete sus codos
en los asientos laterales, se tiende en su butaca, abre las piernas hasta casi ocupar tres asientos y eructa
después de deglutir colas y palomitas? Pues que vayan preparando pegatinas
porque ese homínido pertenece a una especie muy abundante. Lo mismo ocurre en las
salas de espera de las estaciones de autobuses, en los hospitales, en los
estadios de fútbol, en los aviones y hasta en los pasos procesionales, en los
que ha habido trifulcas con tipos que querían el “tres por uno”.
¿Es también cuestión de decoro, de recato o de pudor? Puede,
pero sobre todo lo es de educación y civismo y hemos de reconocer que el
despatarre grosero y abusón es más propio en hombres que en mujeres, aunque no
hay parto sin sangre. Hace unos días, en el aeropuerto París-Orly, frente a la
fila de asientos en la que yo esperaba, una despatarrada, joven y físicamente
agraciada, nos mostraba su sonrisa vertical, con las piernas grotescamente
abiertas y sin parapeto textil para ninguna intimidad. O sea.
¿Pegatinas también contra los que se tienden en los
asientos, dormidos o simulando que duermen, mientras otros usuarios permanecen
de pie? ¿Contra los que consideran que su mochila tiene derecho prioritario de
asiento? ¿Y los que se sientan al lado, con auriculares a tal volumen que se
convierten en amplificadores de feria? ¿Los que comen pipas y escupen las
cáscaras, los que comparten sus efluvios de axila, los que regalan sus olores
corporales, la suciedad en la vestimenta? ¿Y los que se saltan las colas hasta
en el híper…?
No debería ser necesario semejante recordatorio, pero como
lo es, celebro la iniciativa y si eso es feminismo, en eso soy un feminista. Mira
tú.
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