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La calma del encinar
AQUELLOS POLVOS, ESTOS LODOS
Tomás Martín Tamayo
Blog Cuentos del Día a Día
Hasta
hace poco he sido uno de los propagandistas
entusiasmados con el periodo de transición pero con los años, los desconchados del edificio van dejando al
descubierto muchas de sus carencias. Es como cuando te entregan una casa nueva,
recién pintada, suelos pulidos, cocina inmaculada…, pasas a habitarla y en
meses las persianas se descuelgan, las losetas del suelo se mueven, la cisterna
comienza a perder agua… La Transición tuvo muchos protagonistas, se hizo pueblo
a pueblo, pero los verdaderos arquitectos diseñaron un modelo que daban más
respuestas a las demandas del día que del futuro. Muchos de los problemas se
cubrieron con engrudo, a las infecciones
se les aplicaron cataplasmas improvisadas, las pestilencias se disimularon con
colonias baratas y con el beatífico
“café para todos” de Suárez, logramos ir superando los escollos, pero estos han
seguido creciendo porque, como cantaba Manuel Pacheco, “para curar el cáncer no
sirven las libélulas”.
Como prueba, y sin salir de Cataluña -ahora
foco de atención mediática por el golpismo institucional-, ahí están los
trinques de Convergencia y las mordidas del clan Pujol, coincidiendo en el
tiempo con el galopante secesionismo que, con el barniz de la democracia, es un
claro golpe de Estado. Esperemos que a los golpistas se les aplique el mismo
rasero que a Armada, Tejero y compañía, aunque el “elefante blanco” sigue
barritando. Uno de los males de la inocente Transición fue consolidar clases y
castas y entre “señores X”, “elefantes blancos” “sobres negros”, nunca llegamos
a las raíces de los males que nos acechaban y nos siguen acechando.
Casi
todos los males de nuestra situación política, incluido el de la corrupción,
tienen su raíz en aquel periodo que, durante años, sirvió para ponernos ante el
mundo como ejemplo de tolerancia y capacidad de regeneración, pero mientras
algunos íbamos cegados por la ilusión, el propio sistema que pretendíamos
derribar se coló de rondón entre los materiales de la reforma y con el tiempo,
estamos comprobando que Franco no hablaba por boca de ganso cuando adelantó que
lo había dejado todo “atado y bien atado”. La cúpula política se blindó y
dejamos una dictadura unipersonal para entregarnos a la partitocracia que propicia la corrupción, las puertas
giratorias, el robo e incluso la impunidad, porque para eso se arbitraron los
aforamientos masivos, se mantiene la potestad del indulto, se atenaza con su
elección por cuotas al Tribunal de Cuentas, al Consejo General del Poder
Judicial, al Tribunal Constitucional y se mantiene bajo disciplina camuflada al
Fiscal General. Más círculos de protección que los que llevaba Calígula, al que
a pesar de todo, acabaron asesinando.
De
aquellos polvos, estos lodos y parece que seguimos el mismo libreto de la
Transición para afrontarlos, fiándolo todo a la palabrería y a las monsergas de
un diálogo en el que no cree ninguna de las partes. ¿Se ignora acaso que detrás
de Cataluña viene el País Vasco, Galicia, Canarias, Valencia…? Está muy claro
que es el momento de atajar una infección que amenaza con propagarse porque el
trompeteo interesado de unas elecciones generales, no puede servir de excusa
para apuntarse tantos, ni para situarse de perfil, poniendo artificios legales
de réplicas y contrarréplicas donde se exige una intervención quirúrgica que
está en la Constitución. ¿Queremos curar el cáncer con libélulas? Pues de los
polvos de hoy los lodos de mañana.
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