sábado, 31 de octubre de 2015

AQUELLOS POLVOS, ESTOS LODOS

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           La calma del encinar
           AQUELLOS POLVOS, ESTOS LODOS

                                                            Tomás Martín Tamayo
                                                            tomasmartintamayo@gmail.com
                                                            Blog Cuentos del Día a Día


Hasta hace poco he sido uno de los propagandistas  entusiasmados con el periodo de transición pero con los años,  los desconchados del edificio van dejando al descubierto muchas de sus carencias. Es como cuando te entregan una casa nueva, recién pintada, suelos pulidos, cocina inmaculada…, pasas a habitarla y en meses las persianas se descuelgan, las losetas del suelo se mueven, la cisterna comienza a perder agua… La Transición tuvo muchos protagonistas, se hizo pueblo a pueblo, pero los verdaderos arquitectos diseñaron un modelo que daban más respuestas a las demandas del día que del futuro. Muchos de los problemas se cubrieron con engrudo,  a las infecciones se les aplicaron cataplasmas improvisadas, las pestilencias se disimularon con colonias baratas  y con el beatífico “café para todos” de Suárez, logramos ir superando los escollos, pero estos han seguido creciendo porque, como cantaba Manuel Pacheco, “para curar el cáncer no sirven las libélulas”.

 Como prueba, y sin salir de Cataluña -ahora foco de atención mediática por el golpismo institucional-, ahí están los trinques de Convergencia y las mordidas del clan Pujol, coincidiendo en el tiempo con el galopante secesionismo que, con el barniz de la democracia, es un claro golpe de Estado. Esperemos que a los golpistas se les aplique el mismo rasero que a Armada, Tejero y compañía, aunque el “elefante blanco” sigue barritando. Uno de los males de la inocente Transición fue consolidar clases y castas y entre “señores X”, “elefantes blancos” “sobres negros”, nunca llegamos a las raíces de los males que nos acechaban y nos siguen acechando.

Casi todos los males de nuestra situación política, incluido el de la corrupción, tienen su raíz en aquel periodo que, durante años, sirvió para ponernos ante el mundo como ejemplo de tolerancia y capacidad de regeneración, pero mientras algunos íbamos cegados por la ilusión, el propio sistema que pretendíamos derribar se coló de rondón entre los materiales de la reforma y con el tiempo, estamos comprobando que Franco no hablaba por boca de ganso cuando adelantó que lo había dejado todo “atado y bien atado”. La cúpula política se blindó y dejamos una dictadura unipersonal para entregarnos a la partitocracia  que propicia la corrupción, las puertas giratorias, el robo e incluso la impunidad, porque para eso se arbitraron los aforamientos masivos, se mantiene la potestad del indulto, se atenaza con su elección por cuotas al Tribunal de Cuentas, al Consejo General del Poder Judicial, al Tribunal Constitucional y se mantiene bajo disciplina camuflada al Fiscal General. Más círculos de protección que los que llevaba Calígula, al que a pesar de todo, acabaron asesinando.

De aquellos polvos, estos lodos y parece que seguimos el mismo libreto de la Transición para afrontarlos, fiándolo todo a la palabrería y a las monsergas de un diálogo en el que no cree ninguna de las partes. ¿Se ignora acaso que detrás de Cataluña viene el País Vasco, Galicia, Canarias, Valencia…? Está muy claro que es el momento de atajar una infección que amenaza con propagarse porque el trompeteo interesado de unas elecciones generales, no puede servir de excusa para apuntarse tantos, ni para situarse de perfil, poniendo artificios legales de réplicas y contrarréplicas donde se exige una intervención quirúrgica que está en la Constitución. ¿Queremos curar el cáncer con libélulas? Pues de los polvos de hoy los lodos de mañana.




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