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El son de los asombros
ROSTROS DE CARTÓN PIEDRA
Tomás Martín Tamayo
Blog: Cuentos del día a día
Un viejo militante del PP, refiriéndose a Rajoy, me decía ayer:
“Hombre, Tomás, muy tonto, muy tonto no debe ser, cuando nos ha engañado tantas
veces a tantos”. Y lleva razón, tal vez la tontuna esté entre los que creímos
que debajo de su cara de tonto había algún principio, algo de lealtad, un
atisbo de dignidad... Nada de nada, Rajoy, fiel a su relativismo tancredista,
ha vuelto a hacer lo que mejor sabe: poner cara de tonto y reírse del personal,
demostrando, una vez más, que todo lo que dice o promete es “leche migá”,
alimento para crédulos e ingenuos. La montó parda, subiéndose a todos los
caballos cuando la miembra Aído y ZP reformaron la ley de interrupción del
embarazo hasta dejarla en un aborto a la carta, en el que incluso las menores
de 16 años podían abortar sin conocimiento de sus padres. Encabezó
manifestaciones, involucró al PP, logró movilizar a los sectores más
conservadores, utilizó a las organizaciones Provida, hizo un seguidismo tan
falso como interesado de los postulados de la Iglesia… Prometió y se
comprometió a cambiar la regulación si llegaba a la presidencia del Gobierno y,
para demostrar la firmeza de sus postulados, presentó un recurso ante el
Tribunal Constitucional.
¿Tiene Rajoy la culpa de ser como es? ¿Es culpable de decir una cosa y
hacer la contraria, siempre, siempre, siempre? Si se mira con un poco de perspectiva
su trayectoria, ha demostrado, en sus tres años de gobierno, que es una persona
coherente y previsible, porque siempre hace lo mismo, que es lo contrario de lo
que dice que va a hacer. Si afirma que a él no le gusta la paella, lo que
realmente está diciendo es que todo los días la come, si enfatiza que él jamás
de los jamases tocará las pensiones o el presupuesto de Sanidad y Educación, lo
que está diciendo es que va a entrar a saco en esas tres parcelas. Las personas
que mienten siempre son tan coherentes y fiables como las que dicen la verdad.
Rajoy, mintiendo dice la verdad, pero necesita traductores. El problema no está
en su orilla, sino en la de los que lo escuchan literalmente. ¿Qué quería decir
cuando afirmaba que iba a modificar inmediatamente la Ley de interrupción del
embarazo? Pues, eso, que no la modificaría. Ahora, todos los sectores a los que
utilizó electoralmente se quejan de su incumplimiento, a pesar de que él dijo
siempre lo que iba a hacer, que era lo que no pensaba hacer. No sé si se me
entiende, porque traducir a Rajoy no es fácil.
Gallardón, tan listo como se cree, tiene ahora otro motivo para llorar,
porque no supo entender que cuando Rajoy le encargó la modificación de la Ley
del embarazo, lo que realmente le estaba pidiendo es que no modificara nada,
que dejara pasar el tiempo, que amagara pero sin dar y que dilatara la
tramitación hasta el nunca jamás, distrayendo al personal para que no se
detuviera en otras cuestiones más peliagudas, como la corrupción, el “cosa
nostra” para seguir repartiendo cargos y prebendas entre la parentela. Con o
sin acuerdo previo, el PSOE le hizo el juego. ¿Se acuerdan de la tabarra del caso Faisán, en
el que unos policías habían alertado a la banda para que no acudieran a una
cita? Pues nada más llegar al Gobierno cerró el caso bajo siete llaves, porque
a Rajoy lo que le interesaba era la utilización electoral de aquella vergüenza,
no la verdad ni el esclarecimiento del contubernio.
¿Qué los catalanes están dando
la coña más allá de lo razonable? Él, a lo tonto y como el que no quiere la
cosa, se pone de perfil mientras desempolva el cartapacio de Pujol y sus nenes, soltando más liebres de
trapo para que se distraigan los galgos. Ahora tras la retirada definitiva de
la modificación que había impulsado Gallardón, todas las miradas confluían en
los miembros del Gobierno que pertenecen al Opus Dei, encabezados por el ministro del Interior, Jorge Fernández
Díaz… ¿Cómo me las maravillaría yo? Más liebres, deteniendo en vivo y en
directo al violador de Madrid, al que previamente habían hecho “enemigo público
número uno” y al que, según la Policía, tenían controlado desde hacía casi dos
semanas. El ministro ya se puso la medalla y, de momento, parece que se traga
sus principios religiosos. Vamos, que eso del aborto puede esperar, porque al
final Rajoy es como todos ellos y todos ellos son como Rajoy. ¡Rostros de cartón
piedra!
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