lunes, 21 de abril de 2014

SUÁREZ EN EXTREMADURA

                                  SUÁREZ EN EXTREMADURA
                                 Tomás Martín Tamayo
                                     tomasmartintamayo@gmail.com


No me es fácil pensar en Adolfo Suárez en pasado, a pesar de que lleva lejos más de doce años. Su larga enfermedad lo apartó de nosotros, pero no logró arrancarlo de la memoria de los que tuvimos  la fortuna de tratarlo en la cercanía que supuso su vuelta al activismo político, con el Centro Democrático y Social (CDS). En la vida pública de Adolfo Suárez existieron dos orillas muy separadas, la triunfal, como presidente del Gobierno y mullidor incuestionable de la transición, y la de, en expresión suya, “ponerse las alpargatas de esparto, partiendo de cero, para hacer la travesía del desierto, a la intemperie y contando con la animadversión interesada de AP y PSOE, que temían su resurgir como tercero en discordia, impidiendo la cómoda alternancia que por aquellos días ya se vislumbraba en España. Felipe González y José María Aznar se pusieron de acuerdo en pocas cosas, pero la de lapidar cualquier posibilidad del CDS fue una de ellas, contando con la complicidad de la banca que, de la mano de Rafael Termes, su presidente, nos negó el pan y la sal. Hasta los partidos testimoniales, que nunca habían logrado representación parlamentaria, tenía más facilidad para acceder a créditos bancarios que el CDS. Aunque no lo tuvieran concertado explícitamente, no lo afirmo ni lo niego, AP y PSOE hicieron del CDS y de Suárez el enemigo común y no perdían oportunidad para atacarnos. Muchos de nosotros tuvimos que responder personalmente de lo poco que lográbamos y, en el caso de Extremadura, algunos afrontamos la hipoteca durante años. Aún así el CDS se situó como tercera fuerza parlamentaria en España y en casi todas las comunidades. En Extremadura llegamos a tener ocho parlamentarios.

 Momentos muy importantes de mi vida están ligados a Adolfo Suárez y sé que, para siempre, será uno de los ejes importantes de mi existencia. No es fácil entrar en el círculo íntimo de una persona tan grande, que tanto hizo por España y a la que tanto admiraba, desde los tiempos de UCD, pero en esta segunda etapa del CDS, desde el primer momento, me vi gratificado con su amistad, lo que descolocaba a muchos porque mi bagaje político era más bien escaso y centrado exclusivamente en el ámbito de Extremadura. Yo, según decía José Ramón Caso, secretario general del CDS y persona de su absoluta confianza, era de las poquísimas personas que cuando lo llamaba se ponía directamente o me devolvía la llamada.  En la etapa del CDS lo acompañé desde el principio, me llevó al Comité Nacional del partido, me hizo miembro de su comisión ejecutiva permanente, órgano muy reducido, de cinco miembros, y coordinador general de política autonómica. Reclamó mi presencia para estar junto a él en sus dos últimas campañas electorales y en sus viajes al extranjero, siempre contó conmigo para que lo acompañara. ¡Qué privilegio haber hecho miles de kilómetros junto a él, hablando de todo, incluso de relojes, y compartiendo hasta momentos de somnolencia en el  avión o en el coche!

Recuerdo que en una ocasión tenía que ir a Lucerna (Suiza), como presidente de la Internacional Liberal y Progresista, y cuando en el Comité Nacional le preguntaron que quien deseaba que lo acompañase, dijo en tono muy serio: Quiero que venga Tomás, porque habla perfectamente alemán, inglés e italiano y nos ahorra tres traductores. Todos me miraron asombrados porque ignoraban que yo fuera el políglota que Suárez decía, pero mi asombro aún fue mayor, porque fuera del español apenas me entendía con el sistema onomatopéyico, que era el que utilizaba con mis alumnos analfabetos de la prisión de Badajoz. Al salir de la reunión, Suárez se aceró a mi, me cogió del brazo y en voz baja y con evidente ironía, me dijo: “Ya te he puesto tarea y en cinco días tienes que aprender alemán,inglés e italiano, no me falles. Como yo sabía que le gustaban los desplantes toreros, no me achiqué: “¿Que tengo que aprender inglés, alemán e italiano? ¿Es que crees que no los hablo? A esos tres súmale portugués, francés y algo de ruso”. Me miró muy sorprendido, hasta que mi risotada lo alertó del farol. Al concluir el viaje, ya en Barajas, cuando nos despedíamos, me regaló su reloj: "Toma, para tu colección". La verdad es que las razones por las que demostraba tan indisimulada preferencia hacia mi humilde persona, es algo que nunca entendí y supongo que los demás tampoco, porque más allá de una lealtad sincera, o aportaciones muy concretas para alguna intervención suya en Extremadura, era poco o nada lo que yo podía ofertarle, sobre todo si se miraba la trayectoria política y profesional de los que le rodeaban. Alguno de ellos sí sabían tres idiomas.

Yo tenía mucho interés en que Suarez viniera a Extremadura, a Almendralejo, donde celebrábamos el I Congreso en el que, previsiblemente, como así fue, me iban a elegir presidente regional. Había en torno a él un muro que apenas se podía franquear y mi requerimiento estaba abocado al fracaso, porque, según me decían, Suárez estaba reservado sólo para los grandes acontecimientos y, obviamente, un congreso en Extremadura no entraba entre ellos. Como último recurso, le envié una carta certificada, no a la sede de CDS, sino a su despacho de la calle Antonio Maura. Al día siguiente, nada más recibirla, telefoneó a mi domicilio particular: “¿Tomás? Buenas tardes, soy Adolfo Suárez” Recuerdo lo que él dijo pero no los seguros balbuceos que yo emití ante la sorpresa, que él conocía y administraba con evidente maestría: “¿Quieres o no quieres que esté mañana contigo? ¡Hombre, Tomás, no te quedes callado!. De inmediato todos los muros se derrumbaron y los mismos que antes habían dado por imposible mi petición, se apresuraron a venderme que Suárez iba a venir a Almendralejo por su intercesión, bla, bla, bla. A todos les di la gracias, pero aprendí que en política la linea recta es también la distancia más corta. No volví a usar intermediarios y a partir de aquel momento, cuando quería algo de Suárez se lo pedía directamente. Nunca me negó nada y esa disposición la aproveché para que visitara en nueve ocasiones Extremadura, a veces en detrimento de algunas comunidades más punteras y con muchísimos más habitantes. Suárez visitó Villanueva de la Serena, Don Benito, Almendralejo, Mérida, Cáceres, Plasencia, Trujillo, Badajoz. En los Santos de Maimona, el alcalde, Cipriano Tinoco, organizó el acto haciéndolo ir a pie desde el centro del pueblo hasta el local donde se iba a celebrar el encuentro. La gente comenzó a seguirlo y en un momento determinado Suárez se dio la vuelta: Vaya la que habéis organizado, pero si viene medio pueblo detrás de nosotros”. Así fue, más de 500 personas nos seguían

Suárez recordaba, y lo comentaba, que durante un mitin en Badajoz alguien lo increpó de forma agria y maleducada y que todo el auditorio (fue en el teatro Menacho) puesto en pié le regaló uno de los aplausos más grandes que había recibido en su vida. Nada que ver con aquel otro episodio en el que, siendo presidente del Gobierno, vino a Badajoz y, en la plaza de Minayo, un grupo de cafres intentó agredirlo con un palo... Años después, me lo comentó y yo le recordé que el antebrazo que recibió uno de aquellos palos fue el mío. Y que la horas después, en el salón en el que se celebraba el acto, él reclamó mi presencia para darme las gracias. Se acordaba: “¿Tú fuiste?” “Sí, presidente”. Suárez me dio un abrazo.

Ha muerto Suárez, pero doña Herminía, su madre (Soy hijo de Herminia, dijo en su pueblo) se sentirá muy satisfecha por haber parido a uno de los hombres más importantes de la historia de España. Y los que lo conocimos y por él nos sentimos reconocidos, también. ¿Ha muerto Suárez? Sí, ha muerto Suárez y con él una parte importante de alguno de nosotros. Sin dramas, la vida sigue. DEP.

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