La calma del encinar
FRANCISCO
Tomás Martín Tamayo
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Un Papa que elige el nombre de Francisco, sin más; que abraza a sus
amigos, no deja que la gente se arrodille ante él, prefiere dos habitaciones en
un convento al lujoso aposento del Vaticano, conduce un utilitario por las
calles de Roma, entra en un comedor de barrio para saborear una sopa de fideos
y elige a un periodista ateo para hacerle una declaración de principios es, al
margen de interpretaciones torticeras, una persona, muy persona, que no quiere
dejar de ser persona. Los detractores que ya le están saliendo, razonan que es
un Vicario de gestos y palabras sin compromiso, y que su postura, apostura
dicen, puede rebajar la dignidad y el fuste del cargo para sumergirlo en la
cochambre, como ya intentara Juan Pablo I, el breve por sus escasos 33 días
como obispo de Roma… ¡Ay, ay, que tufo me da que se una el nombre de Francisco
al de Juan Pablo I, es algo que no lo puedo remediar!
De momento tenemos un Papa
diferente, que conecta con la calle, no anatematiza a nadie y señala el
problema pero para aportar la solución. Manuela Martín dice en un tuit que “a
la Iglesia le pasa como a nuestros partidos políticos, que necesita una
renovación a fondo. Y el Papa está en ello”. Puede ser, porque desde el día que
llegó está señalando un camino diferente y manifestándose de forma valiente y directa
contra la corrupción, el conformismo, el disimulo y la falta de compromiso de
algunos eclesiásticos a los que puso en órbita al día siguiente de su elección.
Más que traer cochambre parece que se ha empeñado en quitarla. Y no deja de
arrimarse cuando señala a una Curia vaticanocéntrica que sólo se ocupa de los
intereses del Vaticano: “los jefes de la Iglesia han sido con frecuencia
narcisistas, adulados por sus cortesanos. La corte es la lepra del papado”
Tampoco se acomoda con los meapilas que se anclan en
vacías elucubraciones filosóficas y señala lo que para la Iglesia es esencial, los
dos males más graves que el mundo sufre en estos momentos: el desempleo de los
jóvenes y la soledad en que se abandona a los viejos”… Pues eso, que me suena
muy bien lo Tomás Francisco.
1 comentario:
Comparto todo lo que dices, y visto que hoy desnudas tu nombre yo te desnudo el mio: Jaime Salcedo Eugenio. Y comparto absolutamnete tu visiòn del Papa Francisco. Y creo que el primer polìtico que actùe desde dentro, con credibilidad, en esta lìnea, darà un gran paso.
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