La calma del encinar
ELLOS SE LO GUISAN Y SE LO COMEN
Tomás
Martín Tamayo
Muchos de los pilares de la
transición fueron improvisados y el tiempo, treinta y cinco años mal contados,
lo está poniendo en evidencia. Aquel sólido edificio, Constitución incluida,
hoy necesita algo más que reparaciones chapuzas, porque no se quiso ver el
desgaste y, al no apuntalarlo a tiempo, se ha llegado a la aluminosis que amenaza
ruina y casi derribo del sistema. Algo muy peligroso porque por las grietas
pueden colarse situaciones indeseables que parecían superadas. La sacralizada
transición sirvió como puente entre una dictadura decadente y una democracia
ingenua, que dejaba muchas puertas abiertas y se basaba en principios como la
solidaridad y la buena voluntad. Las consecuencias de aquel “buenismo” no se
hicieron esperar y a base de tirar de la manta, algunos ya quieren
descuartizarla.

Casi tres millones de euros
anuales pagamos los extremeños para que, desde la Asamblea, diputaciones y
ayuntamientos se subvencionen opacamente a los partidos políticos. Con tanta
impunidad la corrupción ha sentado mando en plaza y nadie se escandaliza de que
España sea uno de los países políticamente menos fiables y más corruptos. Hay
368 políticos imputados, pero el listado se engorda cada día y las cifras del
trinque, de lo robado o desviado se disparan en cada nueva aportación. Ya no
nos quedan asombros. Esta misma semana un periódico nacional publicaba apuntes
contables que señalan directamente al presidente del Gobierno. Verdad o
mentira, se da una vuelta más al torniquete de la indignación, en una España
con seis millones de parados y cincuenta millones de cabreados. Desde
municipios que caben en un campo de futbol a la jefatura del Estado, todo está
en cuestión y no hay un sólo estamento que permanezca al margen de este
chapapote pegajoso que parece impregnarlo todo.
Algún freno habremos de poner
a tanto desmán, que puede acabar con la credibilidad del sistema para contento
de posicionamientos ultras. ¿Se hará
algo? No soy optimista.
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