Tomás Martín Tamayo
Después de las elecciones no hemos vuelto a oír nada sobre achicar los parlamentos autonómicos, suprimir los plenarios de las diputaciones, cerrar el Senado, privatizar las televisiones autonómicas, acabar con las mancomunidades, limitar las prebendas de los cargos públicos, perseguir el fraude fiscal, atornillar a los bancos para que suelten créditos... Llegaron a cuantificar el ahorro en más de 100.000 millones de euros, que, en el colmo de la desfachatez, redistribuyeron imaginativamente para potenciar políticas sociales bla, bla, bla. Era tema de debate con el que PSOE y PP competían en la plaza de cada pueblo, mientras se aseguraba que “el copago” era impensable, que el IRPF no subiría por insolidario, que las pensiones subirían, que no habría recorte alguno para Educación, Sanidad y políticas sociales... Pues denle ustedes la vuelta a todo lo que se dijo y a todo lo que se prometió y podrán comprobar que han cumplido al cien por cien lo que no dijeron y no prometieron.
Se sabía que los vientos nefastos de la época del gran ganso traerían tempestades que no estaban escritas, que el achique del estado de bienestar iba a ser histórico y que como de dónde no hay no se puede sacar, a todos nos iban a tocar el bolsillo, pero finalmente los senadores siguen planeando sus vacaciones de cuatro años, las diputaciones parecen intocables, las mancomunidades crecen, a los defraudadores se les mira con consideración, se hacen contratos millonarios en las televisiones autonómicas, los bancos siguen a su aire y lo que más se ha tocado ha sido el bolsillo del contribuyente de a pie, el que no puede evadir, ni camuflar, porque no tiene qué ni de dónde. Es decir, todo parece caer sobre los de siempre porque, como siempre, los verdaderos culpables de la situación han sabido ponerse a buen resguardo para que nada les salpique. Entre ellos el gran ganso y sus compinches, que en vez de estar en el banquillo de los acusados, respondiendo con sus bienes, se fuman un Cohiba mientras se mecen el el porche contando estrellas.
Ahora, pasadas las elecciones, el copago se presenta como algo irremediable, porque no se quiere remediar nada de lo demás, y cercenan la gratuidad de los medicamentos para los jubilados, el sector que más los usa y necesita, por su empeño insolidario de seguir respirando más allá de lo socialmente conveniente. Se incrementa el porcentaje por receta a los trabajadores, mientras a los evasores se les pone la alfombra roja para que hagan el paseíllo de gloria, perdonándoles el 80% de lo que ocultaron para que puedan ponerse al día. Un borrón y cuenta nueva, un vergonzoso “aquí no ha pasado nada” que aclara que unos y otros pertenecen a la misma familia y viven en la misma urbanización, porque se ha descubierto como causa directa de la crisis al segureta que levanta la barrera y vigila la entrada para que los mendigos no importunen.
Suben los gastos y bajan los ingresos casi hasta la estrangulación, pero todo por una buena causa: España. ¡Viva España! Solo falta que nos digan que ha sido un error y que no se volverá a repetir.
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