Internet nos ha globalizado a todos y entre los correos electrónicos y los foros de opinión tenemos acceso al latido inmediato de la calle. Internet es un campo abierto y comunal donde todos podemos abrir la fiambrera, pero, a veces, como el pasado fin de semana, todas las fiambreras emitían el aroma de la misma tortilla: la rotura de cadera del Rey mientras cazaba elefantes -¿a las cuatro de la madrugada?- en Botsuana. Y al paso, la noticia se alarga, como la sombra del ciprés, con otros accidentes del Rey mientras practicaba algún deporte... No entiendo cómo los estrategas de la Casa Real no le han preparado un accidente en su despacho, mientras trabaja en asuntos de Estado, pero ahí queda la idea, que podría contrarrestar la de un Rey de vacaciones eternas, de palacio en palacio, de avión en avión y de yate en yate, en ocio permanente y con la escopeta al hombro, como los descriptivos retratos que nos legaron sus antepasados.
Aprovechando que el Guadiana pasa por Badajoz, se sobre exponen otras cacerías que en su día concitaron la unanimidad y la indignación de los internautas: El Rey persiguiendo a un rebeco, medalla de oro, que le tenían casi atado por una pata en la reserva de Riaño; el Rey en Rusia, para matar a un fiero oso pardo, que resultó un oso viejo y manso, procedente de un circo ambulante; el Rey pasando revista a una alineación de ciervos y jabalíes; el Rey entre perdices, patos, palomas y faisanes; el Rey entre dos rinocerontes abatidos, y ahora el Rey posando satisfecho delante de un enorme elefante, apoyado en un árbol y con el frío de la muerte en sus ojos... Se pueden sacar muchas conclusiones, pero una de ellas es lo desasistido que está el Rey desde que apartó de su lado a Sabino Fernández Campos. Se sabe que lo jubiló cansado de su aliento en la nuca y porque era un incordio, alguien que cogía el testigo del esclavo, durante el Imperio romano, situándose detrás de los generales triunfadores para apaciguar los vítores siseándole al oído: “recuerda que sólo eres un hombre”.
El caso es que el Rey y la monarquía andan como gafados y parecen sufrir el influjo de un hechizo maléfico, porque no salen de una y ya han caído en la siguiente. Durante decenios en España pusimos sordina a acontecimientos, protagonizados por el Rey o su hijo, que fueron portada en toda la prensa europea. No se quiso entrar a fondo ni buscar derivaciones lógicas con el asunto del yerno Urdangarin, apenas se señaló la ausencia de la Reina durante una de sus convalecencias recientes, se cerró como travesura lo de Froilán, pero esta torpeza impúdica de fotografiarse delante de un pobre animal, un elefante abatido por placer, matar por matar, es algo que quedará en la retina colectiva, porque es imposible no entrar en la comparativa de lo desiguales que somos, ante la ley, ante la justicia y ante la vida misma. Si el Rey no está lejos de la realidad, a lo peor es la realidad la que está lejos del Rey.
1 comentario:
No soy especailmente monárquico, pero las circunstancias históricas me inclinaron a mostrar simpatía por nuestro rey. Nadie piensa que el rey tenga que ser santo, pero sí prudente. Hasta no hace mucho, la figura del rey gozaba de una dimensión política y social respetada. El deterioro que le va a producir este episodio parece claro. Enhorabuena, Tomás, por tu artículo, ponderado y atinado.
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