Bienvenida sea la rectificación de la Junta respecto a la OEx, aunque lo que no pueden rectificar es el concepto que tienen de la cultura. En la entrevista que semanas atrás hizo HOY al presidente de la Junta, Monago aludió cinco veces, cinco, al sobresueldo del director de la Orquesta de Extremadura, comparándolo con el suyo, con lo que podemos deducir que por ahí le sangraba la herida. No dijo nada de las irregularidades que, al parecer, se han buscado o se han encontrado después. De todos modos, la precipitación en airearlas de forma inconcreta, demuestra inseguridad, autoritarismo y prejuicios. La traducción mercantilista de la cultura y de los espacios culturales, no es novedosa, porque, aunque no sea exactamente el caso, cuando el poder se une a la ignorancia, brota espontánea la brutalidad. Y la primera víctima es siempre la cultura.
Priorizar el gasto y controlarlo no tiene nada que ver con la comparación artera de las familias en dificultad o con la creación de puestos de trabajo. La cultura es costosa, pero no hay nada tan ruinoso como la incultura y su hermana gemela, la ignorancia. Mal negocio es una sociedad amordazada por el pragmatismo contable de los que buscan en la cultura réditos económicos inmediatos y, para denigrarla, la sitúan como contraposición a las políticas sociales. El truco es añejo y lo utilizó hasta la saciedad Goebbels: ¿Pan o teatro?, preguntaba el jefe de propaganda nazi. Ante semejante disyuntiva ¿quién puede elegir el teatro? Pero siguiendo esa línea argumental, ¿cuántas familias pueden redimirse con el sueldo de un consejero? ¿Cuántos integrantes de la OEx pueden vivir con el sueldo de Monago? ¿Quién hace más ruido? ¿Músicos o políticos? Absurdo.
Atribuyen a Goering, y a Millán-Astray, aquello de “cuando oigo la palabra cultura me llevo la mano a la pistola”, frase que escenifica el rechazo que algunos tienen hacia todo lo que sea raciocinio, independencia, pensamiento, intelecto, creación, libertad… La cultura no es un negocio y traducir en euros su resultado final, cayendo en comparaciones groseras sobre sueldos y prebendas, es de una indecencia que produce escalofríos. La cultura no acaba nunca de salir de las trincheras porque la ignorancia rechaza todo lo que ignora. Caín, por ignorante, mató a su hermano usando, claro, la quijada de un burro. O de una burra.
¡Que suene la orquesta! Más música y menos ruido. Si queremos ahondar en el pozo sin fondo de la estulticia haciendo demagogia, sugiero que al grito de “¿pan o teatro, músicos o parados?” se cierren las bibliotecas, los teatros, los museos… y que se aprovechen esos espacios para actividades más lucrativas, como bingos, burdeles, salas de fiestas… Levantemos bloques en los parques, improductivos a todas luces, y cedámoslos en propiedad a los colectivos que practican el noble arte del rebuzno y la coz, actividades que, como se sabe, generan notables honores y beneficios a sus cofrades… ¡Ay, si tengo que abrir la cancela del aprisco!
Con todo, y al margen del sarcasmo, lamento sinceramente los malos tragos de la consejera de Educación y Cultura, emparedada entre una Educación que no lleva y una Cultura que no puede llevar. No le están dejando margen ni para el llanto.
Priorizar el gasto y controlarlo no tiene nada que ver con la comparación artera de las familias en dificultad o con la creación de puestos de trabajo. La cultura es costosa, pero no hay nada tan ruinoso como la incultura y su hermana gemela, la ignorancia. Mal negocio es una sociedad amordazada por el pragmatismo contable de los que buscan en la cultura réditos económicos inmediatos y, para denigrarla, la sitúan como contraposición a las políticas sociales. El truco es añejo y lo utilizó hasta la saciedad Goebbels: ¿Pan o teatro?, preguntaba el jefe de propaganda nazi. Ante semejante disyuntiva ¿quién puede elegir el teatro? Pero siguiendo esa línea argumental, ¿cuántas familias pueden redimirse con el sueldo de un consejero? ¿Cuántos integrantes de la OEx pueden vivir con el sueldo de Monago? ¿Quién hace más ruido? ¿Músicos o políticos? Absurdo.
Atribuyen a Goering, y a Millán-Astray, aquello de “cuando oigo la palabra cultura me llevo la mano a la pistola”, frase que escenifica el rechazo que algunos tienen hacia todo lo que sea raciocinio, independencia, pensamiento, intelecto, creación, libertad… La cultura no es un negocio y traducir en euros su resultado final, cayendo en comparaciones groseras sobre sueldos y prebendas, es de una indecencia que produce escalofríos. La cultura no acaba nunca de salir de las trincheras porque la ignorancia rechaza todo lo que ignora. Caín, por ignorante, mató a su hermano usando, claro, la quijada de un burro. O de una burra.
¡Que suene la orquesta! Más música y menos ruido. Si queremos ahondar en el pozo sin fondo de la estulticia haciendo demagogia, sugiero que al grito de “¿pan o teatro, músicos o parados?” se cierren las bibliotecas, los teatros, los museos… y que se aprovechen esos espacios para actividades más lucrativas, como bingos, burdeles, salas de fiestas… Levantemos bloques en los parques, improductivos a todas luces, y cedámoslos en propiedad a los colectivos que practican el noble arte del rebuzno y la coz, actividades que, como se sabe, generan notables honores y beneficios a sus cofrades… ¡Ay, si tengo que abrir la cancela del aprisco!
Con todo, y al margen del sarcasmo, lamento sinceramente los malos tragos de la consejera de Educación y Cultura, emparedada entre una Educación que no lleva y una Cultura que no puede llevar. No le están dejando margen ni para el llanto.
1 comentario:
Permítame que le felicite por haber expresado de forma tan clara lo que yo mismo pienso sobre este asunto. Vergonzosas las declaraciones de Monago y del Consejero de Economía al respecto. Ni en el Tercer Mundo se oye semejante despropósito demagógico.
Como dijo aquél a Unamuno aquella aciaga mañana de Salamanca: "¡Muerte a la inteligencia!".
Gracias.
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